SAN BENEDETTO IN PISCINULA
La iglesia de San Benedetto in Piscinula se encuentra en el Trastévere, al otro lado del río Tíber, frente a la isla Tiberina. Como su nombre italiano indica, está consagrada a San Benedetto (Benedicto): esto es, a San Benito (Benito de Nursia, h. 480-547), fundador de la Orden de San Benito (benedictinos).
De la plaza en que se ubica toma el nombre de Piscinula, al parecer por las antiguas piscinas de una domus romana que se encontraba en el lugar, así llamadas en italiano. Sin embargo, otros apuntan que ese nombre se debe a los estanques que allí existieron para abastecer de pescado fresco un antiguo y cercano mercado local. Sea como sea, de pequeñas piscinas (piscinulas) hablamos.
SAN BENITO EN ROMA
Sostiene la tradición que cuando Benito de Nursia contaba 12 años su padre lo envió a Roma a completar su formación. Aquí estudió retórica, filosofía y derecho, alojándose en casa de la rica gens Anicii (domus Aniciorum), a la que su distinguida familia pertenecía, donde ocupó una escueta habitación. En ella residió hasta los 17 años, cuando, desilusionado por la corrupción y el desenfreno que imperaba entonces en Roma, decidió abandonar la ciudad.
Se apartó así de la vida mundana, iniciando voluntariamente una vida cristiana de retiro y recogimiento que pronto le reportó fama y gloria. Tanta, que junto al estrecho habitáculo en que vivió durante su estancia en Roma se levantó en el siglo VII un sencillo Oratorio, varias veces destruido por las posteriores invasiones bárbaras.
Años más tarde (siglos X-XI) el lugar fue transformado en iglesia, que incorporó el primitivo Oratorio, y a la que se añadió un sencillo campanario. Para su construcción, como se acostumbraba entonces, se emplearon restos expoliados de antiguos monumentos paganos que habían sido abandonados. Ello puede apreciarse en los diferentes capiteles y columnas que aún sostienen su interior, datados, según los arqueólogos, entre los siglos I y V d.C.
En el siglo XII hubo de ser reconstruida tras el saqueo de Roma de 1084, cuando las tropas normandas comandadas por Roberto Guiscardo devastaron la urbe durante tres días.
Sin embargo, pese a los abandonos y reformas que se han sucedido desde entonces, el interior del templo aún conserva su singular y distintivo aspecto medieval. Es más, es la única iglesia medieval dedicada a San Benito que ha sobrevivido hasta nuestros días.
LA IGLESIA DE SAN BENEDETTO IN PISCINULA
LA FACHADA
La austera fachada neoclásica (1) que hoy contemplamos es obra del arquitecto romano Pietro Camporese «el Joven» (1792-1873). Está totalmente integrada en los edificios adyacentes y es fruto de las últimas restauraciones, acometidas entre 1835 y 1855. El acceso está protegido por una simple cornisa apoyada en volutas, sobre la que discurre un sencillo arquitrabe que recorre toda la fachada. En él se asienta un ventanal semicircular, que proporciona luz al vestíbulo interior. Está rematada por un frontón triangular coronado con un adorno de hoja de acanto, que sostiene la Cruz cristiana.
Por el portal de entrada se accede al Vestíbulo, correspondiente al antiguo atrio que precedía la entrada al templo (agregado a finales del siglo XIII). A su derecha, una pequeña puerta da acceso al área conventual. En el lateral izquierdo hubo otro acceso (ya eliminado) a la Capilla de Nuestra Señora, a la que hoy sólo se accede desde el interior.
EL INTERIOR DEL TEMPLO
Precedida por el Vestíbulo, el interior de la iglesia es de planta basilical, simple e irregular. Consta de una nave central (7) y sendos pasillos laterales, cuyos espacios delimitan cuatro filas de columnas, todas de diferente factura y con distintos capiteles (de los siglos I al V).
En la actualidad la arboladura del tejado está a la vista, pues el armazón del techo que existía (de 1412) se derrumbó en el siglo XVIII. Desde entonces no ha sido repuesto, si bien el tejado se restauró en 1939.
También las paredes del templo muestran el inexorable paso del tiempo, y la mayor parte de ellas carecen ya de revestimiento, revelando el ladrillo. Del esplendor original que la iglesia debió tener en el siglo XII tan sólo perduran algunos restos dispersos de los frescos que la decoraban, descubiertos en las últimas restauraciones.
Así, en la contrapuerta se conserva una preciosa “Glorificación de Cristo”, lamentablemente oculta por el Coro instalado en el siglo XVI.
A la entrada de la iglesia, en la pared izquierda, se conserva parte de un fresco que posiblemente represente a la “Virgen con San Plácido y el Profeta Elías”.
EL SINGULAR SUELO COSMASTESCO
En sus partes más nobles, el interior de la iglesia despliega un esplendoroso piso “cosmatesco” (del siglo XII): el único en el mundo que mantiene su factura original.
El que aquí podemos contemplar es obra del magister Paulus (maestro Pablo), posiblemente el marmolista más sobresaliente de esa época. Muchas son las iglesias de Roma con este tipo de suelo, e incluso de mayor tamaño, pero éste es el único que, tras 1.000 años de uso, nunca ha sido restaurado. De ahí que, por el continuo desgaste, se aprecie su mal estado. Pese a ello, conserva en todo su fino detalle y mantiene la singularidad de su original factura.
Entre su intrincada geometría, en la que se insertan lápidas funerarias de nobles familias del Trastévere (como los Mattei y los Castellani), sobresalen las siguientes incrustaciones:
- Las piezas amarillas son giallo antico (amarillo antiguo), también conocido como mármol de Numidia (marmor numidicum). Procede de canteras cercanas a la actual población de Chemtou (la antigua Simitthus), hoy al Oeste de Túnez.
- Las púrpuras son pórfido rojo imperial, extraído en el desierto occidental de Egipto, junto a la costa del Mar Rojo. Los antiguos romanos la denominaron piedra porfídica (lapis porphyrites) por los montes donde se encontraban sus canteras, llamados Mons Porphyrites. No obstante recibió comúnmente esta denominación por su extremado color púrpura, el exclusivo color rojo de los emperadores.
- Las verdes son pórfido serpentino, llamado así por sus intensos y vibrantes colores. Los antiguos romanos lo denominaron lapis lacedaemonius (piedra lacedemonia) porque se extraía de canteras situadas cerca de Esparta (en Lacedemonia, Grecia).
- Las de color gris (que semejan relleno de cemento) son marmor claudianum (mármol claudiano). Aunque son piezas de granito, eran muy apreciadas por los antiguos romanos, sobre todo en época del emperador Claudio; de ahí el nombre. Se extraían de las canteras del Mons Claudianus, próximas al mar Rojo, en el desierto oriental de Egipto.
Como curiosidad, en el piso (a la derecha de la entrada) puede verse parte de una blanca losa de mármol en la que están grabados tres cuadrados concéntricos. Es lo que queda de un antiguo entretenimiento conocido en italiano como “smerelli” (también trex, o tria): un juego similar al actual “tres en raya”, pero que se jugaba con nueve piezas.
Su presencia, muy común en varias iglesias de Roma, quizá se deba a los mismos feligreses, quienes los tallarían en lugares discretos del solado para entretenerse durante las largas homilías. Sea como fuere, hoy perduran como vestigios del folklore medieval y de las antiguas costumbres de la época.
EL VESTÍBULO
Nada más traspasar el Vestíbulo (2), a la izquierda, una curiosa puerta de forja medieval da acceso a la Capilla de Nuestra Señora. Está enmarcada en jambas de mármol adintelado con decoraciones “cosmatescas” (bastante deterioradas), y flanqueada por finas semicolumnas con capiteles corintios.
A su derecha se conserva un fresco del siglo XIV con la imagen de la “Virgen María con el niño Jesús (lactante) entre San Pedro y San Pablo” (4). A su izquierda, una losa inscrita en italiano, fechada en 1854, registra la concesión de indulgencias a quienes oren ante el icono de la capilla: rezar allí las “Letanías de la Virgen” reduce en 300 años la estancia en el Purgatorio, con 100 días adicionales si se rezan tres “Avemarías” por la conversión de pecadores.
CAPILLA DE NUESTRA SEÑORA
La Capilla de Nuestra Señora (3), a la que también se accede desde el interior de la iglesia, ocupa el lugar del primitivo Oratorio. Es una pequeña capilla de planta trapezoidal, con bóveda de crucería sostenida por cuatro columnas corintias, posiblemente procedentes del antiguo Oratorio.
En ella se venera, bajo la advocación de “Madonna della Misericordia” (Virgen de la Misericordia), una imagen de la Virgen con el Niño. En realidad es parte de un antiguo fresco del siglo XIV, separado y recuperado sobre lienzo. La tradición sostiene que ésta era la icónica imagen objeto de devoción de San Benito durante su estancia en Roma. Ante ella solía orar, y fue su fuente de inspiración de su labor fundacional.
Para su veneración, el icono está flanqueado por dos bellas columnas dóricas de veteado mármol gris que soportan un frontón triangular. El conjunto se asienta sobre un altar (decorado con una hermosa losa de pórfido estilo “cosmatesco”), consagrado en 1604.
El lienzo que hoy contemplamos se corresponde a una restauración realizada en el siglo XVIII por el pintor italiano Domenico de Angelis (1735-1804). Entonces se le agregaron a ambas figuras, Virgen y Niño, sendas coronas.
CELDA DE SAN BENEDETTO
A la derecha del altar de la Virgen de la Misericordia aún se conserva y venera la diminuta habitación ocupada en su día por el joven estudiante. Conocida como Celda de San Benito (6), es un estrecho habitáculo de 1 metro de ancho aproximadamente, hoy precedido de un reclinatorio para la oración y de acceso restringido. Sus paredes, conformadas por antiguo ladrillo romano de los siglos IV y V (los del lateral derecho son posteriores), acogen una pequeña estatua del santo al fondo.
Bajo ella, un breve epígrafe en italiano ilustra la historia de la edificación y del santo. Traducido, se lee:
“Estos ladrillos, parte de las antiguas paredes sobre las que se construyó la iglesia, son los únicos restos visibles de la Domus Aniciorum, únicos testimonios de la presencia, en torno al año 495 d.C., de un joven de familia patricia llamado Benito, el cual se trasladó de Norcia a Roma, según la costumbre de la época, en orden a prepararse para la carrera senatorial. De aquí partió para Affile, ciudad donde tuvo lugar su primer milagro conocido. Se trasladó después a Subiaco, donde inició la sublime aventura contemplativa de la familia benedictina, convirtiéndose, de esta manera, para la posteridad, en el Santo y Glorioso Patriarca del monacato occidental”.
NAVE IZQUIERDA
Al principio de la nave izquierda se encuentra la antigua Sacristía (5). Su interior, con acceso al campanario (8), aún conserva varios frescos del siglo XII, aunque muy fragmentados.
Frente a ella aún permanecen escasos fragmentos de un fresco del “Juicio Final”.
A su lado puede verse parte de otro fresco, del siglo XVI, que recrea la “Proclamación del Señor” (9). Jesucristo aparece representado icónicamente, como Agnus Dei (Cordero de Dios), y su divinidad es anunciada por San Juan Bautista ante San Juan Evangelista.
Pese a estar muy deteriorado, en el lienzo aún se aprecia el detalle de la proclamación, que, en latín, reza:
“HIC AGNUS DEI, QUI TOLLIT PECCATA MUNDI”
(HE AQUÍ EL CORDERO DE DIOS, QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO) (S. Juan, 1:29).
Junto a él, el primer altar está consagrado a Santa Rita de Cascia (10), patrona de los imposibles y de las esposas maltratadas. La imagen, que en ocasiones se traslada a otro lado de la iglesia, procede de una donación realizada en 1939 por una vecina del Trastévere: Elvira Iacomini Ranaldi.
Cuenta la tradición que esta vecina del barrio, pese a haberse sometido a diversas intervenciones quirúrgicas, padecía una grave y persistente enfermedad. Días antes de ser nuevamente operada, mientras se encontraba en una tienda de aceites cercana, sintió un intenso e inexplicable aroma de rosas. Esa misma noche tuvo un plácido sueño: una desconocida monja vestida de negro la tranquilizó diciéndole que no se preocupase por la operación.
Días después fue intervenida, pero tan sólo hallaron en su cuerpo un carrete de hilo de sutura, probablemente olvidado durante la última cirugía. Tras ello, la enfermedad remitió totalmente. Elvira lo atribuyó a la milagrosa intercesión de la Santa de los imposibles, Santa Rita. Además, pensó que había sido curada por la santa para que fomentase su devoción en el Trastévere.
Por aquél entonces esta iglesia de barrio (esta San Benedetto in Piscinula) estaba clausurada. Pero Elvira, tan pronto como se restableció, procuró y consiguió autorización del Vicariato de Roma para que se reabriese. Encargó una talla de Santa Rita y, cuando el templo se reabrió al culto el 21 de marzo de 1939, la donó para su veneración.
Poco después, el 22 de mayo de ese mismo año, se celebró por primera vez en esta iglesia la festividad de la Santa de los imposibles. Desde entonces la veneración a Santa Rita ha ido creciendo en fervor popular, y todos los años se conmemora aquí en solemne festividad: tanto la iglesia como la imagen de Santa Rita se engalanan con enjambres de rosas, que también se distribuyen entre los feligreses para ser luego bendecidas.
El segundo altar está consagrado a San Anselmo (11), y fue erigido en 1718 por un párroco homónimo. Alberga un moderno retablo del santo, si bien la imagen que hay sobre él es una talla de San Antonio de Padua.
NAVE DERECHA
A la entrada de la nave derecha, junto al Confesionario, se conserva una singular tabla de San Benito (16). Es parte de un antiguo fresco (siglos IX ó XII) que originalmente se encontraba en el Vestíbulo, recolocado aquí independiente tras una restauración. El santo aparece representado aún joven, con poca barba, de pie y vestido con ropas de lana oscura, como era costumbre en el siglo X. Su mano derecha está ligeramente levantada, en signo de bendición; con la izquierda sostiene un báculo en forma de “T”, al estilo de los antiguos monjes orientales, y sujeta el Libro Fundacional.
Junto a ella, en lo alto de la pared, aún pueden apreciarse algunas escenas del “Antiguo Testamento”, muy fragmentadas.
El altar que le sigue está consagrado a San Lorenzo (15). Luce un retablo del siglo XIX que representa a la “Virgen con el Niño, entre San Benito y San Lorenzo”, obra del escultor turinés Leopoldo Ansiglioni (1832–1894).
Sobre este altar se halla una imagen bendecida por el Papa Juan Pablo II: la Virgen de Fátima. Es patrona de los Heraldos del Evangelio, quienes actualmente regentan el templo, y es, por tanto, un especial foco de devoción.
ALTAR MAYOR
Un austero Arco Triunfal de ladrillo precede al Altar Mayor. En él están insertados sendos bustos, de autoría desconocida, de antiguos párrocos. Junto a ellos, en las paredes laterales, quedan restos de dos antiguos frescos del siglo XV:
- En el de la izquierda está representada “Santa Elena”, y fue restaurado por el pintor romano Francesco Giangiacomo (1783-1864).
- El fragmento de la derecha muestra a “San Ana sosteniendo en su regado a la Virgen María con el Niño Jesús”. Es una clásica representación renacentista conocida como “Sant’Anna Metterza” (metterza es un término vernáculo medieval que significa “mi es tercero”). Con él, y con su estructura piramidal, se alude al tercer lugar que ocupa Santa Ana (madre de María), en la jerarquía divina, tras la Virgen María y el Niño.
En sus extremos, sendas puertas, conectadas a través de un corredor existente tras el ábside, dan acceso a la actual Sacristía (13. Ésta también incluye hoy la sala denominada «antiguo cementerio» (14), clausurado como tal en tiempos de la peste de 1656.
El Altar Mayor (12) está presidido por un icono del siglo XIII, restaurado en 1844 por el pintor milanés conocido como Luigi Galli (Luigi Mauro Giuseppe Galli, 1817-1900). Es una representación de San Benito, de joven, sentado y con hábito negro. En su mano derecha porta el báculo pastoral, mientras que con la izquierda sostiene abierto su Libro Fundacional. En él aparecen inscritas las primeras líneas de su famosa regla monacal (Regula Monachorum):
“ABSCULTA, O FILI, PRAECEPTA MAGISTRI, ET INCLINA AUREM CORDIS TUI…”
(ESCUCHA, OH HIJO, LAS REGLAS DE LOS MAESTROS, E INCLINA A ELLAS TU CORAZÓN …)
Sobre él hay una representación de la «Virgen con el Niño”. Es parte de un fresco del siglo XIV, recolocado aquí tras ser recuperado de las paredes de la primitiva iglesia.
Flanquean estas imágenes los frescos (del siglo XVI) de “San Nicolás de Bari” (izquierda) y “San Blas” (derecha), ambos restaurados por el pintor romano Francesco Giangiacomo (1783-1864).
De la misma época (siglo XVI) es el fresco veneciano que decora el ábside, ya muy deteriorado y hallado tras una restauración efectuada en el año 2000. Es una representación de la “Coronación de la Virgen María”, flanqueada por dos ángeles (uno con laúd y otro con triángulo) que armonizan el conjunto.
CAMPANARIO
De factura singular es su campanario (8), que es hoy el campanario más pequeño de Roma aún activo.
A este respecto, señalamos que:
- El de la iglesia de Sant’Angelo in Peschería, menor, se derrumbó en el siglo XVII.
- Y el de San Biagio de Mercatello, también menor, está en ruinas.
Además, de las dos campanas que alberga, la mayor está fechada en 1465. Sin embargo, la menor es también la campana más antigua de cuantas aún repican en Roma. Tiene 45 cm. de diámetro y, según consta en su inscripción gótica, fue fundida en el año 1069. Precisamos que en la iglesia de San Cosimato in Trastévere (Piazza di S. Cosimato, 10) había otra campana más antigua (del año 1066), pero hoy está fuera de servicio. Al parecer ambas fueron las únicas campanas que se salvaron del saqueo referido. Todas las demás de Roma, como se acostumbraba desde la antigüedad, fueron objeto del botín normando y llevadas como auténticos trofeos.
Es un sencillo campanario románico (del siglo XI) de planta cuadrangular, al que se accede por la antigua Sacristía (5). Todo él está construido en ladrillo y cubierto por un pronunciado tejado a cuatro aguas. Se eleva dos pisos, delimitados por una simple cornisa dentada, ambos con idénticas ventanas geminadas (bíforas) en sus cuatro caras.
En su fachada principal se aprecian insertados en ella algunos elementos decorativos. Así, sobre el ventanal superior puede verse una “Cruz” labrada en piedra verde. A su derecha, en piedra roja, lo que parece una “T” asentada en un pequeño bloque de piedra verde. A la izquierda, en piedra verde, lo que posiblemente sea una “I” latina, rematada en su trazo superior con una losa blanca. El ventanal inferior está rematado por un pequeño círculo de piedra verde. Apenas son perceptibles desde el exterior, y su simbolismo, de tenerlo, está aún por desvelar.
OTRAS «HUELLAS» DE SAN BENITO EN ROMA
El santo tiene ahora otras dos iglesias dedicadas a él en Roma (solía haber más):
- Santi Benedetto e Scolastica (Via di Torre Argentina, 71), y
- San Benedetto da Norcia (Via del Gazometro, 23).
Y aún perduran imborrables huellas de San Benito en el “vergel de paz y belleza” que es la Abadía delle Tree Fontane.
LOS HERALDOS DEL EVANGELIO
Desde 1941 la iglesia estuvo al cargo de monjas carmelitas (Instituto de Nuestra Señora del Carmen). Pero al ser un barrio entonces marginal, y con escasas vocaciones, lamentablemente acabó siendo objeto de multitud de actos vandálicos y robos. En el año 2002 las monjas se vieron obligadas a abandonar San Benedetto in Piscinula, y las escasas obras de arte que allí permanecían fueron saqueadas. Pese a ello, es una de las pocas iglesias de la zona ha logrado sobrevivir a lo largo de tantos siglos.
En el año 2003 el Vicariato de Roma confió la iglesia (junto a los edificios anexos en que residen) a la sociedad clerical Virgo Flos Carmeli (Carmelitas de la Antigua Observancia). También conocidos como “Caballeros de la Virgen” (la de Fátima es su patrona) son una sociedad dependiente de los Heraldos del Evangelio: una reciente Asociación Internacional de Derecho Pontificio, de origen brasileño, aprobada por el Vaticano en 2001.
Se caracterizan por su peculiar indumentaria:
- Visten un hábito blanco, símbolo de pureza. Tan sólo los clérigos, presbíteros y diáconos Heraldos del Evangelio, usan sobre él una túnica y escapulario marrones, en memoria de sus raíces carmelitas.
- Calzan negras botas de montar, de cuero y de caño alto, que evidencian su espíritu militar de propagar el Evangelio, sin límites de fronteras ni obstáculos. Son todo un símbolo de su abnegado carácter misionero.
- En su pecho destaca una gran cruz inspirada en la peregrina Cruz de Santiago, símbolo por excelencia de quien busca la casa del Padre. Sin embargo, ellos la llevan a impresa dos colores: el rojo, en señal de sufrimiento del Crucificado, y el blanco, como símbolo de pureza y castidad. Ambos colores están delimitados verticalmente por una fina banda dorada, símbolo de nobleza interior y santidad.
- Ciñen su blanco hábito con una cadena dorada que los identifica como esclavos del Señor. Junto a la cadena portan el Rosario, definido por San Juan Pablo II como “el arma más grande de un católico”: un arma que construye (no destruye).
- Sobre el pecho izquierdo lucen su particular escudo: una imagen coronada de la Virgen de Fátima, su patrona, flanqueada por las iniciales E P (del latín “Evangelii Praecones”= Heraldos del Evangelio). En él están impresas las llaves pontificias, en señal de obediencia al Santo Padre.
Desde entonces los Heraldos del Evangelio atienden el culto en San Benedetto in Piscinula. Y, al tiempo que custodian y restauran su interior, se encargan de su mantenimiento. Gracias a su encomiable labor aún hoy podemos disfrutar de este vetusto templo: ¡todo un privilegio!, sagrada herencia de nuestra Infinita Roma.
VISITAR SAN BENEDETTO IN PISCINULA
Se puede visitar la iglesia todos los días, en horario de 8:00 a 12:00 y de 16:30 a 19:30 h.