LA BATALLA DE CANNAS
Tal día como hoy, un 2 de agosto del año 216 a.C., tuvo lugar la famosa Batalla de Cannas. En ella, el pueblo romano sufrió la más desastrosa y sangrienta derrota militar de toda su Historia. Pese a doblar en fuerzas contingentes a las del ejército cartaginés, se vio totalmente superado por la audacia, destreza y táctica del general que las comandaba: Aníbal Barca(247-183 a.C.).
ANTECEDENTES DE LA BATALLA DE CANNAS
En 219 a.C., con la toma y destrucción de Sagunto (ciudad aliada de Roma) por los cartagineses, se inició la Segunda Guerra Púnica. Roma declara la guerra a los cartagineses al año siguiente y moviliza a sus ejércitos contra Aníbal. Envía al frente de éstos a los dos cónsules de aquel año: a Publio Cornelio Escipión (padre del homónimo que luego sería conocido como el “Africano”) hacia la península ibérica, costeando el golfo de León; y a Tiberio Sempronio Longo a Sicilia para iniciar, desde allí, la invasión de África.
Aníbal toma una decisión inusitada: en lugar de permanecer en Hispania y esperar allí el inevitable enfrentamiento con los romanos, tal como éstos preveían, decide llevar la guerra a suelo itálico. Se traslada desde Cartago Nova (la actual ciudad de Cartagena) hasta Italia, por el Norte, atravesando los montes Pirineos y los Alpes. Inició así un histórico periplo que, en la antigüedad, se consideraba que sólo había sido realizado por el mítico Hércules.
De ahí que en las acuñaciones monetarias de la época, Aníbal (y también otros bárquidas), aparezca representado coronado de laurel y con la “clava” (garrote), el atributo distintivo del héroe (identificándose con Melqart, el Hércules púnico). Un medio propagandístico para ensalzar su figura, identificándolo como héroe y con el semidiós, y capaz de realizar, como él, tan mitológica hazaña.
Aníbal sale de Cartago Nova con un contingente de 50.000 soldados de a pie y 9.000 jinetes. Tras cinco meses de dura marcha, y pese a las perdidas en el trayecto, llegó al río Ródano con unos 38.000 soldados de infantería y más de 8.000 de caballería (y 37 elefantes). Así lo recoge el contemporáneo historiador romano Polibio (209-127 a.C.) en su obra “Historias” (Libro III).
Luego, tras atravesar dificultosamente los Alpes y superar los Apeninos, donde perdió el ojo derecho a causa de una infección, se planta en el centro de Italia. Había recorrido a pie, en 8 meses, una distancia de unos 9.000 estadios (unos 1.735 Km.). Una vez en la península itálica, con un ejército disciplinado y excepcionalmente entrenado por lo continuo de sus luchas en Hispania, su avance es imparable.
Derrota a cuantos se le enfrentan y añade a sus filas nuevos aliados de los pueblos descontentos con los romanos. Así, en 218 a.C. logra victorias tan memorables como las de Tesino y Trebia, y, al año siguiente, Trasimeno.
Tras ello, decide bajar a la región de Apulia para abastecer su ejército. Estableció su campamento en la llanura de Cannas (Cannae, actualmente Monte di Canne), junto al río Aufidus (hoy el Ofanto), a orillas del mar Adriático. Una extensa zona de cultivo de la que se abastecía Roma e ideal para afirmar su superioridad con la caballería.
PREPARATIVOS Y DESPLIEGUE ROMANOS
El Senado romano decide hacerle frente para impedir su avance y evitar la caída de la misma Roma. Para ello alista un total de 8 legiones (incluyendo los aliados), el mayor contingente militar empleado hasta la fecha: 80.000 hombres de a pie y algo más de 6.000 a caballo.
Al frente de ellos, comandándolos en días alternos, como de costumbre, iban los dos cónsules electos de aquel año (216 a.C.): Lucio Emilio Paulo y Cayo Terencio Varrón. Con este impresionante ejército se dirigieron al encuentro de Aníbal, llegando a finales de julio a la llanura de Cannas. Allí establecieron dos campamentos: uno más grande en el margen derecho del río, y otro menor río abajo, en el izquierdo.
El cónsul Lucio Emilio, más experto, advirtiendo la superioridad de la caballería cartaginesa, más bregada y ligera, era partidario de evitar una batalla en campo abierto. Sin embargo el otro cónsul, Varrón, confiado en la superioridad de su infantería, optó por el enfrentamiento. Y un día en que le correspondió el mando desplegó las tropas en la llanura, incitando a los cartagineses al combate: fue al alborear del día 2 de agosto del 216 a.C. (según el calendario juliano).
Varrón situó la caballería romana en el ala derecha, al mando del otro cónsul, junto al mismo río. La caballería aliada, comandada por él mismo, ocupó el ala izquierda. Entre ambas extendió la infantería, al cargo de los cónsules del año anterior: Marco Atilio Régulo y Cneo Servilio Gémino. Estas tropas de a pie las dispuso en formación muy compacta, para conseguir que la profundidad de sus formaciones fuera muy superior a su frente. Y delante de todo el ejército, a cierta distancia, situó a la infantería ligera.
DESPLIEGUE CARTAGINÉS
Inmediatamente Aníbal hizo formar su ejército: algo más de 40.000 infantes y 10.000 jinetes. Situó en el frente a los honderos baleares y a los lanceros. En el flanco izquierdo, al lado mismo del río (frente a la caballería romana), ubicó a los jinetes íberos y galos, comandados por Asdrúbal. A continuación la mitad de su infantería pesada africana, a cargo de su hermano Magón. Y seguidamente a los íberos y a los galos, que Aníbal comandó personalmente. A su flanco dispuso el resto de africanos. En el ala derecha (frente a la caballería aliada romana) dispuso la caballería númida, al mando de su lugarteniente Maharbal.
Aníbal los extendió todos en una sola línea. Y, sin que perdieran el contacto con los demás, les hizo avanzar según un plan preconcebido: formando un frente convexo en forma de media luna. Así, las líneas de sus flancos perdían en espesor a medida que avanzaban. Con ello Aníbal pretendía que sus africanos le sirviesen de retaguardia durante la batalla, al tiempo que íberos y galos se empleaban en primera línea.
TRANSCURSO DE LA BATALLA DE CANNAS
Así quedaron enfrentados ambos ejércitos: el romano hacia Occidente y el cartaginés hacia Oriente, de modo que el sol no molestase en ningún momento a ambos contendientes.
Las avanzadillas iniciaron la lucha, y al poco la caballería íbera y gala cargó bruscamente contra la caballería romana. Su ataque fue encarnizado y, sin piedad, destrozaron la caballería romana. A los que habían sobrevivido los acorralaron junto al río, y los mataron también. Entonces entraron en combate las fuerzas de infantería. Las formaciones de íberos y galos resistieron inicialmente, pero, al carecer de profundidad, hubieron de ceder. Se replegaron ante la superioridad romana, que además se había engrosado desde las alas al centro y al lugar en que se combatía.
Al ceder los cartagineses, los romanos corrieron hacia el centro en su persecución. Los rebasaron tanto, que ahora tenían a ambos lados, en los flancos que ofrecían, a los africanos, dotados con armamento pesado.
Además, según refiere Frontino (“Estratagemas”, Libro II), Aníbal se valió de un imprevisible ardid:
“Una vez que Aníbal tuvo formada la línea de combate, ordenó desertar a 600 jinetes númidas que, para inspirar confianza, entregaron a los romanos sus espadas y escudos, y, cuando se les acogió en la retaguardia, tan pronto como se empezó a combatir empuñaron unas espadas más pequeñas que tenían ocultas, tomaron los escudos de los caídos y destrozaron la formación romana”.
El resto del combate transcurrió tal como Aníbal había previsto y provocado: en su persecución de los galos, las legiones romanas fueron cogidas en medio por los africanos. Entonces ya no se mantuvieron las formaciones: la infantería romana, embolsada e incapaz de desenvolverse, acabó siendo masacrada. A ello contribuyó la caballería cartaginesa, que tras hacer huir a lo que quedó de la caballería enemiga, cargó por la espalda contra la infantería romana con arremetidas sucesivas.
EL FATAL DESENLACE ROMANO
De las tropas cartaginesas perdieron la vida 4.000 galos y otros 1.500 entre íberos y africanos.
De los 6.000 jinetes romanos tan sólo lograron escapar 70, y 300 de los aliados, y con ellos el cónsul Varrón. Todos los demás, unos 70.000 infantes (excepto unos 3000 que lograron huir de la encarnizada lucha), murieron bravamente. Con ellos perecieron el cónsul Lucio Emilio Paulo, junto con los procónsules Marco Atilio y Cneo Servilio y otros muchos nobles romanos.
Los que permanecieron en los campamentos romanos sin participar en la contienda, unos 10.000, fueron hechos prisioneros.
Éstas son las cifras referidas por el historiador Polibio (“Historias”, Libro III).
LAS CLAVES DE LA BATALLA
La audacia de Aníbal, el conocimiento de las tácticas de su oponente y el ímpetu y valor de su caballería fueron las claves decisivas de la batalla.
Tanto es así que el escritor latino Cornelio Nepote (fallecido en 32 a.C.), en su obra “Vidas”, proclamó:
“Tras la batalla de Cannas, nadie osó colocar su campamento en terreno llano frente al de Aníbal”.
Y en lo sucesivo, tras tan desastrosa derrota, el 2 de agosto fue considerado “dies Vitiosi” en el antiguo calendario romano.
LOS ACONTECIMIENTOS POSTERIORES
Un hecho posterior a la batalla nos los relata el historiador latino Tito Livio (59 a.C.-17 d.C.) en su obra “Historias”, Libro XXIII). Aníbal envía a su hermano Magón a Cartago en solicitud de ayuda para continuar la guerra contra Roma. Allí éste da testimonio de la masacre de Cannas. Y, para dar fe de tan felices acontecimientos, mandó echar en el vestíbulo de la curia los anillos de oro tomados de los dedos de los romanos caídos. Formó con ellos un montón tan grande que, al medirlos, se llenaron tres modios y medio, si bien la opinión más verosímil es que no se sobrepasó el modio (medida de capacidad equivalente a unos 8’75 litros)”. Y, para poner más de relieve la derrota, añadió que solamente llevaban aquel distintivo los soldados de caballería, e incluso de éstos, sólo los más destacados.
Pese a que los cartagineses acordaron enviar ayuda (tropas, elefantes y plata), en la práctica fue tan remisa y despreocupada que Aníbal hubo de mantenerse “a su suerte” en Italia.
Pese a la gran victoria y a que su odiada Roma quedó indefensa tras la masacre de sus legiones, Aníbal no la atacó. Quizá fuesen sus murallas el obstáculo que Aníbal no pudo acometer. Nunca lo sabremos. Por ello su lugarteniente Maharbal, indignado, le recrimino:
“Evidentemente, los dioses no derraman todos sus dones sobre un sólo hombre. Sabes vencer, Aníbal, pero ignoras cómo se aprovecha la victoria”.
VESTIGIOS HISTÓRICOS DE LA BATALLA DE CANNAS
El lugar donde aconteció la Batalla de Cannas es hoy un espacio protegido transformado en un Parque Arqueológico: el Antiquarium di Canne della Battaglia. Está ubicado en una colina a lo largo del valle bajo del río Ofanto. Se preservan en él restos de la antigua ciudadela medieval, que cubre los restos de los antiguos asentamientos daunianos (arcaicos pobladores locales) y romanos. Aún se conservan parte de sus majestuosas murallas, con las torres que la fortificaban, así como la estructura de los sucesivos asentamientos urbanos, basílicas cristianas incluidas.
A los pies de la precitada ciudadela se construyó, en 1958, el Museo Antiquarium. Su interior expone y preserva los hallazgos arqueológicos que han salido a la luz en las diferentes excavaciones realizadas en la zona: entre otros muchos, antiguos ajuares funerarios y multitud de piezas cerámicas. Toda una exposición de la evolución histórica del lugar, enriquecida en 2017 con una Sala Multimedia y nuevos espacios para la docencia.
También acoge una exposición permanente de maquetas y paneles explicativos sobre los acontecimientos más relevantes de la sangrienta batalla. Su contenido muestra el despliegue de ambos ejércitos durante la misma e ilustra las maniobras tácticas efectuadas por Aníbal para asegurarse la victoria.
Desde sus amplios ventanales es posible apreciar un entorno natural especialmente preservado: la extensa planicie de Cannas, junto al río Ofanto, donde romanos y cartagineses se enfrentaron aquel 2 de agosto del año 216 a.C.
En suma, un fascinante itinerario expositivo, y todo un lujo a nuestro alcance, que nos brinda, una vez más, nuestra ¡Infinita Roma!
2 Comentarios
Jose Ignacio
Este artículo me cae de maravilla, acabo de terminar el capítulo de la batalla de Cannas del libro Africanus de Santiago Posteguillo y es un complemento perfecto para la lectura.
Gracias por compartir
J. Méndez
Muchas gracias por tu comentario y por leernos 🙂