JARDÍN DE LOS NARANJOS
En la cima del monte Aventino se halla el Parque Savelli, más conocido “Giardino degli Aranci” (Jardín de los Naranjos).
Alrededor del primer milenio, la zona del Aventino se convirtió en baluarte de las luchas de la ciudad imperial. Hasta el siglo XV fue la fortaleza de la familia Savelli. Probablemente, su construcción fuese iniciada por Cencio Savelli (quien luego sería Papa con el nombre de Honorio III) y continuó durante todo el siglo XIII, hasta llegar, con varias fortificaciones, hasta la Marmorata.
La fortaleza controlaba el «puente Santa María» (el actual Puente Rotto), el paso a través del Tíber hacia el camino de acceso al Aventino, hoy conocido como el Clivo di Rocca Savella (el antiguo Vícolo di Santa Sabina, porque llevaba a esa iglesia). De esa antigua fortificación, concluida en el siglo XVI, sólo quedan sus viejos paredones, parte de los cuales hoy encierran el jardín cerrado que nos ocupa.
No obstante, su posición estratégica permitió a los romanos seguir usándola como baluarte. Desde aquí pudieron defenderse en 1849, cañoneando a las tropas francesas, posicionadas en Porta San Pancrazio.
Hoy, entre senderos inundados de aromas y sombras de sus pinos y naranjos, el lugar se ha transformado en un mágico rincón. Es una privilegiada atalaya desde la que contemplar el paso del Tíber serpenteando entre la multitud de cúpulas y campanarios que emergen de la Ciudad Eterna.
A la entrada del Jardín de los Naranjos, apoyada contra la pared derecha, hay una preciosa fuente. Ésta es fruto de una reconstrucción que unió una elegante bañera romana de granito egipcio y una preciosa máscara.
La máscara (diseñada por Giacomo della Porta y tallada en 1593 por el cantero Bartolomeo Bassi) estuvo originalmente colocada en el Campo Vaccino (en el Foro). Allí adornó otra cubeta de granito gris que servía de abrevadero. En la primera mitad del siglo XIX se desmanteló. Pío VII trasladó el estanque a la Plaza del Quirinal (Montecavallo) para adornar la fuente de Dioscuri. La máscara fue transferida unos años más tarde al centro de la ciudad. Se situó en una terraza con vistas al Puerto Leonino, donde decoró una modesta fuente-sarcófago.
En 1897 se construyeron los muros de contención del Tíber. Entonces, se desmanteló nuevamente y se almacenó en los depósitos municipales. Ya en 1936 se colocó en su actual emplazamiento, dentro de un nicho de ladrillo tallado en la pared, acompañando definitivamente a la elegante bañera de granito egipcio.