SAN LUCAS
Del latín «luce«(luz), Lucas significa «portador de luz”. Algunos han apuntado que su nombre quizá fuese una abreviatura de Lucano, o Lucio, y le suponen un liberto entregado al estudio. Aunque se ignoran los detalles concretos de su biografía, la tradición considera a San Lucas natural de Antioquía (Siria) y médico de profesión.
Es uno de los cuatro Evangelistas, el único del Nuevo Testamento que no es israelita. Se le atribuye la autoría del III Evangelio y de los Hechos de los Apóstoles. Estas obras en realidad conforman un mismo texto, datado alrededor del año 70 d.C.
Su prosa revela una elevada formación académica, con un estilo puro, sobrio y elegante. Sin duda, el Evangelio más literario de los autores del Nuevo Testamento.
Aunque ya Mateo había escrito sus Evangelios en Judea, y Marcos en Italia, Lucas escribió posteriormente sus Evangelios en Acaya, posiblemente en el año 53. Los justificaba por “la necesidad de exponer a la atención de los fieles un relato completo y cuidado de los acontecimientos…”.
Escrito en griego, su Evangelio recoge aquello que había oído directamente a los apóstoles y discípulos de Jesús:
“… según nos lo transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y luego servidores de la palabra, también yo, después de haber investigado con exactitud todos esos sucesos desde su origen, me he determinado a escribírtelos ordenadamente...” (Lucas, 1:2-2)
San Lucas escribe para el mundo gentil, resaltando el aspecto universal de la redención y predicando a todas las naciones. Comienza por Jerusalén, con especial atención hacia con los pobres, los pecadores arrepentidos y hacia la oración, consciente de los peligros de la legalidad judía, las herejías y la frivolidad pagana.
San Juan Crisóstomo lo describió así:
“Incansable en el trabajo, ansioso de saber y sufrir, Lucas no acertaba a separarse de Pablo”.
Fiel discípulo de San Pablo, al que acompañó durante más de 25 años. Las primeras referencias a su persona están contenidas en las epístolas de San Pablo. En ellas, éste lo cita como “colaborador” y como “querido médico”. En los Hechos de los Apóstoles, San Lucas habla de sí mismo usando el plural «nosotros», y aparece acompañando a San Pablo en su segunda misión (año 51), en el viaje que éste hizo de Tróade a Filipos. Tras seis años allí, volvió a acompañarlo a Jerusalén, y, nuevamente, cuando aquél fue conducido prisionero a Roma. San Pablo, incluso en la víspera de su martirio, lo recordó así:
«Sólo Lucas está conmigo» (II Timoteo, 4:11)
Es el único que narra la infancia de Jesús. También el que más trata sobre la Virgen María, quizás porque ella misma le instruyó en Efeso. De ahí el hecho de haber sido el único evangelista que habla de la Anunciación, de la visita a Santa Isabel con el excelso cántico del Magnificat, del nacimiento del Niño Jesús en Belén, de la adoración de los pastores, de la Circuncisión, de la Presentación en el Templo y de la purificación de María Santísima, y de la pérdida y el encuentro del Niño Jesús entre los Doctores de la Ley.
La tradición refiere que también fue pintor de la Virgen. Esta cualidad bien pudiera ser una transposición al campo pictórico del arte con que Lucas supo describir en sus textos a los diferentes personajes. San Agustín afirmaba que en su tiempo no se conocía la cara de la Virgen. De todas formas, es evidente que, si Lucas no pintó su rostro, en su relato sobre la infancia de Jesús nos dejó el mejor retrato del interior del alma de la Virgen.
No obstante, en el siglo VI, Teodoro, lector de la Iglesia de Constantinopla, refiere que la emperatriz Eudoxia le regaló a Pulqueria un cuadro de la Virgen pintado por Lucas Evangelista en Jerusalén. Este lienzo hoy se conserva en la basílica de Santa María la Mayor de Roma. Allí se venera como “Salus Populi Romani”, y es claramente de época bizantina.
Aunque algunos afirman que murió martirizado (en Patras -Acaya, colgado de un árbol), la opinión más aceptada es que falleció de muerte natural en Bitinia, soltero, a la edad de 84 años.
Sus reliquias, que en el siglo IV se encontraban en Tebas (Beocia, Grecia), se trasladaron en el año 357 a Constantinopla, a instancias del emperador Constancio (hijo de Constantino). Éste las depositó en la iglesia de los Santos Apóstoles, junto con las reliquias de San Andrés y San Timoteo.
No obstante, el cardenal Baronio afirma que San Gregorio Magno, a su regresó de su nunciatura en Constantinopla, trajo a Roma la cabeza de San Lucas y la depositó en la iglesia que él había fundado en el Monte Celio, en el monasterio de San Andrés. Actualmente el cuerpo del Evangelista se venera en la Basílica de Santa Justina, en Padua (Italia).
Según las visiones del profeta Ezequiel, San Lucas es representado en su “tetramorfos”, simbólicamente, por un buey (o un toro) alado. Es el animal emblema del sacrificio que, por su nobleza, evoca el ansia de vida espiritual que permite al hombre triunfar sobre de las pasiones animales y alcanzar la paz. De hecho, su Evangelio comienza por el relato de la historia de Zacarías, el sacerdote “sacrificador”, mientras este último oficia en el Templo.
Es Patrón de pintores y de médicos, pero también de solteros, carniceros, encuadernadores, cerveceros, escultores, notarios… Su festividad se celebra el 18 de octubre.
En Roma, como Patrón de los Pintores que es, ejerce el patronazgo de la Academia de San Lucas, y desde 1558 es venerado en la iglesia de los Santos Lucas y Martina, sita en el Foro Romano.