PIRÁMIDE DE CAYO CESTIO
Esta singular construcción, la Pirámide de Cayo Cestio, es el túmulo funerario de un alto magistrado de la Roma del siglo I.
Su presencia, aunque anacrónica para este tipo de monumentos, está justificada por la “moda” innovadora del momento. Si bien lo oriental, en general, era tenido entonces como exótico, desde que Octavio Augusto conquistó Egipto (30 a.C.), lo egipcio, en particular, representó el culmen del ornato, de la belleza y de la magnificencia de Roma.
No es de extrañar que Cayo Cestio, fallecido entre 18 y el 12 a.C., quisiese perpetuar así, ostentosamente, su memoria, con el símbolo más sagrado del país del Nilo. No obstante, se desconoce si su construcción respondía a un profundo convencimiento de Cestio en las creencias egipcias de ultratumba, o fue tan sólo una extravagancia. Quizás fuese una simple admiración por la estética egiptizante del momento.
Sea como fuere, lo que es evidente es que entonces imperaba en Roma un culto desmesurado por lo egipcio. No sólo en lo estético, sino también en lo religioso. De ello da fe la construcción, en 43 a.C., en pleno centro del Campo de Marte, del Templo de Isis (también conocido como Serapeum, o Iseo Campense). Su culto arraigó profundamente en la ciudad y generó multitud de adeptos.
Y, aunque en esa época se construyeron varias pirámides como túmulos funerarios (al menos constan cuatro documentadas), la Pirámide de Cayo Cestio es la única que ha llegado a nuestros días.
Por estar entonces prohibidas las tumbas dentro de la ciudad, Cayo Cestio ubicó su túmulo piramidal a las afueras de Roma, en la antigua vía Ostiensis, la principal ruta que unía Roma con el gran puerto de Ostia. Hoy, al haberse elevado el nivel del área circundante, se aprecia considerablemente reducida, pero aún puede percibirse la imponente presencia de la que, originariamente, debió alardear.
La pirámide alcanza una altura de 36’30 metros. Se asienta sobre una plataforma de hormigón, rematada con una base de travertino, de 28’78 metros de lado. Se construyó a partir de un núcleo de hormigón armado, con una cortina de ladrillo. Está enteramente recubierta con bloques de mármol “lunense” (de Carrara).
Una valla realizada con bloques de toba, aun parcialmente visible, la rodeaba. En sus esquinas había cuatro columnas (sólo las opuestas a via Ostiense se han levantado). Además, dos estatuas, presumiblemente del difunto, flanqueaban la puerta de entrada, que se tapió tras el entierro (al igual que tales construcciones egipcias).
Una inscripción dedicatoria, tallada en los lados Este y Oeste de la pirámide, de modo que fuese visible desde ambos flancos, identifican la propiedad del monumento funerario. En ellas, se lee:
C · CESTIVS · L · F · POB · EPVLO · PR · TR · PL · VII · VIR · EPVLONVM
(CAYO CESTIO, HIJO DE LUCIO, DE LA TRIBU POBILIA, EPULO, PRETOR, TRIBUNO DE LA PLEBE, SEPTEMVIRI DE LOS EPULONES).
Según esta inscripción, sabemos que Cayo Cestio, del que se ignoran más datos, fue Pretor y Tribuno de la Plebe. Además, era un septemviri epulorum; es decir, uno de los siete miembros de los Epulones. Éstos eran un cuerpo especial creado en el año 196 a.C. e integrado por siete sacerdotes. En la antigua religión romana, tenían por misión organizar las fiestas y los juegos (ludi). Velaban por el abastecimiento y el buen desarrollo de los convites públicos y los banquetes sagrados que durante ellos se celebraban, muy especialmente los dedicados a Júpiter.
Debajo de esta inscripción, en el lado Este, una segunda inscripción más pequeña (muy deteriorada) registra las circunstancias de la construcción de la tumba. En ella se lee:
OPVS · APSOLVTVM · EX · TESTAMENTO · DIEBVS · CCCXXX · ARBITRATV PONTI · P · M · CLA · MELAE · heredis · ET · Pothi · L
(EL TRABAJO SE COMPLETÓ, SEGÚN LA VOLUNTAD TESTAMENTARIA, EN 330 DÍAS, POR OBRA DEL HEREDERO LUCIUS PONTUS MELA, HIJO DE PUBLIUS, DE LA FAMILIA CLAUDIA, Y DE SU LIBERTO POTHUS).
Al parecer, ese fue el plazo testamentario que Cayo Cestio dio a sus herederos para rematar la construcción, 330 días. De no haber cumplido su deseo, perderían la enorme herencia que les legaba. Y heredaron, pues parece ser que la pirámide se concluyó con algunos días de antelación.
Durante siglos permaneció aislada, alzándose libre sobre la antigua via Ostiensis, hasta que se incorporó a las murallas defensivas de la ciudad.
El peligro de las invasiones bárbaras (mediados del siglo III d.C.) requirió la necesidad de fortalecer las defensas de Roma. Fue el emperador Aureliano quien, entre 271 y 275 d.C., construyó un nuevo cinturón amurallado más fortificado, la Muralla Aureliana. Para favorecer su rápida construcción y minimizar costes (al igual que se hiciera con el Anfiteatro Castrense), la Pirámide de Cayo Cestio se incorporó a su perímetro defensivo.
Integrada en la muralla, formaba un bastión triangular con la Porta Ostiensis (Puerta Ostiense), que tomó su nombre por la antigua la via Ostiense, donde se asentó. No obstante, al decaer la importancia de Ostia y de su puerto, ya en el siglo VI, la puerta se renombró como Porta San Paolo (Puerta de San Pablo), pues esa misma vía era la que seguían multitud de peregrinos para visitar la tumba del apóstol Pablo, en la cercana Basílica de San Paolo fuori le Mura (San Pablo Extramuros).
Aún hoy puede verse integrada como parte de los muros aurelianos, lo que presumiblemente evitó que, como sucedió con otros monumentos, fuese demolida o desmantelada sin compasión.
Así permaneció hasta el siglo pasado, cuando el tramo que la unía con la Puerta Ostiense fue bombardeado en 1943. Ya no se reconstruyó, sino que se abrió la actual vía Raffaele Persichetti.
Con el tiempo, los orígenes de la Pirámide se olvidaron; tanto, que en la Edad Media era conocida como Meta Remi, suponiendo que era la mítica “Tumba de Remo”. Algunos autores de entonces, incluso Petrarca en el siglo XIV, la suponían como contrapartida a la Meta Romulus, la supuesta “Tumba de Rómulo”. Aunque el error (“por no haber querido el gran hombre descubrir la inscripción cubierta de arbustos») lo advirtió y criticó el humanista italiano Poggio Fiorentino, nadie le hizo caso, y pasó desapercibido.
Así, aparecen representaciones de ambas en pinturas y grabados de la época, como puede apreciarse, entre otros ejemplos, en “La visión de la cruz”. Es uno de los frescos que decora las habitaciones de Rafael, en el Vaticano, obra de los ayudantes del pintor.
La Meta Romulus era otra tumba piramidal, de origen desconocido y de características similares, que hubo entre el Vaticano y el Mausoleo de Adriano. Fue desmantelada en el siglo VII por el Papa Dono I (676-678). Éste usó algunos de sus sillares para los construir la escalinata de la primitiva Basílica de San Pedro; incluso el Papa Alejandro VI (Rodrigo Borgia, Papa de 1492 a 1503) la utilizó como cantera, entre 1496-1499, para edificar el distrito Borgo Nuovo. Aunque parte de ella se mantuvo en pie hasta 1518, con el paso del tiempo se fue desvaneciendo paulatinamente. Hoy no queda rastro de ella.
Al identificarlas, erróneamente, con las tumbas de Rómulo y Remo (los míticos fundadores de Roma), surgieron varias leyendas medievales que, por analogía, las hicieron corresponder con los fundadores de la Iglesia, San Pedro (en el Vaticano) y San Pablo (en vía Ostiense). Los peregrinos de entonces estaban convencidos de que, antes de llegar al Vaticano para visitar la tumba de San Pedro, se encontrarían con la tumba del fundador de Roma antes que la del fundador de la Iglesia. Y lo mismo pensaban al ver la Pirámide de Cestio cuando se dirigían a San Paolo fuori le Mura.
Lo que sí es cierto es que, a principios del siglo XVII, la pirámide estaba muy descuidada y cubierta de una densa vegetación. El Papa Alejandro VII (Fabio Chigi, Papa de 1655 a 1667) pretendió inicialmente transformarla en una iglesia (consta un proyecto de Borromini). Pero, afortunadamente, no se realizó. Sin embargo, se encargó de su restauración en 1663. Además, autorizó el acceso a su interior. Así lo recuerda una placa colocada en la pared occidental. Ésta conmemora los trabajos de excavación y restauración realizados, tanto en la pirámide como en sus inmediaciones:
INSTAVRATVM · AN · DOMINI · MDCLXIII
Entonces, tras excavar un pequeño túnel en el lado Oeste, se llegó al corazón del edificio. Se halló una cámara funeraria prácticamente vacía, de 5,95 x 4,10 m. de base, y 4,80 m. de altura, cubierta con bóveda de cañón. Su interior, que previsiblemente no albergase grandes riquezas, pues Augusto había prohibido la ostentación y el lujo dentro de las tumbas, presentaba apariencia de haber sido saqueada mucho antes.
Tan sólo se hallaron junto a la pirámide restos de columnas, pedestales y fragmentos de estatuas de bronce que éstos debieron sostener, presumiblemente del finado. También había varias losas de mármol inscritas con su voluntad testamentaria (hoy expuestas en los Museos Capitolinos). En ellas constaba la siguiente inscripción (registrada en un grabado por Pietro Santi Bartoli, en 1697):
M · VALERIVS · MESSALLA · CORVINVS · // P · RVTILIVS · LVPVS · L · IVNIVS · SILANVS · // L · PONTIVS · MELA · D · MARIVS · // NIGER · HEREDES · C · CESTI · ET ·
L · CESTIVS · QVAE · EX · PARTE · AD · // EVM · FRATRIS · HEREDITAS · // M · AGRIPPAE · MVNERE · PER · // VENIT · EX · EA · PECVNIA · QVAM ·
PRO · SVIS · PARTIBVS · RECEPER · // EX · VENDITIONE · ATTALICOR · QVAE // · EIS · PER · EDICTVM · // AEDILIS EN · SEPVLCRVM ·
C · CESTI · EX · TESTAMENTO · // EIVS · INFERRE · NO · LICVIT ·
Esto identifica a los herederos de Cestio:
- Marcus Valerius Messala Corvinus, un famoso general.
- Publius Rutilius Lupus, un orador cuyo padre, del mismo nombre, había sido cónsul en el 90 a.C.
- Lucius Junius Silanus, miembro de la distinguida gens Junia.
Éstos habían erigido las estatuas y sus bases con el dinero recaudado de la venta de valiosos tapices (attalici). Al parecer, Cayo Cestio habría hecho constar en su testamento que esos paños, tejidos con hilos de oro, debían depositarse en su tumba, a la manera ritual egipcia. Pero esta práctica había sido prohibida por Augusto, como se mencionó anteriormente.
De las pinturas que decoraron las paredes interiores, encaladas y recubiertas de estuco, apenas quedan trazas. Sin embargo, con ocasión de esta restauración, fueron fielmente documentadas por Ottavio Falconieri. Destacan varios frescos en los que aparecen mujeres, representadas como sacerdotisas, preparando una ceremonia religiosa, entre guirnaldas, ofrendas e instrumentos musicales. Además, en las esquinas del techo se muestran cuatro Victorias aladas. Eran refinados frescos que posiblemente homenajearan la excelsa actividad que, como septemviri epolorum, realizara en vida el difunto Cestio.
La contaminación que genera el tráfico rodado obligó a realizar una primera limpieza a fondo en 1970. En 2002 se acometió otra limpieza en profundidad; en esta ocasión los costes corrieron a cargo de la empresa ATAC, encargada del transporte público en Roma.
Sin embargo, el progresivo deterioro que presentaba en los últimos años, requirió una completa restauración. Se realizó entre 2013 y 2014, gracias al patrocinio privado. La costeó, altruista e íntegramente (1 Millón de Euros), el empresario japonés Yugo Yagi, director gerente de “Yagi Tsusho Limited”, una empresa del mundo de la moda asentada en Osaka. Una placa colocada junto a la pirámide conmemora este evento.
Además, para preservarla exteriormente de los daños del intenso tráfico circundante, en esta ocasión se le aplicó una sustancia especial que repele biológicamente los microorganismos. Interiormente se instalaron elementos de acero para asegurar los bloques de mármol y la estructura de hormigón. Al mismo tiempo, un equipo de arqueólogos especializados acometieron una nueva investigación interna de la pirámide (aún se desconocen sus resultados).
Fruto de esta restauración, Roma consiguió el premio Europa Nostra 2017.
Durante siglos ha sido insigne testigo de la Historia. Y aún permanece expectante, desafiando el inevitable destino que a todos nos aguarda.
Junto a ella, en los muros situados a su izquierda, cuatro placas rememoran los encarnizados combates que durante la ocupación alemana tuvieron lugar en sus inmediaciones. Dos de ellas, colocadas a instancias de las Asociaciones Partisanas y del Ayuntamiento de Roma, conmemoran la Resistencia romana: una, en memoria de los ciudadanos (1947), y otra, en recuerdo de las mujeres (1990). La tercera losa, colocada aquí el 4 de junio de 1984, conmemora el desembarco aliado en Anzio, acaecido justo cuarenta años antes. La cuarta, colocada el 24 de marzo de 1980, está dedicada a todos los Caídos de la Resistencia y a las víctimas del Terrorismo.
También se reubicó aquí, trasladada desde la cercana Puerta Capena, una columna que creara la ciudad en 1954. Es un monumento dedicado a todas las Unidades Militares que contribuyeron a la defensa de Roma los días 8, 9 y 10 de septiembre de 1943, tras la firma del armisticio entre Italia y las Fuerzas Aliadas. Entonces fallecieron 597 personas: 414 militares y 183 civiles (de ellos, 55 mujeres).