SAN VALENTÍN
MISCELÁNEA,  PERSONAJES

SAN VALENTÍN

Junto a San Cirilo, San Metodio y San Zenón, la Iglesia Católica también dedica el día 14 de febrero a San Valentín, mártir en la vía Flaminia.

El nombre proviene del latín valens (fuerte, vigoroso). De él derivó en Valente, hoy en desuso, y de ahí su gentilicio Valentinus, que daría lugar al definitivo Valentín (y su femenino, Valentina).

La existencia y culto antiguo a San Valentín son evidentes. Sin embargo, la mayoría de noticias que de él nos han llegado proceden de actas apócrifas (de dudosa autenticidad). Escritas o recopiladas siglos atrás, son ambiguas, y entremezclan datos, nombres y fechas.  No obstante, en la iglesia católica aparecen tres mártires con el nombre de San Valentín.

Uno de ellos, del que apenas hay rastro alguno, figura martirizado en África.

Los otros dos constan en el Martirilogio Romano como martirizados un 14 de febrero, y son:

 

SAN VALENTÍN DE ROMA

Éste San Valentín era un soldado romano que se hizo presbítero; esto es, sacerdote cristiano. Acompañado de san Mario, socorría a los presos que iban a ser ajusticiados. Al parecer casaba en secreto a los soldados, teniendo por costumbre, según la tradición, regalar siempre flores a quienes unía en matrimonio. Con ese simbólico gesto les recordaba que la belleza corporal se marchitaba, pero que el aroma de las virtudes podía perdurar más allá de aquélla. Y lo hacía pese a la expresa prohibición imperial decretada por Claudio II “el Gótico” (Marco Aurelio Flavio Claudio, emperador de 268 a 270 d.C.). El emperador quería en sus filas soldados solteros, sin ataduras de mujer e hijos, pues los consideraba más aguerridos en las batallas.

 

San Valentín
San Valentín de Roma

 

Así, enterado de las prácticas clandestinas de Valentín, el prefecto Calpurnio mandó detenerlo. Le abrió causa como uno de los mayores enemigos de los dioses del Imperio, como cristiano. De su custodia se encargó un tal Asterio, quien trató de reconvenirlo a las costumbres romanas, sin conseguirlo. Sucedió al contrario, pues Valentín inculcó su fe a Asterio y a toda su familia.

Tenía Asterio una hija, Julia, ciega desde hacía dos años. Y, como prueba del poder cristiano, le pidió procurase curarla. Habiéndosela presentado, Valentín le hizo la señal de la cruz en la frente y oró por su sanación: al momento la joven recobró la vista. Visto el milagro, Asterio y todos los que con él convivían (hasta 44 personas) se convirtieron al cristianismo y se bautizaron.

Enterado el emperador del milagro acontecido, pretendió liberar a Valentín. Pero temiendo la sedición del pueblo, que lo sospechaba cristiano, no se atrevió a embarazar a los jueces. Según las leyes y costumbres romanas de entonces, Valentín fue encarcelado, encadenado y apaleado muchas veces. Finalmente, un 14 de febrero del año 269, fue degollado fuera de Porta Flaminia. Los cristianos recogieron su cuerpo y lo sepultaron en las cercanías, fuera de los muros de Roma.

Junto a su tumba, en señal de agradecimiento, la joven Julia plantó  un almendro. Y se dice que cada 14 de febrero el árbol eclosionaba con un sinfín de rosáceas flores. De aquí que el almendro sea considerado símbolo de amor y amistad duraderos.

 

SAN VALENTÍN DE TERNI

Este San Valentín había nacido en Terni (entonces Interamna). Fue ordenado obispo de Terni hacia el año 197 por el Papa Víctor I. Había ejercido de médico, y era famoso por sus milagros y curaciones. Por ello le invitó el filósofo Cratón, un retórico y maestro de lengua griega y latina, a venir a Roma. Éste tenía un hijo, llamado Queremón, que padecía una deformidad física que lo obligaba mantener la cabeza entre las rodillas. Ningún médico conseguía curarlo, por lo que Cratón prometió a Valentín la mitad de sus riquezas si sanaba a su hijo. Valentín le hizo ver que todas las riquezas resultaban inútiles para salvar al joven: sólo podría lograrlo la verdadera fe cristiana. Intercedió Valentín con oraciones y, milagrosamente, el joven sanó.

 

San valentín
San Valentín de Terni

 

En vista de ello, Cratón y toda su familia se hicieron cristianos. Fueron bautizados por el obispo, junto con tres estudiantes griegos: Próculus, Efebo y Apolonio. Y con éstos, Abondio, otro estudiante, hijo de Furioso Plácido, entonces Prefecto de Roma.

Enterado Plácido de la conversión de su hijo, y dolido por ello, hizo detener al obispo Valentín. Y una noche, secretamente, para evitar posible reacción de los numerosos cristianos que entonces poblaban Roma, mandó decapitarlo. Valentín fue ajusticiado un 14 de febrero del 273 d.C.,  también fuera de Porta Flaminia.

Primeramente, sus acólitos lo enterraron en las catacumbas cercanas a via Flaminia. Luego Próculo, Efebo y Apolonio lo desenterraron y trasladaron sus restos a Terni. Allí, a las afueras de su ciudad natal, le dieron nueva sepultura. Conocidos estos hechos por el cónsul Lucenzio, hizo apresarlos y decapitarlos, también de noche. Sus cuerpos, recogidos posteriormente por los cristianos a instancia de Abondio, fueron enterrados junto a los del obispo Valentín.

En el lugar en que fueron sepultados, se construyó un oratorio en el que se reunían los seguidores de San Valentín. Arrasado por los bárbaros en el siglo VI, sobre él se erigió la actual Basílica de San Valentín. La construcción se inició en el siglo XIII, y no fue concluida hasta el siglo XVII. Los restos de San Valentín fueron hallados en 1605 durante unas excavaciones. Estaban alojados en una urna de plomo, dentro de un sepulcro de mármol. Hoy se exhiben bajo el Altar Mayor, donde reposan en una urna de plata maciza.

 

San Valentín

 

A esta Basílica de San Valentín, en Terni, acuden todos los años multitud de parejas. Cada 14 de febrero se celebra la “Fiesta de la Promesa”, donde multitud de parejas acuden, ante los restos del santo, a intercambiar sus promesas de matrimonio. Y las parejas que llevan ya muchos años casadas, también acuden a renovar sus votos por continuar toda la vida juntos.

 

CATACUMBAS DE SAN VALENTÍN

La fama que alcanzó San Valentín de Roma fue tal, que su sepultura, junto a la antigua via Flaminia, se convirtió en punto de devoción al que acudían multitud de cristianos a rendirle culto. Por ello el Papa Julio I (336-356) decidió construir allí una basílica, en su honor llamada Basílica y Catacumbas de San Valentin (hoy en Viale Maresciallo Pilsudski, 2).

Ésta Basílica, reparada el año 645 por el Papa Teodoro, fue un emergente centro de peregrinación hasta bien entrada la Edad Media. Tanto, que la antigua y próxima Porta Flaminia (la actual Porta do Popolo) fue conocida entonces como Puerta de San Valentín. Por ella entraban a Roma, tras cruzar el Puente Milvio (Ponte Mollo), cuantos peregrinos visitaban la ciudad Eterna. Y por ella habían de regresar para retornar a sus lugares de origen.

 

 

 

Sin embargo, en el siglo IX estos santuarios suburbanos fueron presa de merodeadores, e incluso de piratas musulmanes. Y la Iglesia romana, al no poder garantizar la seguridad de los peregrinos, hubo de abandonarlos. La Basílica de San Valentín, aunque logró sostenerse hasta el siglo XIII, finalmente acabó en ruinas. Las reliquias de San Valentín fueron transferidas, en tiempos del Papa Nicolás IV (1288-1292), al interior de la ciudad.

Desde entonces, la mayor parte de sus reliquias se custodian en la Capilla del Pilar de la Basílica de Santa Prassede (Via di Santa Prassede, 9).

No obstante, los restos aparecen dispersados por otras muchas partes, lo que hace dudar de su autenticidad. Así, encontramos en Roma:

 

  • En la Basílica de Santa María in Cosmedín (Piazza della Bocca della Veritá, 18) se venera un cráneo de San Valentín. Al parecer procede de unos restos hallados en 1836 en las Catacumbas de San Hipólito (en vía Tiburtina), por lo que no corresponderían al San Valentín que tratamos.

 

Cráneo de San Valentín en Santa María in Cosmedín

 

  • También la Basílica de San Crisógono (Piazza Sidney Sonnino, 44), alberga unas reliquias de San Valentín. Están expuestas en un precioso armario-relicario, junto a las de otros santos e insignes mártires. Pero se ignora su origen y a quién corresponden.

 

Además, otras muchas localidades europeas dicen conservar reliquias del santo romano. Entre otras, Hamme y Gante, en Bélgica; Gemmeti y Annency, en Francia; etc.

En España aparecen también reliquias del santo. Los más renombrados se encuentran en:

 

  • Toro (Zamora), la Colegiata de Santa María la Mayor conserva el cráneo de San Valentín. Al parecer, el papa Pablo III se lo regaló a Carlos I. Tras fallecer éste, fue depositado aquí, con permiso del sumo pontífice el 26 de abril de 1545.
  • Madrid (España), la Iglesia de San Antón (c/ Hortaleza, 63). Aquí conservan una urna, y a su lado dos letreros que la identifican: “Reliquias de San Valentín” y “Patrón de los enamorados”. Al parecer fueron donadas en el siglo XVIII por el Papa al rey Carlos IV. Pero se ignora su concreta procedencia y a quién corresponden.
  • Y en varias localidades más, como Baga (Asturias), Socuéllanos (Albacete), etc…

 

EL DÍA DE SAN VALENTÍN

En el año 494, el Papa Gelasio I declaró el 14 de febrero festividad de San Valentín, mártir.

Algunos consideran que lo fue en sustitución de las Lupercalia. Recordemos que las Lupercalia se siguieron celebrando tras instaurarse el cristianismo (año 380), e incluso más allá del fin del Imperio Romano de Occidente (año 476). Sin embargo, no hay semejanza alguna entre ellas que mantenga esta tesis.

El calendario litúrgico tradicional mantuvo la festividad de San Valentín hasta 1969. Entonces, tras el Concilio Vaticano II, el Papa Pablo VI la eliminó. Quizá en un intento por eliminar del calendario santos de origen legendario.

En 2014, en un intento por devolver el sentido religioso a esta festividad, el Papa Francisco decidió participar en la celebración de san Valentín. Para ello organizó un acto simbólico, convocando a las parejas de enamorados para celebrar juntos “La alegría del sí para siempre”.

El acto, previsto para unas 3.000 parejas, hubo de celebrarse en la misma Plaza de San Pedro, ya que asistieron más de 20.000 personas. En su mensaje, los alentó a casarse:

 

«Queridos jóvenes, no tengan miedo a casarse. Unidos en matrimonio fiel y fecundo, serán felices».

 

EL DÍA DE LOS ENAMORADOS

Fue en plena Edad Media cuando el día de San Valentín pasó a ser el día de los enamorados. Los monjes benedictinos de la Basílica de San Valentín, en  Terni, habían difundido el culto al santo por sus monasterios de Francia e Inglaterra.

En ellos se promovió un “patronato sobre los novios”, basado en una obra del poeta y filósofo inglés Geoffrey Chaucer (1343-1400). Éste, en “El Parlamento de las aves” (“The Parlement of Fowls”, 1382), refería que era entonces, a mediados de febrero, cuando “cada ave busca su pareja”.

Así, el 14 de febrero, fecha en que la naturaleza comienza a despertar tras el invierno, transformó la festividad: San Valentín, que anunciaba la inminente llegada de la primavera, pasó a ser el día ideal para formar parejas.

 

San Valentín

 

Serían las literaturas francesa e inglesa las que difundirían posteriormente la idea de “emparejarse”. Y lo hicieron promoviendo la correspondencia entre “valentines”, pues así se llamaban entre ellos los futuros amantes.

Y así llegó esta costumbre hasta la Europa del siglo XVII. Lo curioso es que incluso los mismos protestantes, que tildaban esta festividad de “cuño papista», al mismo tiempo la consideraban “pagana”. Hasta el mismo San Francisco de Sales, aun advirtiendo cierto matiz pagano en la tradición de los “valentinos”, aconsejaba a los jóvenes a imitar las virtudes del santo.

De los británicos pasó esta costumbre a Estados Unidos. La imprenta y el bajo precio de los servicios postales incentivaron el envío de “saludos” por San Valentín. La precursora de la venta en masa de “valentines” (tarjetas regalo con motivos románticos y dibujos de enamorados) fue Esther A. Howland (1828-1904). En 1847 realizó una gran tirada, vendiéndolas por unos centavos en la librería que regentaba su padre en Worcester (Massachusetts). Y tuvieron un rotundo éxito, que pronto se extendió por todo el mundo. Sin embargo, la costumbre de elegir y enviar “valentines” ha ido decayendo paulatinamente, y prácticamente desfasada.

La festividad de San Valentín como “día de los enamorados” llegó a España a mediados del siglo XX. Pero, al igual que en la mayoría de países, con exclusiva intencionalidad comercial: para incentivar la compra de regalos.

Roma nos ha legado cultura y tradición. Y también devoción. Nuestro acervo cultural es prueba de ello, como evidencia, por ejemplo, el popular refrán: “Por San Valentín, enamorados hasta el calcetín”.

Así sea…

 

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