PUENTE CAVOUR
Inaugurado el 25 de mayo de 1901, el Puente Cavour es obra del milanés Angelo Vescovali (1826-1895), entonces ingeniero jefe municipal.
Su construcción, iniciada en 1896, estuvo motivada por la necesidad de enlazar vialmente el Campo de Marte con el creciente barrio de Prati (rione Prati).
Sustituyó a una pasarela provisional de hierro y madera, financiada por una empresa belga, que desde 1879 enlazaba ambas orillas del Tíber: el Puente de Ripetta. También conocido como Passerella di Ripetta, era preceptivo el pago de un pequeño peaje a la empresa constructora para cruzarla. No obstante, desde 1884, tras ser adquirida por el Ayuntamiento de Roma, el tránsito ya fue libre.
Hasta entonces, ambas áreas habían estado aisladas, y sólo era posible ir de una orilla a otra del río gracias a los “barcaroli” (barqueros). Éstos, por un módico precio, hacían los traslados en sus pequeñas embarcaciones, guiadas por una maroma suspendida sobre el Tíber.
Tras la construcción del Puente Cavour, la pasarela provisional fue desmantelada y luego reubicada, también sobre el Tíber, al Sur de Roma (en la zona de Magliana).
El Puente Cavour toma nombre del estadista turinés Camilo Benso (1810-1861), conde de Cavour, a quien está dedicado.
Considerado (junto con Giuseppe Garibaldi y Giuseppe Mazzini) uno de los artífices de la unificación italiana, Cavour fue un eminente político liberal y monárquico. Impulsor de un nuevo régimen libre del control papal y extranjero, en 1847 fundó el diario “Il Resorgimento”, donde plasmó sus ideales nacionalistas. Llegó a ser Ministro de Agricultura (1852) y Presidente del Consejo de Ministros (1852).
Del diario que fundó tomó nombre el proceso que culminó con la Unificación italiana y la proclamación de Vittorio Emanuele II de Saboya (1820-1878) como Rey de Italia (1861). A resultas de ello, Roma se convirtió en capital del nuevo reino el 23 de septiembre de 1870.
Pese a su aparente sencillez, el Puente Cavour destaca por su elegante y robusta construcción, que se eleva a unos 8 m. de altura sobre el Tíber.
Todo él está realizado en mampostería, recubierta de travertino. Tiene unos 110 m. de largo y 20’5 m. de ancho. Está conformado por cinco arcos: de medio punto los de los extremos, y apainelados (rebajados) los tres centrales para facilitar la navegación. Su estructura se sustenta en cuatro sólidos pilares, reforzados en sus estribos con tajamares semicirculares para contrarrestar los embates de las corrientes.
Su construcción, al ubicarse sobre el Puerto de Ripetta, contribuyó a la desaparición de éste, que también se vio afectado al levantarse entonces los muros de contención del Tíber (Lungotevere). Pese a ello, el moderno Puente de Cavour favoreció considerablemente el desarrollo urbano, sobre todo en el barrio de Prati.
Como curiosidad, es tradicional ya en Roma recibir el Año Nuevo arrojándose a las aguas del Tíber desde el Puente Cavour.
El primero en protagonizar tan pintoresco salto fue Rick de Sonay, un excéntrico ciudadano belga de ascendencia italiana, nacido en 1899.
El 1 de enero de 1946, ataviado con un sombrero de copa y justo cuando los cañones del Gianicolo anunciaban las 12 del mediodía, decidió celebrar así su 47º cumpleaños. En los años sucesivos de Sonay prosiguió con este ritual, que cada año atrajo a mayor número de espectadores. Es más, recibió el apodo de “Mister Ok” porque al salir de las gélidas aguas siempre indicaba a los congregados que se encontraba bien (Ok) haciendo este gesto con su mano.
De Sonay prosiguió con este ritual muchos años, pero hubo de “retirarse” por su avanzada edad. En 1988 fue “relevado” por Marurizio Palmulli, apodado el “Espartaco” de Castel Fusano (una pequeña localidad junto al puerto de Ostia).
Éste, ex socorrista del famoso balneario “Kursaal” de Ostia, aún mantiene viva esta singular tradición con su espectacular “volo d’angelo” (salto del ángel). Tanto es así que en el presente 2022, a sus 68 años, protagonizó su 34º salto consecutivo. Lo acompañaron, en esta ocasión, otros tres intrépidos “voladores”.
Una tradición que perdura y que ya se ha convertido en todo un espectáculo urbano digno de contemplar.