ANFITEATRO CASTRENSE
Ubicado en la zona originalmente más elevada del monte Celio, el Anfiteatro Castrense (Amphitheatrum Castrense) fue construido por el emperador Heliogábalo (Sexto Vario Avito Basiano, emperador del 218 al 222 d.C.). Su nombre deriva del latín Castrum (campamento), que en época tardoantigua también asumió el significado de “residencia imperial”.
Estaba integrado en una villa imperial llamada «Horti Variani ad Spem Veterem«. Éste era un complejo palaciego (lo inició en el siglo III d.C. Septimio Severo y lo terminó Heliogábalo) donde residieron los últimos emperadores hasta Constantino I. La villa incluía, además, el Circo Variano, las Termas Elenianas (así llamadas tras la restauración de la emperatriz Elena), un templo quizá dedicado a Venus y Cupido, el suntuoso jardín conocido como Horti Spei Veteris y un antiguo templo de la diosa Nueva Esperanza (Spei Veteris).
Anfiteatro simplemente significa «teatro en ambos lados» (griego: ajmfiv=ambos lados, y qevatron=teatro).
El Anfiteatro Castrense estaba destinado al entrenamiento de los soldados pretorianos, la guardia personal de los emperadores.
Posiblemente también fue el lugar donde, además, se criaban y custodiaban fieras salvajes, destinadas a ser utilizadas en éste y en otros anfiteatros de la ciudad. Así parece confirmarlo el hallazgo en el siglo XVIII, bajo la arena, de un hipogeo repleto de huesos de esas bestias. La lucha con este tipo de animales (venatio) también formaría parte del entrenamiento de los soldados, quienes posiblemente también se ejercitasen en combates de gladiadores (munera) para disfrute privado de los emperadores de entonces.
De forma elíptica (88 x 75,80 metros), el anfiteatro se asienta sobre una base cementada con sílex. Con algunas incrustaciones de mármol travertino, la construcción es mayormente de ladrillo amarillo, si bien los ladrillos de los arcos son rojos, lo que realzaba la elegancia de la construcción. No obstante, de sus 48 arcos que tuvo originalmente, tan sólo perduran 18.
Se elevaba tres plantas:
- El primer piso está formado por arcos enmarcados por semicolumnas, con capiteles corintios de ladrillo.
- El segundo piso es similar, si bien los arcos, cerrados por parapetos bajos, están enmarcados por pilastras.
- Del tercer piso no queda nada. Por grabados renacentistas se sabe que estaba rematado con ventanas enmarcadas por pilastras, con estantes y postes de travertino. Posiblemente fueran el soporte de las vigas para maniobrar un velarium (toldo extensible para proteger a los espectadores, sobre todo del sol, similar al que tuvo el Coliseo).
De la cávea, cuya capacidad se estima en unos 3.500 espectadores, apenas queda rastro alguno. Probablemente los escalones estarían sostenidos por ambulatorios, con bóvedas de cañón superpuestas. Seguramente fuese muy estrecha, restringida a una sola hilera con nueve filas de asientos. También es muy posible que contase con asientos adicionales de madera en la parte superior (en un summum maenianum).
El peligro de las invasiones bárbaras (mediados del siglo III d.C.) requirió la necesidad de fortalecer las defensas de Roma. Fue el emperador Aureliano quien, entre 271 y 275 d.C., construyó un nuevo cinturón amurallado más fortificado, los Muros Aurelianos (el tramo que envuelve el Anfiteatro Castrense es uno de los mejor conservados).
Para favorecer su rápida construcción y minimizar costes, el Anfiteatro se incluyó en este perímetro defensivo. Así, mientras que la parte interior quedó dentro de la muralla, en el exterior los arcos inferiores se cegaron y amurallaron. El piso superior se fortificó y se le añadió un ático almenado. Y, para asegurarse de que la estructura fuese más alta e inexpugnable, el nivel externo se redujo en unos 2 metros.
El Anfiteatro Castrense se mantuvo en uso hasta la construcción de los Mmuros Aurelianos. Pero, pese a que los bárbaros no lograron conquistar Roma, cuarenta años más tarde la ciudad fue tomada por Constantino I, quien se la arrebató al hasta entonces emperador Majencio tras la famosa batalla del Puente Milvio (28 de octubre del año 312).
Aquí se estableció el nuevo emperador junto con su familia. En el año 330 Constantino inauguró su nueva capital, Constantinopla (en Bizancio). Pero su madre, la emperatriz Elena (Flavia Julia Elena), se quedó en Roma para representarlo, eligiendo la villa imperial como residencia. A partir de entonces la villa imperial fue conocida con el nombre de Palazzo Sessoriano, o Sessorium. El nombre deriva del verbo latino sedeo (sentarse), porque allí ya se realizaban las sesiones del Consejo de Estado en época de Heliogábalo.
En 328, tras peregrinar a Palestina, la emperatriz Elena hizo construir una capilla sobre el gran atrio rectangular del palacio para custodiar las reliquias que trajo de Tierra Santa (la actual Capilla de Santa Elena). Con el tiempo, una sección del edificio se transformó en la actual Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén. El Anfiteatro Castrense pasó a ser propiedad de la basílica y su monasterio.
Se mantuvo bien conservado con las tres plantas hasta mediados del siglo XVI. A partir del siglo XVIII sus restos fueron expoliados y utilizados para construir nuevos edificios. Con Benedicto XIV (Papa entre 1740-1758), se demolió lo que quedaba de la cávea. El material obtenido se utilizó para la construcción de las fachadas de las basílicas de Santa María la Mayor y de la Santa Cruz en Jerusalén. También se utilizó parte de los materiales para la reconstrucción de la iglesia de los santos Marcelino y Pedro en Laterano.
Desde entonces, la ruina y el abandono adornaron el Anfiteatro.
Bajo la arena se halló una gran galería central, con salas cubiertas con bóveda de crucería, conectada a otras dos menores galerías semicirculares, aún pendientes de estudio. También se localizó un enorme corredor cúbico (más de 300 m. de largo y 14,50 m. de ancho). Éste, bordeando el gran salón del palacio imperial (el que luego se transformó en la capilla de Santa Elena), lo comunicaba directamente con el Circo Variano. Los restos de ese corredor, así como los del Anfiteatro, aún son visibles en varios puntos detrás de la Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén.
En 2004 el área interior del anfiteatro Castrense se transformó en la huerta-jardín del monasterio de la Santa Cruz. Hoy, en su arena, alrededor de una generosa alberca central, se cultivan árboles frutales, verduras, hierbas aromáticas y flores.
Junto al Coliseo y al Ludus Magnus, el Anfiteatro Castrense es uno de los tres únicos anfiteatros que se conservan en Roma.
Lamentablemente, no es visitable.
No obstante, la terraza del hotel “Domus Sessoriana” (anexo a la Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén), abierta al público y donde sirven excelentes desayunos, ofrece excelentes vistas del Anfiteatro y de los alrededores, especialmente de la Basílica de San Giovanni in Laterano. Es un privilegiado lugar desde el que admirar las impresionantes vistas de la Ciudad Eterna. Al atardecer, el paisaje es todo un espectáculo.