MONUMENTO A COLA DI RIENZO
FUENTES Y PLAZAS,  MISCELÁNEA

MONUMENTO A COLA DI RIENZO

El monumento a Cola di Rienzo, es un homenaje urbano a “El último Tribuno de Roma”. En 1886 la corporación municipal decidió dedicarle un monumento en el lugar donde, según la tradición, un 8 de octubre de 1354 cayó asesinado por el pueblo romano.

Erigido “en el silencio, y sin ninguna ceremonia”, el monumento se encuentra aquí desde su inauguración, el 20 de septiembre 1887. Y sin dedicatoria alguna; tan sólo grabada en su base de bronce la escueta inscripción que lo identifica: “Cola di Rienzo”.

La escultura, realizada en 1871 por el escultor florentino Girolamo Masini (1840-1885), es una talla en bronce y a tamaño natural del político romano Cola di Rienzo (1313-1354). En ella aparece representado en plena arenga al pueblo, al que enardece y domina con el brazo derecho levantado en alto. Se asienta sobre un pedestal de ladrillo, recubierto de fragmentos marmóreos (reciclados de la adyacente escalera del Ara Coeli), obra del arquitecto romano Francesco Azzurri (1827-1901).

Está ubicada en la ladera del Campidoglio, justo en el centro del espacio ajardinado a la izquierda de la famosa “Cordonata”, la escalinata que conduce al Capitolio. En aquellos tiempos este lugar era la Piazza d’Aracoeli, y acogía el mercado local, de ahí que también se la conociese como plaza del Mercado (piazza del Mercato). Allí no sólo se mercadeaba, sino que, como lugar popular de encuentro, era donde se reunían para sus debates políticos.

 

LA AZAROSA VIDA DE COLA DI RIENZO

Nicola di Rienzo Gabrini, popularmente conocido como Cola di Rienzo, nació en Roma en 1313. De origen humilde, su padre, Lorenzo Gabrini, era tabernero y su madre, Maddalena, era lavandera.

Nació en el Trastévere, en el lugar hoy señalado por una placa que hizo colocar el Ayuntamiento en 1872.

 

CASA DE COLA DI RIENZO

 

En ella, ubicada en el actual edificio nº 87 de la via di San Bartolomeo de ‘Vaccinari (semiesquina con Piazza delle Cinque Scole), consta la siguiente inscripción:

 

“QUI PRESSO NACQUE L’ULTIMO DE TRIBUNI COLA DI RIENZO – S.P.Q.R. 1872”

(AQUÍ NACIÓ EL ÚLTIMO DE LOS TRIBUNOS COLA DI RIENZO – S.P.Q.R. 1872)

 

A los 7 años, tras la prematura muerte de su madre, fue llevado con sus abuelos maternos a la localidad de Anagni (a unos 50 Km. al Este de Roma), quienes se encargaron de su crianza. Allí aprendió latín y se educó leyendo a los clásicos (Virgilio, Tito Livio, Séneca, Cicerón…), imbuyéndose de la historia de la antigua Roma, por la que llegó a sentir verdadera pasión.

A los 20 años, al fallecer su padre, retornó a Roma, donde, con motivo de la venta de la taberna paterna, trabó amistad con el notario Francesco Mancini. Éste, advirtiendo sus cualidades e impresionado por su refinada elocuencia, le animó a completar su formación jurídica. Y, junto a él, llegó a ejercer de notario.

Entonces Roma se encontraba sumida en el caos: robos, asaltos, violaciones… Todo acaecía impunemente bajo el desgobierno. El vacío de poder que habían dejado los Papas, asentados en Aviñón (Francia) desde 1309, era pretendido por las grandes familias nobiliarias. Éstas (los Orsini, Colonna, Caetani, Frangipane, Annibaldi, Savelli…) habían convertido sus palacios en fortalezas y se disputaban el gobierno de la urbe en permanentes luchas. Un hermano suyo resultó muerto por los Colonna en uno de esos enfrentamientos. Ello le impulsó a luchar contra la poderosa y arrogante nobleza y le motivó para que Roma pudiese recuperar su perdido esplendor.

Así, se procuró el favor popular y consiguió ser comisionado a Aviñón para tratar de convencer al papa de su necesario regreso. Allí se entrevistó en 1343 con Clemente VI (el francés Pietro Roger, Papa de 1342 a 1352), informándole de la caótica situación de Roma e instándole a que se declarase el año 1350 como Año Jubilar. La entrevista resultó satisfactoria, aunque el Papa no retornó entonces a Roma. No obstante, gracias a su dominio del latín y a su excelente oratoria, Cola di Rienzo se ganó la confianza y estima de Clemente VI, quien lo nombró Notario de la Cámara Apostólica. Este cargo, como Secretario encargado de la administración financiera, legislativa y judicial de la Santa Sede, no sólo le permitió dejar de ser pobre, sino que le dio poder.

A su regreso a Roma inició una serie de encendidos discursos contra la aristocracia, ganándose la confianza del pueblo. Además, el hallazgo casual de una antigua placa en la basílica de San Juan de Letrán, le facilitó sus pretendidos fines. Era una gran y magnífica plancha de bronce (de 1’64 x 1’13 m.) a la que Bonifacio VIII (el italiano Benedetto Caetani, Papa de 1294 a 1303) hizo dar la vuelta y utilizar como mesa de altar en dicha basílica. Pero en realidad se trataba de la Lex Regia (o “Lex del Imperio Vespasiani”, del 70 d.C., hoy en los Museos Capitolinos). En su anverso estaban grabadas antiguas letras, que entonces, en plena Edad Media, nadie sabía leer ni interpretar.

 

LEX REGIA

 

Cola di Rienzo la aprovechó para sus propósitos informando al pueblo de su contenido: resumidamente, que el Senado delegaba su soberanía en el emperador. Ello implicaba el origen popular de la Soberanía: el Pueblo, a través del Senado, la había confiado al emperador, y en cualquier momento podía recuperarla. Así, mostrándola al pueblo, en 1346 pronunció un encendido discurso, en lengua vulgar y apoyándose en figuras alegóricas que había hecho pintar, exhortándoles a recuperar su perdida grandeza.

Esta proclamación ante el pueblo a recobrar los poderes que, de iure, la pertenecían, le granjeó enorme popularidad y un gran apoyo. Y así, en el Campidoglio, el 20 de mayo de 1347 se autoproclamó “Tribuno de la Sacra República Roma” (un cargo que conseguiría le fuese vitalicio). Al gobierno que así inició fue añadiendo sucesivamente otros aún más altisonantes, declarándose: “Candidatus Spiritus Sancti”, “Imperator Orbis”, “Zelator Italiæ”, “Amator Orbis” y “Tribunus Augustus”.

Comenzó así una azarosa y utópica vida llena de enfrentamientos al pretender reinstaurar, en la Roma de entonces, la antigua República Romana. Si bien contó inicialmente con el beneplácito de la iglesia, finalmente sería excomulgado (por criminal, pagano y hereje).

 

EL FINAL DE COLA DI RIENZO

Sus ideales se vieron desbordados por el rechazo popular, que al ver incrementados sus impuestos, se sublevó. Al amanecer del  8 de octubre de 1354 una turba enfurecida se concentró ante el palacio senatorial al grito de:

 

¡Muerte al traidor!, ¡muerte al traidor que impuesto la gabela!

 

Cola di Rienzo, subestimando la algarada, salió al balcón del Capitolio vestido con su traje senatorial y portando en su mano el estandarte del pueblo. Pero cuando pretendió dirigirse a la multitud, ésta no le permitió hablar, increpándole y arrojándole multitud de piedras y flechas encendidas. Su guardia personal desapareció, el edificio se incendió y la turba entró en el palacio dispuesta a acabar con él. Así, al ver peligrar su vida, decidió huir disfrazado. Se cortó la barba, se tiznó el rostro y cogió unas mantas entre sus brazos para confundirse entre la turba saqueadora. Al salir, además, pidió al portero su capa para ocultarse bajo ella y, ataviado de esta manera, logró salir del palacio.

Pero al llegar al Campidoglio, junto a la “Cordonata”, fue reconocido: lo delataron los inconfundibles brazaletes de oro que solía llevar en sus muñecas, de los que había olvidado desprenderse en sus prisas por disfrazarse. Enseguida fue rodeado por la multitud enardecida, a la que trató de apaciguar sin éxito. De improviso, un artesano llamado Francesco del Vecchio le asestó una estocada en el vientre. A éste siguieron otros muchos que, con sus espadas y puñales, e incluso a golpes, acabaron con la vida de Cola di Rienzo.

No contentos con esto, su cadáver fue atado por los pies y arrastrado por las calles hasta la iglesia de San Marcelo al Corso. Con el gancho de un carnicero cercano lo colgaron por los pies y así permaneció dos días, expuesto colgado en la plaza ante la iglesia (frente al actual presbiterio). Al tercer día lo sacaron y arrastraron nuevamente hasta las inmediaciones del Mausoleo de Augusto. Allí, una multitud de bulliciosos judíos improvisó una pira de cardos secos y le prendió fuego. Dicen las crónicas de la época que, debido a su gordura, su cuerpo se quemó alegremente. Pronto quedó reducido a cenizas, que luego fueron arrojadas al Tíber.

Este fue el infausto final de Cola di Rienzo. La Curia romana ordenó una inquisición inmediata sobre los autores de su asesinato. Sin embargo, el Papa, temiendo las revueltas populares que el juicio pudiera provocar, puso fin a esta iniciativa. Y el 7 de octubre de 1355 concedió amnistía a cuantos en él participaron.

 

LA FIGURA DE COLA DI RIENZO EN LA ACTUALIDAD

Pese a su aciago final, la figura de Cola di Rienzo resurgió nuevamente en el siglo XIX. Incluso el genial compositor alemán Wagner le dedicó una de sus grandes óperas: “Rienzo, el último tribuno” (“Rienzi, der letzte der Tribunen”), estrenada en Dresden (Alemania) en 1842.

Su imagen, nostálgica, también se encumbró en la reciente reunificación de Italia (1870).

Hoy, Roma goza de Historia, y Cola di Rienzo forma parte irrenunciable de su contenido. En 1885 se le dedicó una calle, vía di Cola di Rienzo (entre Ponte Regina Margherita y Piazza del Risorgimento) y una plaza, en la intersección de ésta con Via Alessandro Farnese.

También una imagen suya ornamenta el Jardín del Pincio (Villa Borghese). Allí, en Viale dei Bambini, un busto de mármol, realizado en 1871 por el escultor Girolamo Masini, nos lo recuerda.

 

COLA DI RIENZO EN PINCIO

 

Desconocemos si ello es suficiente u oportuno (por “fasto” o por “nefasto”) para quien ha pasado a la Historia como “EL ÚLTIMO TRIBUNO DE ROMA”.

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