TEMPLO DE ESCULAPIO
El Templo de Esculapio está consagrado a Asclepio (Asklèpios), el dios griego de la Medicina, pues así renombraron los antiguos romanos a esta deidad (Aesculapius).
Está ubicado en el Jardín del Lago, un romántico paraje recreado para embellecer aún más los suntuosos jardines de la Villa Borghese, el pulmón verde de la Ciudad Eterna.
La obra fue promovida en 1785 por el senador romano Marco Antonio IV Borghese (1730-1809), entonces propietario de la villa y gran mecenas de las artes. Éste, tras visitar (junio de 1784) el taller del escultor y restaurador romano Vincenzo Pacetti, adquirió una estatua de Esculapio que éste poseía. Era una colosal escultura que se halló alrededor de 1549 en unas excavaciones realizadas en las inmediaciones del Mausoleo de Augusto. La escultura es una representación griega del dios, y previsiblemente fuese la principal que, en su día, ornamentó el Templo de Esculapio en la Isla Tiberina.
Tras su adquisición, Marco Antonio IV Borghese decidió acomodarla bajo una fachada arquitectónica simple en otra ubicación. Sin embargo, optó por instalarla en un templo aislado al fondo del lago que estaba construyendo en el piano di licini (“cerro de las encinas”), en lo alto del monte Pincio. Además, con ello lograría que sus aguas también lo reflejasen, consiguiendo así darle una mayor visibilidad.
La construcción del lago contó, entre otros muchos, con la especial participación del paisajista y pintor inglés Jacob Moore. Éste, dotándolo de sinuosas formas geométricas (inicialmente previsto en rectángulo), logró recrear este ensoñador paraje natural que hoy podemos disfrutar. Y para su abastecimiento, fue preciso reconducir, desde Termini, el acueducto Aqua Vergine. En suma, una inmensa obra, y a la moda del momento (jardín inglés repleto de árboles exóticos), que se concluyó en 1787.
EL TEMPLO DE ESCULAPIO
El Templo de Esculapio, realizado entre 1785 y 1790, se levanta sobre un islote artificial, centrado al fondo del lago. Su diseño y construcción se debe al arquitecto romano Antonio Asprucci (1723-1808), quien contó con la colaboración de su hijo Mario (1764-1804), también arquitecto, y del pintor italiano Christopher Unterperger (1732-1798).
Es un templo neoclásico que recrea una típica arquitectura griega. Es próstilo y tetrástilo; esto es, con cuatro únicas columnas frontales, estriadas y con capiteles jónicos, que conforman el pórtico (pronaos) ante la cella (naos). Ésta última, santuario y núcleo de la construcción, acoge en su interior la referida estatua del Esculapio, de 3’5 m. de altura y realizada en fino mármol blanco, hallada en las cercanías del Mausoleo de Augusto. Su disposición (marzo de 1787) fue llevada a cabo por el escultor romano Vincenzo Pacetti (1746-1820), quien la restauró “in situ”.
Es una escultura clásica del Dios de la Medicina, en la que Esculapio aparece erguido y descansando sobre su pie izquierdo, ligeramente retrasado. Está representado como un hombre maduro, de poblada cabellera y rizada barba, con semblante amable y mirada serena. Viste una toga que, recogida sobre su brazo izquierdo, deja al descubierto la mitad superior de su sano y fornido torso. Con su mano derecha sujeta su característica vara de ciprés (símbolo de autoridad y sabiduría) en la que está enroscada la mítica serpiente (signum Aesculapii), emblema de renovación y sanación.
La estatua, centrada frente al gran portalón de acceso (sin puertas), al carecer también ésta de pared trasera, es claramente visible en el interior de la cella, que hace de “caja de luz” confiriendo luminosidad a la escultura. Además, se eleva sobre un pedestal en el que figura la siguiente inscripción:
“MAXIMUS AEGRIS AUXILIATOR ADEST
ET FESTINANTIA SISTENS HEALTHY FAIR MITIS DEUS INCUBAT ANGUI”.
Que podría traducirse por:
“AQUÍ ESTÁ LA MAYOR AYUDA PARA LOS ENFERMOS Y EL DIOS BENIGNO
MITIGA LA ENFERMEDAD EN UN SUAVE SUEÑO CON LA SERPIENTE QUE DA SALUD”.
Esta inscripción hace referencia a la práctica de la incubatio: el sueño terapéutico que, como ritual de sanación, era habitual en los Asklepièia (templos consagrados a Asclepio/Esculapio). Los sueños que allí acaecían, al ser en recintos sacros (sagrados), favorecían la comunicación directa del enfermo con el dios que allí habitaba. Ello excluía la intervención de cualquier otra deidad o espíritu maligno. Luego, estos sueños eran interpretados por los expertos sacerdotes del templo (therapeutes), quienes determinaban los remedios a aplicar para la sanación del enfermo.
Sobre el dintel de la puerta de acceso al Templo de Esculapio, un medallón, ornamentado entre festones, alberga las efigies de sus dos más sobresalientes seguidores:
- Hipócrates de Cos (Hippocrătes de Kos. Aprox. 460-370 a.C.). Era considerado descendiente, por vía paterna, del mismo dios Asclepio, y, por vía materna, del semidiós Hércules (Heracles). Fue el médico más importante de toda la Antigüedad, considerado el “Padre de la Medicina” (entiéndase medicina moderna occidental). Con su Corpus hippocraticum revolucionó el mundo de la medicina, hasta él circunscrito a la esfera de los dioses.
- Galeno de Pérgamo (Klaudius Galenos. Aprox. 129-201 d.C.). Insigne médico que ya a sus 20 años se convirtió en uno de los sacerdotes (therapeutes) del Asklepièia de Pérgamo. Allí fue nombrado luego (en 157) médico de gladiadores, trasladándose posteriormente a Roma (en 162). Su gran fama le llevó a convertirse en médico personal del emperador Marco Aurelio y de su hijo Cómodo, continuando como médico de corte hasta su muerte (ya en tiempos de Septimio Severo).
Sobre el pórtico de entrada, en el entablamento, una dedicatoria inscrita en griego lo identifica:
“ΑΣΚΛΗΠΙΩI ΣΩΤΗΡI” (ASKLEPIOI SOTIRI).
(“ASCLEPIO SALVADOR”, o “SANADOR”).
El friso superior está ornamentado con elementos recuperados de la antigua decoración greco-romana: bucranios (bucranium) intercalados entre festones de laurel. Son elementos residuales de la arcaica religión pagana. Proceden de la primitiva costumbre de colgar en los altares, o alrededor de los templos, los cráneos de los animales sacrificados, generalmente bueyes, de los que deriva el término bucranium. Los festones (de “fiesta”) eran adornos elaborados con ramas, hojas y flores que, a modo de guirnaldas entrelazadas, se usaban para decorar los edificios en señal de celebración. La presencia del laurel era símbolo de Inmortalidad y Victoria; era el predilecto del dios Apolo (padre de Esculapio), y en la Antigüedad se lo consideraba el “árbol de la Salud”.
Sobre el entablamento, el frontón triangular está decorado con un bajorrelieve, en estuco, obra de los escultores y restauradores romanos Vincenzo Pacetti (1746-1820) y Agostino Penna (1728-1800). En él se recrea la arribada (en 291 a.C.) de la comisión enviada a Epidauro para hacerse con una imagen del Dios de la Medicina. Había sido allí comisionada en busca del dios como remedio para atajar la peste que entonces asolaba toda Roma. Al llegar ante el Puerto Tiberino, Asclepio, traído metamorfoseado en serpiente, desembarcó prematuramente, refugiándose en la Isla Tiberina, donde desapareció entre la vegetación.
Esto se interpretó como que ése era el lugar elegido por el dios para su morada, y allí se erigió el primitivo Templo de Esculapio. Así lo refiere el ilustre poeta latino Ovidio (Publio Ovidio Nasón, 43 a.C.-17 d.C.) en su obra “Metamorfosis” (Libro XV, “Esculapio en Roma”).
Sobra decir que con la llegada de Esculapio a Roma cesó milagrosamente la pestilencia que entonces azotó la ciudad y sus contornos. De ahí que su culto arraigara en la Ciudad Eterna y se propagase posteriormente por todo el Imperio.
La edificación está recreada “insólitamente” también en una isla, quizá en memoria de la que cobijó a Esculapio. La flanquean dos simétricos y falsos promontorios rocosos, modelados en 1787 por el yesero Giovanni Rusca, ajardinados con frondosa vegetación. Cada uno de ellos está decorado con la estatua de una ninfa de los ríos, realizadas por los prestigiosos escultores romanos anteriormente mencionados:
- Himera (a la izquierda), es la personificación del río homónimo, en Sicilia. Es obra de Vincenzo Pacetti.
- Tungría (derecha), de ignorada identificación. Tallada por Agostino Penna.
Ambas ninfas, magnamente esculpidas, están dispuestas recostadas sobre sendas ánforas (epigrafiadas con sus respectivos nombres) de las que brota un abundante chorro de agua. Su continuo fluir aporta una melodiosa sintonía natural que evoca la virtud salvificadora del agua, confiriendo a todo el conjunto arquitectónico un idílico ambiente paisajístico.
Entre ellas, dispersos entre la vegetación pueden verse algunas esculturas de animales relacionados con el culto a Asclepio:
- El mochuelo común (Athene noctua), símbolo de Sabiduría y ave consagrada a la diosa Atenea (la romana Minerva).
- El gallo, símbolo de vigilancia.
- La cabra, símbolo de nutrición y salvación, pues con su leche lo alimentó el centauro Quirón.
Fueron tallados en 1785 por el escultor romano Lorenzo Cardelli (aprox. 1733-1794).
El tejado se ornamentó originalmente con diez acroteras, distribuidas en los vértices. En ellas se colocaron otras tantas antiguas esculturas, reelaboradas y restauradas para adaptarlas al culto a Esculapio. Algunas fueron sustraídas en la década de los 80 del pasado siglo, y hoy tan sólo perduran siete, todas divinidades relacionadas con el dios Asclepio:
- Su padre, Apolo (el griego Helios), en el centro, coronando el vértice del frontón. Es el inventor del arte de curar y médico de los dioses. También es dios de la Luz (dios Solar) y protector de las artes y de la belleza. Está acompañado de la típica lira (emblema de la armonía y el orden universal) y el plectro con el que punteaba las siete cuerdas que la conformaban (recordemos aquí al mágico nº 7).
- A ambos lados, flanqueándolo, sendas Victorias. La Victoria (Niké griega) era la mensajera alada de Zeus y fue divinizada en la antigüedad como hija de Atenea. Era la encargada de llevar la victoria, regalo de los dioses, y, como tal, era su misma personificación y emblema del Triunfo.
- En la parte posterior está la estatua de Mercurio (el griego Hermes), Mensajero de los dioses.
- Su hija Higía (Higieia), personificación de la Salud (luego identificada como la diosa Salus romana).
- Y dos esculturas de la diosa Diana (la griega Artemisa) hermana gemela de Apolo, diosa de la Luna y de la caza.
No obstante, éstas que hoy podemos contemplar son modernas copias de las originales, que se retiraron en 1989 para su restauración (y continúan almacenadas).
Si bien originalmente fue el acueducto Aqua Vergine el que abasteció el parque de Villa Borghese, en 1925 el agua pasó a ser suministrada por el Aqua Pía (el antiguo Aqua Marcia reconstruido). No obstante, el Jardín del Lago está conectado actualmente, al igual que todos los estanques y fuentes de la villa, al Pescheira: el acueducto más moderno de Roma.
RESTAURACIÓN DEL JARDÍN DEL LAGO
Tras años de “abandono”, el Ayuntamiento de Roma acometió en 2013 una restauración integral del lago (la última limpieza se efectuó en 1956). Hubo que vaciarlo completamente (la última vez que se hizo fue en 1917) para reparar, impermeabilizar y consolidar los muros de contención, que perdían unos 1.000 m3 al día de agua. Ello conllevó la extracción de 6.000 m3 de lodo, y el transporte de la ictiofauna (entre ella unas 50 carpas adultas) a centros piscícolas adecuados. También se trasladaron 90 tortugas y aves acuáticas no voladoras a recintos específicos de las inmediaciones. Todo esto, junto con la preceptiva revisión veterinaria a estos animales, supuso un coste de 1’6 millones de €. Gracias a esta actuación, y tras siete meses de obras, en 2014 el lago recuperó su natural esplendor.
PARA LOS MÁS CURIOSOS…
Quienes no hayan podido disfrutar de la Ciudad Eterna, pueden apreciar gran parte de sus encantos en la película «A Roma con Amor» (To Rome With Love – 2012). El film, una coproducción estadounidense, española e italiana escrita y dirigida por el extravagante Woody Allen, recibió una nominación a “MEJOR PELÍCULA EXTRANJERA” en los Premios Sur del año 2012.
Es una contemporánea comedia romántica que narra, de manera independiente y con el peculiar estilo de su director, las vicisitudes de cuatro parejas en Roma. Los escenarios que se suceden son tan emblemáticos que, sólo por eso, merece una atenta mirada. Sobre todo para apreciar, en su ambiente, el Jardín del Lago y el Templo de Esculapio, telón de fondo de una de sus románticas escenas.
AVISO A NAVEGANTES
El único acceso al islote es un sencillo puente de madera que se encuentra tras el Templo de Esculapio. Pero es de uso exclusivo para labores de limpieza y mantenimiento.
No obstante, el Jardín del Lago dispone de un pequeño embarcadero (barche) donde pueden alquilarse pequeños botes de remos.
En ellos, y por un módico precio (unos 3 €), podremos disfrutar plena y apaciblemente de tan sugestivo entorno: navegar entre nenúfares, tortugas, percas y carpas, junto a palomas, patos, cisnes, ocas y gaviotas. Todo ello disfrutando de un singular paraje natural repleto de plantas y árboles exóticos (bambúes, cipreses, plataneras, paulonias, alcanfores, magnolios, etc…).
Además, así podremos acercarnos al Templo de Esculapio y apreciar con detalle su arquitectura y decoración. Una sugestiva e idílica propuesta donde percibir la evocadora esencia de las ninfas ante la majestuosa presencia del dios romano de la medicina, Esculapio.
Toda una maravilla que nos brinda, una vez más, nuestra… ¡Infinita Roma!