IGLESIA DE LOS SANTOS LUCAS Y MARTINA
HISTORIA DE LA IGLESIA DE LOS SANTOS LUCAS Y MARTINA
En el año 625 d.C, el Papa Honorio I ordenó la construcción del templo, dedicándolo a Santa Martina, martirizada en 228 d.C., en tiempos de Alejandro Severo. Era conocida como “la iglesia en los tres foros”, pues se levantaba donde confluía el Foro Romano con los Foros de Augusto y de César, en el lugar donde estuvo emplazada la primitiva Curia Hostilia.
En su primer diseño la iglesia tenía planta rectangular, y fue restaurada en 1256. Así llegó hasta el siglo XVI, cuando el papa Sixto V, buscando espacio en la plaza de Santa María la Mayor, hizo demoler la iglesia de San Lucas de los Pintores, cuyo patronazgo lo ejercía la Academia di San Luca. En compensación, les adjudicó esta iglesia en 1558.
Cuando Pietro da Cortona (Pietro Berrettini, artista muy apreciado por los Barberini) fue elegido presidente de la Academia, obtuvo el derecho a construir en la iglesia su propia capilla funeraria «siempre y cuando reparase el daño y embelleciese a su gusto y a su voluntad» (es decir, a expensas propias).
Cortona decidió rededicar la Iglesia a San Lucas (patrono de los pintores y cuyo gremio él representaba), pero respetó la dedicación original al hallar bajo el altar, donde pretendía ubicar su panteón familiar, las reliquias de Santa Martina junto con las de otros mártires. Ante este insospechado hallazgo, el entonces Papa Urbano VIII y su sobrino, el cardenal Francesco Barberini, financiaron la construcción de la nueva iglesia. Cortona inició las obras en 1635.
La planta es una monumental interpretación de la de cruz griega. Los remates de la cruz tienen forma semicircular, especialmente el de acceso, marcando así el eje longitudinal hacia el altar. Las fachadas estaban muy próximas entre ellas. Para evitar “rivalidad” entre ellas, Cartona resolvió darle a una de las fachadas y a la cúpula el protagonismo total.
La fachada, de un vivo barroco, se divide en dos cuerpos (superior e inferior). Ambos son de igual anchura, en un movimiento convexo, tanto arriba como abajo, donde, por la ausencia del frontón (originalmente proyectado) se aprecia el fuerte empuje vertical que permite ver la cúpula desde el suelo. Es una fachada sólida, de gran plasticidad, que parece sea deformable, que se mueva, repleta de salientes y entrantes, creando un ameno juego de claroscuros. Los laterales rectos parecen oprimir al centro, que se abomba, creando un aparente movimiento convexo.
El interior está dividido en dos zonas bien diferenciadas en altura, creando ámbitos distintos: el terrenal y el celestial. El primero se configura mediante un muro macizo, casi muscular, que, con su movimiento vital y vibrante, crea con las columnas y las pilastras adosadas una piel, un esqueleto, con el que la iglesia parece cobrar vida. Como una gigantesca ameba que tiende a abrazar al observador, a envolverlo.
La parte superior parece abrirse hacia el Cielo. Las ventanas contribuyen a llenar todo el espacio de luz (símbolo de la presencia divina), configurándose como un espacio aparentemente ingrávido. Su decoración, con casetones mixtilíneos cuyo tamaño disminuye a medida que se elevan, toda en blanco y dorado, repleta de putti, ángeles, santos… que nos observan desde la cúpula con sus ojos blancos, genera una mayor sensación de alejamiento, creando un efecto óptico de lejanía divina que roza lo celestial.
El Altar Mayor, obra de Pietro da Cortona, está realizado en mármol de diferentes colores. Sobre él hay un lienzo de “San Lucas pintando a la Virgen”, copia de un original (hoy en la Academia Nacional de San Lucas) atribuido a Rafael Sanzio. Debajo hay una delicada estatua, en mármol blanco, de santa Martina, obra de Nicolo Menghini. El transepto izquierdo es un diseño realizado en 1692 por Carlo Fontana, completado con un coronamiento de Carlo Buratti en 1722. Lo preside un lienzo de Sebstiano Conca: “Asunción de san Sebastián”. El transepto derecho acoge un magnífico “Martirio de san Lázaro”, obra de Lazzaro Baldi, cuyos restos también reposan en esta iglesia.
Dos escaleras bajan a la iglesia inferior, donde un corredor conecta con la capilla de Santa Martina. Ésta se encuentra bajo el Altar Mayor y directamente bajo la cúpula de la iglesia. Es visible gracias a una abertura circular en la bóveda de la capilla. Es octogonal y está ricamente decorada con mármoles y dorados bronces.
La cripta, magistral, es obra de Pietro da Cortona. Contiene (aparte de una placa con su Testamento y el panteón familiar), dos preciosos bajorrelieves, en estuco. Ambos son obra de Alessandro Algardi: “Cristo muerto con la Virgen” y “El Padre”.
En el interior de la puerta principal una losa de piedra marca el lugar de enterramiento de Cortona, fallecido en 1669. Junto a él, en la pared, hay un Memorial con su busto, obra de Bernardo Fioiti.