SANTA MARIA IN DOMNICA
La basílica de Santa Maria in Domnica se edificó, muy probablemente, sobre los restos de un templo dedicado a la diosa Isis, convertido más tarde en una caserna de los vigiles (los bomberos de la antigua Roma). En ese lugar es donde después solían reunirse los antiguos cristianos, y, según la tradición, donde estuvo la casa de Santa Ciriaca.
El apelativo “in Domnica”, de incierto origen, podría derivar del nombre “Ciriaca” (cuya traducción del griego sería «que pertenece al Señor», al Kyrios). O, quizás, de los “praedia dominica” (o dominicum), expresión con la que se solía indicar, por corrupción, un lugar primitivo de culto cristiano en terrenos de propiedad imperial, sobre los que se edificó la iglesia, cuyos restos más antiguos datan del siglo VII.
La elegante fachada renacentista, precedida por un gran pórtico con cinco arcos, se construyó por orden del papa León X en el siglo XVI.
El interior tiene tres naves divididas por 18 columnas, decoradas con capiteles corintios, de diferentes formas.
Los espléndidos mosaicos del arco triunfal y del ábside, encargados por el Papa Pascual I que, con el halo cuadrado de los vivos, aparecen al pie de la «Madonna con el niño», representan el mejor ejemplo conservado en Roma del llamado Renacimiento Carolingio.
La iglesia recibe la denominación de Santa Maria in Domnica alla Navicella por la fuente en forma de barco romano que se halla ante la iglesia, en la plaza homónima. La embarcación está levantada sobre un cipo de mármol e insertada en un macizo de flores cuadrangular. Está protegida por columnas conectadas con cadenas de hierro forjado.
Se supone que fue restaurada o construida por Andrea Sansovino, en 1519. No obstante, el diseño actual se remonta a 1931, cuando la nave fue reubicada y se transformó en la fuente actual. Está alimentada por el acueducto Acqua Felice.
La tradición refiere que la nave se halló cerca del Coliseo. Sería una ofrenda votiva a la diosa Isis, la protectora egipcia de los marineros. Seguramente se la dedicaron los marineros egipcios que pasaban por Roma (en sus cercanías estaban los «Castra Peregrinorum«, los cuarteles para los militares en tránsito). O, quizás, los marineros de la flota de Capo Miseno, que residían aquí. Éstos eran los encargados de maniobrar el «Velarium«, el enorme toldo que se usaba para aliviar del calor a quienes asistían a los espectáculos del Coliseo.