FUENTE DE LAS ABEJAS
La Fuente de las Abejas (Fontana delle Api) está ubicada en la plaza Barberini, al principio de la via Vittorio Veneto. Originalmente, aunque en la misma plaza, estuvo emplazada en la confluencia con Via Sistina, apoyada contra el Palazzo Soderini.
Es obra del genial Bernini, quien la concluyó el 6 de abril de 1644, a instancias del Papa Urbano VIII (Maffeo Barberini, Papa de 1623 a 1644). La obra se ideó inicialmente como complemento público a la monumental Fuente del Tritón, ubicada en la misma plaza, a fin de recoger parte de sus aguas y servir de abrevadero para las caballerías de la época.
Sin embargo, Bernini, en lugar de construir un simple abrevadero, creó una artística fuente, en forma de concha bivalva abierta. La parte superior (originalmente apoyada contra el Palazzo Soderini), captaba las aguas procedentes de la gran Fuente del Tritón, mientras que la concha inferior recogía la que fluía de tres abejas, simétricamente dispuestas bajo la concha superior.
De esas tres abejas que la ornamentan toma su nombre la fuente. Bernini las esculpió aquí para honrar a su promotor, Maffeo Barberini, al ser su emblema heráldico familiar (símbolos de Laboriosidad, Dedicación y Elocuencia).
Y, si bien en un principio la fuente recogía mucha agua de la Fuente del Tritón, de las tres abejas brotaba menor flujo. De ello los ávidos romanos de la época, comparándola con la sutil actividad del gobierno, llegaron a una lógica conclusón: se recaudaba mucho dinero de los impuestos de la gente, pero el gobierno, en cambio, daba pocos servicios.
Incluso el genuino Pasquino, la estatua parlante más famosa de Roma, tomó nota de ello. Así, ante la apariencia de las tres abejas, que parecía que estaban “bebiendo canela”, jocosamente, aludiendo a los impuestos de los Barberini, se pronunció de esta manera:
«EN LUGAR DE PRODUCIR MIEL, LA CHUPAN».
La fuente estuvo en su emplazamiento original hasta 1865. Sin embargo, posiblemente por ser un obstáculo al creciente tráfico de la época, fue (“salvajemente”) desmantelada y traslada a los almacenes municipales.
No obstante, gracias a la insistencia estudiantil, pudo ser recuperada, pese a que las piezas originales se habían extraviado, a excepción del fragmento que contenía la abeja central y la concha inferior. El escultor italiano Adolfo Apolloni, responsable del departamento municipal de Bellas Artes, la reconstruyó. Éste recompuso los escasos restos que quedaban y restauró los dañados (originalmente de mármol lunense, blanco) con mármol travertino gris (recuperado de la derribada Puerta Salaria).
La concha inferior ya no descansa directamente en el suelo, sino que se sustenta en una base rocosa. Tampoco la superior se apoya en ninguna pared, sino que está aislada. Incluso el epígrafe que en ella constaba, aunque en esencia dice lo mismo, no se corresponde con el original. En este estado embellece su actual emplazamiento desde 1916.
La fuente consiste en una gran concha, con las válvulas abiertas. El pilón circular inferior (el “avión”), sirve como cuenca de recolección del agua, que surge de las tres abejas colocadas bajo la concha superior.
Un epígrafe labrado en la concha superior recuerda la obra, su intencionalidad y su pública utilidad:
“VRBANUS VIII PONTIFEX MAXIMVS FONTI AD PUBLICVM VRBIS ORNAMENTUM
EXSTRVCTO SINGVLORVM VSIBVS SEORSIM COMMODITATE HAC CONSVLVIT ANNO MDCXLIV PONT XXI”
(EL SUMO PONTÍFICE URBANO VIII, CONSTRUIDA UNA FUENTE PARA PÚBLICO ORNAMENTO DE LA CIUDAD, HIZO CONSTRUIR APARTE ESTA FUENTECILLA PARA EL USO DEL PUEBLO EN EL AÑO 1644, VIGÉSIMO PRIMERO DE SU PONTIFICADO).
Como curiosidad, la inscripción original que Bernini esculpió en ella contenía una inexactitud. En ella constaba que Urbano VIII había realizado la obra en “PONT XXII» (año 22 de su pontificado). Pero, realmente, faltaban aún dos meses para alcanzarlo. El autor expresaba así su sincero deseo ante la inminente llegada del nuevo año pontifical. Sin embargo, este gesto de Bernini fue mal entendido por los romanos, que se burlaron de ello y fue objeto de muchas críticas. El cardenal Barberini (sobrino del Papa) tuvo que enviar a un cantero para ajustar el texto a la realidad, eliminando una “I”, dejando escrito sólo “XXI”.
El resultado fue aún peor. La gente pensó que el cardenal pretendía que el Papa no ocupase un año más el trono papal. Se consideró como señal de “mal augurio”, presagiando que Urbano VIII no llegaría al año XXII de su pontificado. E, inexplicablemente, así sucedió, pues falleció tan sólo ocho días antes de alcanzarlo.
Con cierta frecuencia la fuente es objeto de algún que otro acto vandálico. Por ello ha sido restaurada en 2.000 y 2.005. Y, aunque su historia pasa prácticamente desapercibida, conviene recordarla. Pura efervescencia del genial Bernini.
2 Comentarios
Burgundus
Excelente, gracias por la entrada
J. Méndez
Gracias a ti por leernos 🙂