PIRANESI
PERSONAJES

PIRANESI

Giovanni Battista Piranesi fue un arquitecto, arqueólogo, anticuario, investigador, tratadista y afamado grabador italiano. Era hijo de Angelo Piranesi, cantero y maestro de obras, y de Laura Lucchesi. Nació en Mogliano Veneto (Venecia), un 4 de octubre de 1720, y falleció en Roma, el 9 de noviembre de 1778.

Inició su formación en Venecia (entonces República independiente), donde descubrió los secretos de algunas construcciones de la antigüedad y, entre otras, las obras de dos excelsos arquitectos:

 

  • Vitrubio (Marco Vitruvio Polión, 80/70 a.C.-15 a.C.), el insigne arquitecto, ingeniero y escritor romano. Fue el autor del tratado más antiguo sobre arquitectura que se conserva, “De Architectura”, el único de la Antigüedad clásica.

 

  • Palladio (Andrea di Pietro della Góndola, 1508-1580). Fue uno de los mayores arquitectos de su tiempo y el máximo referente para la arquitectura clásica de la época. En honor a Palas Atenea, diosa griega de la sabiduría, cambió su apellido, y fue más conocido como Andrea Palladio.

 

Su tío materno Matteo Lucchesi, arquitecto, y entonces Magistrato delle Acque de la República de Venecia, le instruyó en ingeniería hidráulica. A menudo le acompañó en la supervisión de los sistemas hidráulicos de la ciudad, y le aportó nociones de diseño arquitectónico. Gracias a él, Piranesi pudo relacionarse con los mejores arquitectos y anticuarios venecianos. Continuó su formación bajo la tutela del arquitecto palladiano Giovanni Salcafarotto y del grabador Carlo Zucchi, con quien se inició en el ejercicio de la perspectiva.

Estas experiencias incentivaron sus facultades imaginativas y le proporcionaron el amplio repertorio visual que posteriormente reflejaría en sus Vedute (Vistas) y en sus Capricci (Caprichos, fantasías arquitectónicas).

A los 20 años, en busca de mayores expectativas laborales, se trasladó a Roma (1740). Llegó como delineante de la expedición diplomática del nuevo embajador veneciano Marco Foscarini. La decadente belleza de la Ciudad Eterna le causó una profunda impresión:

 

“Cuando me di cuenta de que numerosos monumentos antiguos de Roma estaban abandonados en campos o jardines, o convertidos en canteras para nuevas construcciones, decidí preservar el recuerdo con mis grabados. E intenté hacerlo con la mayor exactitud posible”.

 

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Grabado de la Via Appia por Piranesi

 

En vista de ello, se decantó por la Arqueología. Quizá porque entonces la Arqueología no era aún una ciencia seria; más bien era un arte: el arte del saqueo.

Realizó, como si de un notario se tratase, innumerables ilustraciones de sorprendente calidad, reflejando fielmente las ruinas existentes y los hallazgos que entonces iban apareciendo.

Aquí toma contacto con el eminente filólogo y erudito Bottari (Giovanni Gaetano Bottari). También con el coleccionista Nicola Giobbe. Ambos le introducen en el círculo papal y en el ambiente de los arquitectos romanos del momento:

 

  • Asiste al taller escenógrafo de los hermanos Giuseppe y Domenico Valeriani.
  • Conoce, por Pier Leone Ghezzi, la tradición de lo antiguo en la figuración romana.
  • La relación con el aguafortista Felice Polanzani le afianza en las posibilidades expresivas del grabado.
  • Y aprendió las técnicas del aguafuerte trabajando con Giuseppe Vasi, el más famoso grabador de la época.

 

Con él elaboró sus primeros grabados, “Vistas de la ciudad” (Vedute), destinados a guías ilustradas. Las impresiones de Vasi a menudo incorporaban texto de Piranesi con información sobre dónde se descubrieron los objetos y su ubicación contemporánea, así como dedicatorias a patrocinadores, colegas, visitantes y personas influyentes. Detalles propios de Piranesi que mantendría en casi toda su obra posterior.

El contacto con todos estos mentores y la experiencia con ellos adquirida le sirvieron a Piranesi de base donde afianzar su proyecto artístico vital: exaltar la magnificencia de Roma a través de sus estampas. Tanto que, con el tiempo, superaría en fama e innovación al mismo Vasi.

Así, en 1743, con tan sólo 23 años, publicó ya su primera serie de estampas: “Prima Parte di Architettura e Prospettiva” (Primera Parte de Arquitectura y Perspectiva). Es una colección de doce grabados de templos imaginarios, palacios, ruinas, así como una prisión.

Motivado por el descubrimiento de Herculano, viajó a Nápoles y visitó los hallazgos. Ello acrecentó aún más su interés por la arqueología y el clasicismo de la Roma Antigua.

Una breve estancia en Venecia le permitió conocer la obra del pintor y grabador veneciano Tiépolo (Giovanni Battista Tiépolo), el último gran pintor del barroco. También conoció los famosos “Paisajes urbanos de Venecia”, del pintor Canaletto (Giovanni Antonio Canal). Y se hizo agente del grabador y vendedor de impresiones alemán Joseph Wagner, retornando definitivamente a Roma en 1745.

 

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Grabado de la Fontana de Trevi por Piranesi

 

Roma era entonces centro artístico y un alto imprescindible en el “Grand Tour” europeo (antecedente del moderno turismo cultural) para artistas, escritores, estudiantes y turistas. Los grabadores producían para ellos las primeras “estampas” que, a modo de souvenirs turísticos, daban expresión a la pasión por las ruinas arqueológicas y el pasado monumental de la ciudad.

En torno a 1745, en vista de que como arquitecto no podía prosperar, decidió establecerse por sí mismo. Abrió un taller propio en la vía del Corso, frente a la Academia de Francia, sobre quienes posteriormente ejercería una influencia considerable.

Allí inició su proyecto gráfico “Vedute di Roma” (Vistas de Roma) como medio fácil de ganarse la vida. Fueron una serie de 135 grabados en aguafuerte con los que afianzó su fama, al tiempo que renovaba los sistemas de investigación y conocimiento de esta ciencia. Realizados en grandes tiradas, que los hacían muy asequibles, inmortalizó en ellos las ruinas de la Antigua Roma, con un amplio recorrido por la Roma Imperial.

 

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Grabado del Panteón por Piranesi

 

Realizó más 1.000 grabados sobre los Foros, el Campidoglio, la Plaza de San Pedro, el Coliseo, el puente Sant’Angelo, el Panteón, Piazza Navona, etc. (del Arco de Tito llegó a realizar más de 4 versiones diferentes).

Por aquél entonces contrae nupcias con Ángela Pasquini, con quien tendría cinco hijos. Tres de ellos –Laura, Francesco y Pietro– aprenderían y trabajarían con él y, a la postre, heredarían el taller paterno.

En sus reconstrucciones clásicas, Piranesi refleja su amplio conocimiento de la ingeniería romana, exhibiendo un perfecto dominio de la geometría y de la perspectiva. Incluso el mismo Piranesi las consideró “verdaderas ruinas parlantes”. Lejos de ser tan sólo fieles reconstrucciones, denotan su particular gusto por la escala heroica y monumental de la arquitectura antigua.

 

Grabado de la Pirámide de Cayo Cestio por Piranesi

 

Prueba de ello fue su obra “Antichità Romane” (Antiguedades Romanas), uno de los textos eruditos en donde exalta la originalidad del arte romano. En estos grabados se incluían imágenes fidedignas y exactas de las ruinas existentes, al igual que reproducciones imaginarias de antiguos edificios en los que la alteración de la escala y la yuxtaposición de elementos contribuían a realzar su grandiosidad. Publicada en 1756, esta obra le reportó un enorme reconocimiento internacional.

Tanto fue así, que sólo un año más tarde fue nombrado miembro honorario de la “Society of Antiquaries” de Londres. Y pocos años más tarde, en 1761, fue admitido en la “Academia de San Lucas” de Roma (la actual Academia Nacional de San Lucas), a la que donó gran parte de sus obras impresas hasta el momento.

Pese a su exquisito afán descriptivo, Piranesi no renunció a la creatividad que bulle por las venas de todo artista.

Así, entre 1745 y 1760 realizó una particular serie de grabados (publicadas en dos ediciones) que denominó “Carceri d’Invencione” (Prisiones de Invención).

 

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Grabado de una prisión por Piranesi

 

Son una serie de fantásticas, imaginarias, solitarias y lóbregas prisiones en las que mostró un mundo visionario, donde reina la ausencia de luz y libertad. Transformó las ruinas romanas en enormes y oscuros pasadizos, repletos de empinadas escaleras que no conducen a ninguna parte. Y, para dotarlas de mayor dramatismo, les añadió toda una serie de elementos violentos, representados como instrumentos de tortura (cadenas, poleas, grúas, etc.…).

En “Carceri d’Invencione”, Piranesi desafió la realidad arquitectónica, rompiendo el espacio para jugar con la perspectiva, la iluminación y la escala. Fue una innovadora y particular forma de trabajar el aguafuerte, desconocida hasta entonces. Piranesi usó puntas de diferente diámetro y, dentro del ácido, expuso el cobre a sucesivos tiempos de “mordida”, logrando variadas profundidades en sus tallas. Trabajó directamente sobre las planchas, e incluso las retocó sucesivamente. Con esta audacia, consiguió la máxima expresividad en los efectos y en los valores pictóricos de la imagen.

 

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Grabado de una prisión por Piranesi

 

Llegó a ser tal su destreza técnica que, ante el mismo Papa Clemente XIII, reconocía:

 

“Para mí es tan fácil grabar una lámina como para Vuestra Santidad dar una bendición”.

 

Si bien en el momento de publicarse no tuvieron ningún éxito, con el tiempo las Carceri d’Invencione ejercieron una notable influencia en el Romanticismo del siglo XIX. E incluso en el Surrealismo del siglo XX, donde fueron fuente de inspiración para artistas de la época. Incluso los fotógrafos actuales aún tratan de obtener con sus objetivos los encuadres logrados por Piranesi.

En el mundo del cine, por ejemplo, sus visiones han tenido una enorme repercusión escénica en filmes como:

 

  • “La Huelga” (Serguéi Mijáilovich Eizenshtéin, 1924).
  • “Metrópolis”  (Fritz Lang, 1927).
  • “Ciudadano Kane” (Orson Wells, 1941).
  • “Blade Runner” (Ridley Scott, 1982).
  • “Shutter Island” (Martin Scorsese, 2010).

 

En 1761 publicó “Del Castello dell’Acqua Giulia”, un grupo de láminas dedicadas al acueducto Acqua Giulia. Sus estructuras sirvieron a Piranesi para documentar los distintos detalles de la conducción, así como los restos conservados. Aquí, su actividad de documentación fue extremadamente original para la época, al indicar las características del material empleado en la elaboración del núcleo no visible de la estructura.

 

Grabado del Acqua Giulia por Piranesi

 

Destaca la representación del castellum (más conocido hoy como Ninfeo de Alejandro Severo), que dividió en dos secciones: una paisajística, y otra explicativa, detallando los elementos técnicos y arquitectónicos.

Un año más tarde publicó “Il Campo Marzio dell’Antica Roma” (El Campo de Marte de la Antigua Roma), donde muestra sus conocimientos de ingeniería y revela su especial admiración por todos los logros alcanzados por la civilización romana en ese campo.

La llegada al solio papal del veneciano Clemente XIII afianzó la posición de Piranesi. Veneciano como él, y con lazos familiares entre sí (algunos fueron padrinos de sus hijos), Clemente XIII (Carlo della Torre di Rezzonico, Papa de 1758 a 1769) fue su mecenas en Roma. Con su patrocinio, logró editar “Della Manificenza ed Architettura dei Romani” (Del Mantenimiento y Arquitectura de los Romanos), una obra donde exaltaba la supremacía de la arquitectura romana sobre la griega. Y en 1765 publicó su corpus teórico fundamental, “Parere sull’ Architettura” (Opinión sobre Arquitectura).

También logró subvenciones para algunas excavaciones en Roma, en Castelgandolfo y en el lago Albano, e incluso en Tívoli. Como arquitecto, el Papa le encargó rediseñar la tribuna del ábside de la catedral de Roma, San Giovanni in Lateranno (San Juan de Letrán), que, sin embargo, no llegó a realizar.

El único edificio que Piranesi realizó como arquitecto fue la reconstrucción de la iglesia de Santa María del Priorato (aquí está enterrado). Ubicada en la colina del Aventino, la iglesia forma parte de la Villa Magistral, sede de los caballeros de la Orden de Malta en Roma.

 

Santa María del Priorato

 

Junto con la reestructuración de la villa y la plaza que la precede, la reestructuración de la iglesia le fue encargada en 1764 por el cardenal Giovanni Battista Rezzonico, entonces Gran Prior de la Orden (y sobrino del Papa Clemente XIII). En tan sólo dos años Piranesi concluyó las obras. Allí dejó su impronta en infinidad de referencias arquitectónicas que aluden a la historia y tradiciones de la Orden de Malta, así como toda una serie de simbología masónica y esotérica, indescifrable para los no iniciados en estos mistéricos lenguajes.

Su actividad fue incansable en los últimos años de vida: viajó por los enclaves arqueológicos de Nápoles y siguió publicando Vedute así como nuevos conjuntos gráficos. Una de sus últimas obras fue “Vedute di Paestum”, donde inmortalizó gráficamente los templos de la ciudad de Paestum, en la Magna Grecia (Italia), con sus maravillosas columnas acanaladas, en grandes dimensiones. En ello trabajó hasta el fin de sus días (falleció en 1778, con 58 años).

A lo largo de su intensa vida, Piranesi realizó más de 2.000 grabados de edificios (reales e imaginarios), estatuas y relieves de la época romana. Toda su obra está dotada de un inmenso valor arqueológico, anticuario y topográfico, donde predomina la calidad artística.

Como a todo gran artista, se le tildó de poseer un carácter obsesivo. Algunos lo tuvieron por loco, brusco, ignorante agresivo, colérico y sucio, e incluso llegaron a decir de él, despectivamente, que provenía de las mismas cloacas que Borromini (a quien Piranesi admiraba profundamente). No obstante, lo innegable es su sentido de la responsabilidad en la conservación del patrimonio.

Terminó por concretar un estilo propio caracterizado por el trazo largo y nítido. Con ello logró una descripción pormenorizada de cada elemento, con la visión grandiosa del monumento, la cuidada perspectiva y el «aura» prerromántica que sugiere el paso del tiempo.

Templos, anfiteatros, arcos, basílicas, fuentes, calzadas, acueductos, plazas, palacios, puentes… Nada escapó a la precisión descriptiva y a la obsesión anticuaria de Piranesi. Sus obras se caracterizan por el uso de negros vigorosos, con perspectivas colosales y por la expresión de un misterio poético en el que la imaginación interviene tanto o más que la arqueología.

Además de ese monumental legado gráfico, Piranesi también elaboró un variado catálogo de objetos decorativos, reinterpretando, según su particular visión, el lenguaje clásico: relojes, mobiliario, jarrones, lámparas, e incluso sarcófagos, urnas funerarias o chimeneas. Por cierto, Emilio Botín, siendo presidente del Banco de Santander, adquirió en una subasta en Londres una espléndida chimenea de mármol de Piranesi; desde entonces se encuentra en la sede central de la entidad.

Estas láminas de arte decorativo, publicitadas a partir de 1768, contribuyeron a propagar por toda Europa el gusto Neoclásico. Algunas de sus series están inspiradas también en la cultura etrusca y egipcia, con lo que influyó decisivamente en el repertorio formal de ese estilo imperial.

Tras su muerte, pese a que sus hijos continuaron con la actividad, finalmente, en 1800, les sería enajenado el taller y las planchas. Bajo la protección de José Bonaparte, acabarían trasladándose a París. No obstante, pese a que intentaron continuar la obra de su padre, finalmente acabaron en la más completa ruina.

Aunque desconocida (o ignorada) fuera de España, una de las mejores y más valiosas colecciones mundiales de Piranesi se halla en la Biblioteca Nacional (el Museo del Prado conserva unas 20 Vedute). Son fondos procedentes de la antigua Biblioteca Real, la mayoría de gran valor histórico, pues son estampaciones originales de las manos del propio Piranesi. Fueron adquiridas por los reyes (sobre todo Isabel de Farnesio, Felipe V y Carlos III) o donadas por embajadores, artistas u otros personajes relevantes, quienes así enriquecieron la colección del insigne artista veneciano.

Recopiladas y catalogadas, la colección se compone de cientos de estampas y dibujos (más de 300), varias encuadernaciones de lujo, así como algunas de sus planchas originales.

 

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