
SANTA BIBIANA
Las actas refieren que sobre el año 361, en tiempos de Juliano el Apóstata (361-363), vivían en Roma el Prefecto Flaviano, con su mujer Dafrosa y sus hijas Demetria y Bibiana (Santa Bibiana). Eran cristianos y hacían numerosas obras de caridad. Entre ellas, por las noches recogían los cadáveres de los mártires y los enterraban.
Denunciados por ello, y por haber enterrado clandestinamente en su propia casa a los mártires San Juan y San Pablo, el emperador, tras inhumar los cuerpos y, para evitar un tumulto del pueblo, confiscó a Flaviano todos sus bienes y lo desterró, muriendo fuera de Roma.
Se cree que fue un tal Aproniano quien denunció a Flaviano y a su familia, apoderándose después del cargo de Prefecto de Roma. En uso de su nuevo cargo, hizo casar a Dafrosa con otro pagano llamado Fausto, para que administrara sus bienes y la apartara, junto a sus ya hijastras, del cristianismo. Sin embargo, resultó que Fausto también se hizo cristiano.
Al enterarse, Aproniano lo mandó decapitar y arrojar su cuerpo a los perros. Dafrosa lo recuperó y, según su costumbre cristiana, lo sepultó. Por ello la apresaron y decapitaron inmediatamente, el 6 de enero del 362. Su cuerpo se recuperó y la enterraron en su propia casa, cercana a la de San Juan y San Pablo.
Sus dos hijas fueron llevadas a presencia de Aproniano, quien las apercibió y amenazó con castigos. Pero ellas insistieron que seguirían enterrando a los cristianos, negándose a dejar los cuerpos a la intemperie, abandonados entre bandidos y paganos. Entonces las condenó al suplicio y las mandó a azotar hasta que muriesen. Mientras esperaban el martirio en la cárcel, Demetria falleció a causa de las privaciones y la insalubridad del lugar.
Finalmente, Bibiana fue atada a una columna y azotada hasta la muerte. La flagelaron con cordeles emplomados cuatro días seguidos, en cuatro desgarradoras sesiones. En este tipo de flagelación, además del terrible dolor de los golpes, la sangre no brota como en una flagelación con escorpiones o cadenas, sino que, al romperse las arterias y venas, la sangre forma hematomas dolorosísimos y deja el cuerpo totalmente hinchado por la sangre, dispersa y sin circular. Los tejidos y los órganos se necrosan, causando una muerte lenta, una agonía de varios días, como el caso de Bibiana. Luego de muerta, la apuñalaron en el corazón, para confirmar su muerte. Su cuerpo se colgó en el Foro Tauri para que sirviera de escarmiento.
Según refieren, un presbítero llamado Juan esperó a la noche para recuperar el cuerpo, y le dio sepultura junto a su madre y su hermana, bajo el suelo de la que había sido su casa. Años más tarde, muerto ya el emperador, una mujer llamada Olimpina edificó sobre esta casa una pequeña capilla para honrar la memoria de las tres mártires, y residió en ella hasta la época del papa Siricio (384-399).
Años después, en el lugar se levantó una nueva iglesia, posteriormente reformada por el Papa Simplicio. Éste la consagró en el año 468, dedicándola a Santa Bibiana. En esta Iglesia de Santa Bibiana se conserva la que se cree fue la columna a la que estuvo atada y en la que sufrió martirio.
Santa Bibiana es patrona de los epilépticos. La invocan también quienes padecen de dolores de cabeza, convulsiones, locura y males nerviosos en general. Su festividad se conmemora cada 2 de diciembre.

