SALVATOR MUNDI DE BERNINI
BASÍLICAS E IGLESIAS,  MISCELÁNEA

EL «SALVATOR MUNDI» DE BERNINI

En la basílica romana de San Sebastián Extramuros se exhibe el “Salvator Mundi” (Salvador del Mundo), un magnífico busto de Jesucristo esculpido por el genial Bernini. Está situado a la derecha de la entrada, bajo el hueco de una puerta adaptada ex profeso para ello.

Tallado en 1679, es la última obra escultórica que, a sus 81 años, realizó el polifacético artista, a la que él mismo denominó “su Benjamín”.

A decir de los expertos, Bernini sintetizó en esta obra su profunda espiritualidad, emociones y sentimientos. Pero no sólo eso, sino que resumió y condensó en ella todo su arte, transformando “lo bello” en “sublime”.

Un prolongado periplo mantuvo “desaparecida” esta estatua hasta 2001, cuando casualmente se localizó en un diminuto vestíbulo del Convento franciscano anexo. En él había permanecido desde 1960, en el completo anonimato y lejos de la admiración pública, tras haber deambulado por la Sacristía y la Capilla Albani de esta Basílica.

Tras su restauración, el “Salvator Mundi” se expone desde 2006 en esta minúscula estancia, donde, al menos, puede ser públicamente contemplado.

SALVATOR MUNDI

Destaca la “grandeza” de la escultura, cuyas proporciones (106 x 105 x 65 cm. de alto, ancho y fondo respectivamente), sobrepasan las dimensiones naturales de un busto “normal”.  Además, su estructura piramidal acentúa su monumentalidad, generando una agradable y majestuosa sensación de fascinante belleza.

La escultura se sustenta sobre un bello y armonioso pedestal de jaspe siciliano (de 49 cm. de ancho y 30 de altura). Es la misma base dispuesta originalmente por Bernini, elegida personalmente por el artista por su singular rareza, siendo una de las piedras preciosas más sutiles de la naturaleza.

El conjunto, busto y pedestal que lo sustenta, se halla hoy emplazado sobre una base rectangular de mármol que permite contemplarlo frontalmente. No obstante, la obra fue originalmente concebida para ser expuesta sobre una elevada base y convenientemente iluminada. Sólo así podríamos apreciar cómo el polifacético Bernini pintó en mármol.

Lamentablemente no se ha conservado el imponente soporte escenográfico que su autor diseñó primeramente para sustentar la estructura. Lo conformaban dos ángeles que, arrodillados, sostenían el busto y su base de jaspe, alcanzando una altura total de 3 metros. Además, la madera policromada (en dorado), junto con el moteado jaspe rojo y el blanco mármol, formaban una composición maravillosa, propia del talento de Bernini.

Para apreciar los detalles luminosos que en ella imprimió el artista (la intensidad del claroscuro en contraste con la refracción lumínica) debería observarse desde abajo y a distancia. Lamentablemente, tal y como hoy se expone, muchos de sus detalles escenográficos pasan desapercibidos. Pese a ello, si sabemos “mirar”, aún podremos vislumbrar sus ocultas peculiaridades.

Entre ellas destaca la perfección y brillantez con que el genial artista talló la vestimenta, que, aún con sus pliegues, semejan una delicada túnica de raso o seda. Toda una demostración en el manejo del drapeado (efecto visual producido por la indumentaria) mostrada por tan excelente artista.

También se aprecia el sutil talle de su rostro y manos (dedos finamente pulidos en sinuosas flexiones), que contrastan armoniosamente con su melena, más tenue. Un efecto logrado con en el singular tratamiento con que el artista cinceló los retorcidos y paralelos surcos de su cabellera.

Así mismo, fijándonos bien, la mano derecha del “Salvator Mundi”, dispuesta en aparente intención de “bendecir”, se aprecia agrandada viéndola de frente. Sin embargo, su proporción es correcta vista desde abajo. Igualmente, viendo su rostro de frente, se advierte la progresión de su ondulada barba que, en conjunto con el bigote y el rizoso cabello,  muestran una perfecta simetría.

Con todo ello logró Bernini, en suma, una creación perfecta de arte y fe, y con su impronta transformó los rasgos de Jesucristo en una emblemática obra maestra.

Es más, recientes estudios indagan sobre si los rasgos de Cristo aquí esculpidos fueron “inventados” por él. Hay constancia que Bernini visitó la ciudad italiana de Turín en 1665, y que allí pudo visitar y contemplar la Síndone: la Sábana Santa (el lienzo de lino que sirvió de mortaja a Jesucristo), la reliquia más sagrada de la cristiandad. Por ello no es descartable que el artista, de arraigado fervor religioso, se inspirase en ella para confeccionar tan sublime obra.

Así se desprende de recientes propuestas e investigaciones, donde, tras obtener sendas imágenes y compararlas superponiéndolas, se observa que son prácticamente coincidentes. Quienes estén interesados en ello pueden consultar lo publicado pinchando en este enlace.

La imponente escultura, mundialmente conocida por su denominación latina “Salvator Mundi”, no es tan sólo una excelente obra barroca. A lo largo de los siglos ha sido fuente de inspiración para multitud de artistas y de ella se han realizado numerosas copias.

Con su descripción, no sólo pretendemos fomentar su visita, que bien la merece, sino divulgar, en la medida de nuestras posibilidades, todo el arte que preserva la Infinita Roma: nuestra Roma Infinita.

 

BIBLIOGRAFÍA:

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