EL DIOS BES
La voz «Bes» procede del antiguo Egipto, y significa «iniciar«. Se le tenía por una deidad protectora del mal de ojo y de las fuerzas del mal. Ninguna deidad era comparable a la de Bes, genio familiar considerado protector de la casa, del sueño, de la fertilidad y el matrimonio, de la alegría, de la limpieza y del aseo personal. El gran número de figurillas halladas en todo Egipto es un claro exponente de su popularidad.
Bes es el dios grotesco que hace reír y el genio repulsivo que produce miedo. Es el bufón de los dioses. Se le asoció con la música y el entretenimiento. Fue mecenas de las bailarinas (algunas incluso se tatuaban su silueta en las nalgas). La risa del enano Bes, o más bien el aspecto grotesco que la provocaba, es lo que le confería sus cualidades apotropaicas (capaz de alejar el mal o protegerse de él).
El culto de Bes en Egipto se remonta a épocas muy antiguas, apareciendo ya en incisiones rupestres prehistóricas. Ello demuestra la existencia de esa “malformación” incluso antes de las dos primeras Dinastías. En el “Libro de los Muertos” se le identifica con Set (el espíritu del mal). Se le ha representado, a veces, junto a Horus (dios del bien), entremezclado con cocodrilos, serpientes y otras alimañas. Por eso no es de extrañar que su imagen se usara como talismán, colgada del cuello, para ahuyentar los malos espíritus y los animales dañinos. Muchos escarabeos (amuletos en forma de escarabajo) fueron tallados con la figura de Bes en alguna de sus variantes.
Su misión era sobre todo proteger el matrimonio, la gestación y el parto. Pero también era popularmente considerado como un dios fecundante e impúdico, tanto que los baldaquinos de los lechos se decoraban con representaciones eróticas de Bes, en la idea de proteger el amor y la alegría, ahuyentando la tristeza.
Se le representa como un enano (acondroplásico), de aspecto bestial. Robusto, obeso, las piernas arqueadas, barbudo, de labios gruesos y enorme boca, siempre abierta y con la lengua colgando, como haciendo muecas. La cabeza, grande y desproporcionada, parece incrustada en el tórax, sin cuello. El tronco es corto, con abdomen prominente, y muestra un ombligo muy deprimido y rodeado de un simple cinturón, o cíngulo (cordón con una borla en cada extremo), que en ocasiones es una culebra amarrada a la cintura. El resto de la figura aparece casi siempre desnudo (o semicubierto con una piel de pantera, leopardo o león), con prominente cola y mostrando los genitales, a veces en erección (Bes itifálico).
Su origen no está claro. Hay quienes consideran que procede de Nuter-Ta (Arabia, la Tierra Santa) en la costa del Mar Rojo. Otros, sin embargo, defienden su origen nubio, asirio o babilónico. Es más, incluso hay quien sostiene que su ancestral origen está en el pueblo pigmeo Accas (en el África ecuatorial), o en el Punt africano (zona indeterminada entre las actuales Somalia, Etiopía, Eritrea o Yemen).
Sea como fuere, su culto llegó al Valle del Nilo y de ahí se extendió por todo Egipto, apareciendo representado en los mammisi (lugares destinados al parto) de multitud de templos, pues se le consideraba protector de la madre gestante, del parto y del cuidado del niño. Incluso en los objetos femeninos de la época aparece grabada su imagen (en los mangos de los espejos, cajas de perfumes, joyeros, etc.), al igual que en las cabeceras de los lechos, presidiendo el sueño y el amor, y ahuyentando a los malos espíritus y a los animales dañinos.
Al final del paganismo, se consideró a Bes como protector de los muertos, haciéndose incluso más popular que Osiris. Con la llegada del cristianismo la memoria de Bes no desaparece totalmente. El mismo Moisés lo consideró un demonio, y lo exorcizó cuando aterrorizaba al pueblo judío.
De los egipcios, el culto al dios Bes se extendió a fenicios (los mascarones de proa de sus barcos solían ser una imagen de este dios), griegos (quienes lo adoptaron como sátiro o sileno), cartagineses y romanos. Todos ellos lo incorporaron a sus respectivas culturas y extendieron su culto por todo el mediterráneo. Esto lo respalda el hecho de la ingente cantidad de figurillas de Bes (hechas de terracota, de bronce, e incluso de piedra) que han aparecido.
Es más, se dice que la isla española de Ibiza (la antigua “Ebussus” de los romanos) debe su nombre al dios Bes (por derivación: Bes – Ibes – Ibis – Ibiza – Eivissa – Ibiza).