FRONTINO
Sextus Iulius Frontinus (aprox. 30-104 d.C.), comúnmente conocido como Frontino, fue un destacado político e ingeniero militar.
Posiblemente fuese originario de la Galia Narbonense, la antigua provincia romana de la Galia Transalpina, incorporada a la República en 123 a.C. Así parece corroborarlo una inscripción honorífica hallada en la localidad francesa de Vienna, a orillas del Ródano y próxima a la ruta comercial que une los Alpes y el Valle del Loira. La inscripción (del siglo II) estaba dedicada a un senador llamado Quinto Valerio Luperco Julio Frontino. Ello ha dado pie a suponer que ésta pudiera ser la procedencia de Frontino. Y su familia, a tenor de la educación y formación que se le procuró, debió de pertenecer a la alta aristocracia municipal.
De ser así, en Roma fue un homo novus, un advenedizo sin antecedentes familiares en la clase patricia local. Pese a ello, debió de ejercer una variada y brillante carrera militar que le permitió gozar del más alto prestigio en la Roma de su tiempo, donde llegó a alcanzar el rango senatorial. Prueba de ello es que formó parte del grupo de consejeros (consilium principis) de la dinastía Flavia (Vespasiano, Tito y Domiciano), y siguió perteneciendo a él también con Nerva y Trajano.
El consilium principis lo integraban personajes ilustres, normalmente patricios del círculo de confianza de los emperadores, quienes los elegían personalmente. Su función primordial era asesorarles en la toma de decisiones y en la gestión de asuntos de Estado. Algo que ya reconoció el historiador y senador romano Tácito (Publio o Cayo Cornelio Tácito, aprox. 55-117 d.C.), en su obra “Historias” (Libro IV):
“Nullum maius boni imperii instrumentum quam bonos amicos ese.”
(No hay mejor herramienta de gobierno que buenos amigos).
Esta continuidad como hombre de confianza de los emperadores (amici principis), fiel reflejo del prestigio que rodeó a Frontino, evidencia su lealtad y diligencia al servicio del Estado.
Además, fue honrado con el nombramiento de augur, formando parte del Colegio de Augures (tras el de los Pontífices, el segundo colegio más importante de la religión romana). Se ignora cuándo fue elegido, si bien se aventura en algún momento indeterminado de la década de los años 70. Sea como fuere, Frontino fue uno de 16 sacerdotes encargados de interpretar las señales enviadas por los dioses, los “presagios”, y determinar el parecer de éstos antes de emprender cualquier actividad relevante. Pese a ser un sacerdocio de carácter vitalicio, Frontino sólo lo desempeñó hasta el 104, en que lo sustituyó el historiador latino Plinio el Joven (Cayo Plinius Caecilius Secundus, aprox. 61-114 d.C.).
A esta ilustre trayectoria, el cursus honorum de Frontino registra el desempeño de las más altas magistraturas romanas:
- Pretor urbano (magistrado encargado de administrar justicia), en el año 70.
- Cónsul (suffectus), en 73, en sustitución del emperador Vespasiano.
- Gobernador de Britania desde el año 75 al 78.
- Gobernador de Germania Inferior del 81 al 83.
- Procónsul de Asia, entre el 84 y 85. Luego desaparece por unos años de la escena política, probablemente retirado en la villa que poseía en Terracina (localidad costera, a medio camino entre Roma y Nápoles).
- Inspector de las aguas (Curator aquarum), en 97, designado por el emperador Nerva.
- Cónsul (suffectus), en 98 (por fallecer Nerva), junto a Trajano; y
- Cónsul (ordinarii), en 100, junto con el emperador Trajano.
Este último consulado constata el prestigio de Frontino, uno de los pocos que logró tan alto honor sin pertenecer a la familia imperial. De ello dio fe su coetáneo, el gran historiador Tácito (Publio Cornelio Tácito, aprox. 55-120 d.C.), quien lo describió como «un gran hombre hasta donde los tiempos lo permitían» (“Agrícola”, 17).
A lo largo de su dilatada vida política Frontino elaboró diferentes Tratados. Son verdaderos manuales, dirigidos a funcionarios y militares, que versan sobre materias estrictamente técnicas y prácticas. De ahí que estén escritos en un lenguaje claro y sencillo, sin adornos. Como él mismo refiere, con sus obras nunca pretendió la gloria personal, sino la utilidad pública. En suma, son todo un legado, conformado por un cuerpo literario singular e inédito en la literatura latina de la época.
Los que hasta nosotros han llegado versan sobre:
- Agrimensura: “De agrorum qualitate”, “De controversiis”, “De limitibus” y “De arte mensoria”.
- Cuestiones militares: “De re militari” (hoy perdido) y “Strategemata”.
- El abastecimiento de agua de Roma: “De Aquaeductibus Urbis Romae”.
PRINCIPALES OBRAS DE FRONTINO
AGRIMENSURA
Su tratado sobre Agrimensura versa sobre el arte o ciencia de medir y dividir el suelo. Es lo que en la antigüedad también se conoció como Gromática, la actual Topografía. Frontino fue el escritor más antiguo de este corpus sobre Agrimensura.
El tratado, escrito en época de Domiciano (Tito Flavio Domiciano, emperador del 81 al 97 d.C.), se compone de cuatro Libros:
- “Sobre la calidad de los campos” (De agrorum qualitate). Aquí trata Frontino las categorías mensurales y jurídicas de los campos, distinguiendo, en una summa divisio, tres categorías:
-
- Campo dividido y asignado (Ager divisus et adsignatus).
- El medido por comparación (Ager per extremitatem mensura comprebensus).
- El que no está medido, y/o que sirve como baluarte defensivo (Ager arcifinius).
Separadamente hace referencia a los subsiciva: los terrenos públicos de propiedad colectiva; y al ager extra clusus: el externo a lo cerrado.
- “Sobre las controversias” (De controversiis). Contempla los derechos sobre el territorio y las controversias jurisprudenciales que pueden surgir en torno a la propiedad de las tierras. Frontino las detalla explícitamente en 15 supuestos: Por la posición de los mojones (de positione terminorum); por la alineación (de rigore); el lindero (de fine); la parcela (de loco); la superficie (de modo); por la propiedad (de proprietate); la posesión (de possessione); los subsiciva (de subsicivis); el aluvión (de alluvione); el derecho del territorio (de iure territorii); por los lugares públicos (de locis publicis); los lugares abandonados y excluidos (de locis relictis et extra clusis); los lugares sagrados y religiosos (de locis sacris et religiosis); la contención del agua de lluvia (de aqua pluvia arcenda), y por los accesos (de itineribus).
Y remata este tratado indicando la forma en que debe comportarse un agrimensor, en sus labores de iudex o de arbiter (juez o árbitro), ante la resolución de una controversia.
- “Sobre las lindes” (De limitibus). En este tercer tratado, y partiendo del origen etrusco de la limitatio (los límites), Frontino centra su atención en sus aspectos técnicos. Detalla en él el trazado del Decumanus Maximus y del Cardo Maximus, así como sus respectivas orientaciones, incluyendo también los nombres que, sobre esta materia, eran utilizados en otras provincias.
Añade, además, que de esta limitatio eran objeto tanto los campos, privados o públicos, como las ciudades, las colonias, los templos. E igualmente los campamentos militares, en cuyo caso se denominaba castramentatio. Todas estas operaciones estaban impregnadas de una gran carga religiosa, por lo que eran objeto de un riguroso ritual.
Recordemos que, para los antiguos romanos, la propiedad de la tierra y las lindes gozaban de protección divina. Nada había por encima del derecho de propiedad, que el mismo dios Terminus, cómo símbolo vinculante con el orden cósmico, garantizaba. Tanto es así que, en el Panteón de los dioses romanos, fue “la única divinidad que se negó a ceder su sitio al mismo Júpiter (Templo de Júpiter Óptimo Máximo).
- “Sobre el arte en las mediciones” (De arte mensoria). Refiere en este tratado las técnicas de representación topográfica y de las mediciones. Y hace una especial referencia a las dificultades que ambas entrañan en terrenos accidentados, detallando los instrumentos adecuados a emplear para el establecimiento de los límites.
Además, “normaliza” en él la medición y el reparto de tierras:
“Cualquier parte de un campo, por pequeña que sea, debe estar bajo la potestad del mensor y … sujetarse a sus postulados”.
Sus escritos tenían valor canónico, tanto que en la antigüedad se le conoció como “el Gayo de los Gromáticos”. Todo un honor, pues se le equiparaba al excelso jurista Gayo (siglo II), autor, entre otras, de “Las Instituciones” (Gaii Institutiones): la obra más didáctica y trascendental de la jurisprudencia romana clásica.
No obstante, estos trabajos han llegado hasta nosotros gracias a la labor de copistas medievales, habitualmente monjes no familiarizados con la materia. Por ello, es probable que descuidasen o interpretasen indebidamente los principios técnicos que contenían así como los gráficos que los acompañaban. E incluso pudieron alterar la redacción original, desordenándola. A todo ello hay que añadir las sucesivas copias, que, si bien garantizaban su transmisión, debieron de alejarse cada vez más de los textos originarios.
“STRATEGEMATON” (ESTRATAGEMAS)
Strategematon es un manual con fines didácticos para la formación de oficiales del ejército, escrito en forma de breves comentarios. En él, Frontino compendia las tácticas militares empleadas por los antiguos griegos y romanos, sobre la base de sus propias experiencias bélicas.
Escrita entre los años 88 y el 96, la obra está concebida para aconsejar y ayudar a los generales en el campo de batalla. En suma, es toda una prolífica y detallada referencia histórica, organizada temáticamente en cuatro Libros:
I: Contiene las estratagemas adecuadas que debieran considerarse antes de las batallas.
II: Refiere en él todo un elenco de ejemplos a tener en cuenta en el momento mismo de las batallas, y en los inmediatamente posteriores a ellas.
III: Es un compendio de las estrategias, tanto defensivas como ofensivas, a considerar ante situaciones de sitio y asedio.
IV: Como material complementario, aglutina este libro otra serie de generalidades que todo mando militar habría de considerar. Son preceptos tácticos, en forma de dichos y hechos de ilustres jefes, referentes a la disciplina militar y sus consecuentes efectos.
No obstante, este Libro IV se considera obra de un interpolador.
Sea como fuere, el conjunto resultante agrupó todos los conocimientos militares anteriores, que a partir de esta obra se convirtieron en una disciplina científica.
Posiblemente Strategematon fuese un complemento al extenso tratado teórico que Frontino escribió sobre el arte y la ciencia militar: “De re militari” (Sobre lo militar”). Éste, lamentablemente, se ha perdido y no ha llegado hasta nosotros. Pero sí sabemos que debió de estar en la mente de Vegecio (Flavius Vegetius Renatus, aprox. 383-450 d.C.) al elaborar, en torno al año 390, su trascendental tratado: “Epitoma rei militari” (Compendio de técnica militar).
Vegecio hace en él un estudio de las antiguas instituciones militares, convencido de que la caída del Imperio Romano tuvo, como causa principal, la propia decadencia de su ejército. No obstante, aunque pretende exponer plenamente el “arte de la guerra”, en su contenido no revela una experiencia militar directa.
Como curiosidad, a él se atribuye la máxima “si vis pacem, para bellum” (“si quieres la paz, prepárate para la guerra”). No obstante, el texto original que Vegecio escribió (contenido en el Prefacio del Libro III) reza literalmente: “igitur qui desiderat pacem, praeparet bellum” (así que quien desee la paz, que prepare la guerra).
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“DE AQUAEDUCTIBUS URBIS ROMAE” (SOBRE LOS ACUEDUCTOS DE LA CIUDAD DE ROMA)
En el año 97, Nerva (Marcus Cocceius Nerva, emperador romano del 96 al 98), designó a Frontino curator aquarum. Muy posiblemente ante el caos y la mala gestión de este servicio, que no pasaron desapercibidos al emperador.
El cargo, de máxima confianza y vitalicio, le señalaba como máximo responsable de la administración y el buen funcionamiento de los acueductos urbanos. Frontino lo desempeñó con total entrega y dedicación, desarrollándolo con meticulosidad, celo y diligencia, y siempre guiado por la utilidad pública.
Fruto de este esmero es su magnífico tratado “De Aquaeductibus Urbis Romae”, en cuyo Prefacio ya constató sus intenciones:
“Partiendo de la premisa de que toda tarea encargada por el Emperador exige un empeño mayor de lo habitual y de que, a mí en particular, la combinación de una escrupulosidad innata y de un sincero sentido de la responsabilidad me espolean, no ya a la dedicación, sino incluso a la pasión por la tarea encomendada, y habida cuenta de que ahora Nerva Augusto -emperador en quien no sé si es mayor la dedicación o la pasión hacia el Estado- me ha confiado la administración de la red de suministro de agua, una gerencia siempre desempeñada por hombres distinguidos de nuestra comunidad ciudadana que repercute en el servicio, pero también en la salud e incluso en la seguridad de Roma, considero que lo primero y más importante, como ya he tenido por norma hacer en mis demás ocupaciones, es tomar conocimiento de lo que he aceptado.”
Para su elaboración, Frontino tomó como modelo la obra de Vitrubio (Marco Vitrubio Polión, aprox. 80/70-15 a.C.), quien, en “De Architectura”, trató de la construcción y mantenimiento de los acueductos en el siglo anterior. También se sirvió de las obras que Agripa (Marco Vipsanio Agripa, 63-12 a.C.), siendo edil urbano, acometió sucesivamente en la mejora de la red de aguas de Roma.
“De Aquaeductibus Urbis Romae” es una obra exhaustiva, en dos Libros, que registra todo el sistema de distribución de aguas de Roma, entonces abastecida por 9 acueductos. Para confeccionarla, Frontino recopiló toda la información disponible y, tras ordenarla sistemáticamente, la plasmó en sus “Comentarius”. En ellos, además de sus propias observaciones, refiere los nombres de los acueductos, fuentes y calidad de las aguas, sus promotores, así como la fecha de su construcción. Y detalla en él sus recorridos, describiendo sus estructuras murarias y el sistema de distribución, así como la cantidad de agua repartida a cada servicio, público o privado.
Concluye el trabajo con la legislación hasta entonces existente sobre la conducción y conservación de los acueductos, así como las penas que éstas prevén para los infractores. Y, evidencio la desidia de la clase política, a quienes acusó, por irresponsable y corrupta, de inertia ac segnitia (inerte e inactiva). Máxime al advertir las discrepancias entre la cantidad de agua aportada a Roma, en origen, y la realmente proporcionada, a su llegada.
Así, puso fin a las conexiones fraudulentas, terminando con los abusos y favoritismos de regímenes anteriores. Y, tras corregir las fugas propias del sistema y regularizar los trabajos de mantenimiento, normalizó el sistema de conducciones.
La obra, única en su genero, se publicaría en el año 98, y por deseo explícito del emperador Trajano (Marcus Ulpius Traianus, emperador del 98 al 117 d.C.). Constituye toda una fuente de saber para conocer cómo se abastecía y administraban las aguas en la antigua Roma, avalado, además, por la autoridad de su autor.
Para Frontino, la construcción de acueductos fue «la más alta manifestación de la grandeza de Roma«. Así lo corroboró en su inconmensurable informe “De Aquaeductibus Urbis Romae”, en el que también añadió:
“A los beneficios tan numerosos y tan necesarios de tantos acueductos, van pues a comparar las pirámides que no sirven obviamente para nada o también las obras de los griegos, inútiles, pero celebradas por todas partes”.