GIAN LORENZO BERNINI
PERSONAJES

GIAN LORENZO BERNINI

Gian Lorenzo Bernini nació en Nápoles el día 7 de diciembre de 1598. Era uno de los 13 hijos que habían tenido el florentino Pietro Bernini y la napolitana  Angélica Galante. Sus hermanos fueron: Luigi, Dorotea, Eugenia, Agnese, Francesco, Vincenzo, Emiliana, Beatrice, Domenico, Camilla, Guiditta e Ignazio.

Su padre, Pietro Bernini (1562-1629), era un afamado pintor y escultor afincado en Nápoles. De él adquirió los primeros conocimientos de estas artes, pues ya de niño se entretenía labrando las piedras que desechaba su padre, obteniendo de ellas tallas prodigiosas. Con él se inició también en el dominio del dibujo, el modelado en arcilla y la talla del mármol, y pronto adquirió su propia técnica.

El nuevo pontífice, Pablo V (Camilo Borghese, Papa de 1605 a 1621), encargó a su padre la decoración de la Capilla Paulina de la Basílica de Santa Maria Maggiore. Por ello, toda la familia Bernini se instaló en Roma en 1605. Aquí, a la temprana edad de 8 años, mostró ya extraordinarias dotes para el dibujo y revelaría su talento como escultor. Además, pudo perfeccionar su destreza estudiando las antiguas estatuas helenísticas y conociendo, de primera mano, las obras pictóricas y escultóricas de los artistas más destacados del momento: Miguel Ángel, Rafael, Caravaggio, Anibal Carraci, etc

Sus dotes personales, su capacidad de estudio y su perseverancia le dieron fama de “niño prodigio”. Todo ello, unido a su desbordante vitalidad, hizo que muy pronto fuese conocido en toda Roma. Incluso el  cardenal Maffeo Barberini (futuro Urbano VIII), veía en él a un nuevo Miguel Ángel. No es de extrañar, pues, que el propio Pablo V lo pusiera bajo la protección de su sobrino, el cardenal nepote Scipione Caffarelli Borghese. Para éste, su gran mecenas, realizó sus primeros trabajos, principalmente restauraciones de antiguas esculturas. A ellos seguirían los primeros encargos, cuyas espléndidas tallas lo consagrarían como uno de los escultores más cotizados e importantes de la época.

 

BERNINI ANIMA DANNATA
Anima Dannata – Bernini (1619)

 

A partir de entonces Roma estuvo a los pies de Bernini. Era un hombre polifacético que supo aunar hábilmente pintura, escultura y arquitectura, fusionándolas. Renovó el arte hasta entonces conocido, sin acatar las reglas establecidas de la proporción o la simetría. Una de sus máximas fue ““Chi non esce tal volta di regola, non la passa mai” (Quienes no se atreven a saltarse las normas, nunca las superan). Gracias a ello y a su fervor religioso, consiguió impregnar sus obras de emociones y sentimientos. Y transformó “lo bello” en “sublime”.

También fue un gran arquitecto, además de notable pintor, dibujante, e incluso escritor de obras de teatro (en algunas incluyó efectos espectaculares). Pero donde destacó magistralmente fue en escultura. Bernini supo despreciar las reglas arquitectónicas subordinándolas a los efectos escultóricos con medios y métodos sencillos. Haciendo de la necesidad virtud, logró crear unos efectos espaciales teatrales capaces de introducir al espectador en la composición, envolviéndolo totalmente.

 

LA INCESANTE ACTIVIDAD DE BERNINI

En 1619 Urbano VIII (Maffeo Barberini, Papa entre 1623 y 1644) lo nombró Arquitecto de la Fábrica de San Pedro. Un espacio que recreó con su particular impronta y que lo catapultó a la fama. De las obras que allí realizó se dijo en su día que “bastaba cualquiera de ellas para inmortalizar su nombre”.

Fue miembro de la prestigiosa “Academia di San Luca”, (la actual Academia Nacional de San Lucas), convirtiéndose en uno de sus Princeps (Presidentes) en 1621, reconocido por sus colegas.

Sus méritos artísticos hicieron que en 1622, con tan sólo 24 años, Gregorio XV (Alessandro Ludovisi, Papa entre 1621 y 1623), le concediera la “Cruz de Caballería de Cristo” otorgándole el título de “Cavaliere”. A partir de entonces siempre se le llamó “Il Cavaliere Bernini”.

Además de tal distinción, se le concedieron otros nombramientos que le permitieron diseñar y construir numerosas fuentes en la ciudad:

 

  • Comisario y auditor de las tuberías de las fuentes de Piazza Navona (agosto de 1623).

 

  • Superintendente de la fundición de Castell Sant’Angelo (1 octubre de 1623).

 

  • Superintendente del bottini del acueducto Acqua Felice (7 de octubre de 1623).

 

  • Arquitecto del Acqua Vergine, puesto del que se hizo cargo en 1629, tras la muerte de su padre.

 

A estas alturas de su vida ya había desarrollado un ego enorme. Su propia madre llegó a decir de él que “se creía el rey del mundo”, afirmando que, desde que tenía 20 años, «se sentía parido por los dioses”.

 

LA IRA DE GIAN LORENZO BERNINI

Alrededor del año 1635 se cruzó en su camino la joven Costanza Piccolomini Bonarelli. Ésta acababa de llegar a Roma acompañado a su esposo, el fundidor Matteo Bonarelli (o Bonucelli, activo en Roma entre 1630 y 1654), a quien Bernini había contratado en su taller.

Costanza, una marchante de arte descendiente de una familia aristocrática de Siena venida a menos, rondaba entonces los 22 años. Su elegancia y hermosura no pasaron desapercibidas a Bernini, y pronto se convirtió en su amante.

Tras meses de pasión, Bernini quiso perpetuar su belleza en el eterno mármol, y llegó a tallar un precioso busto de ella. Todo un homenaje a su amada y el único busto privado realizado por el artista en toda su carrera. Una esplendorosa talla que actualmente se encuentra en el Museo Nazionale del Bargello (Florencia, Via del Proconsolo, 4).

 

CONSTANZA BUONARELLI
Costanza Buonarelli – Bernini (1635)

 

 

Sin embargo, poco duró tan idílico romance. A finales del verano de 1638 Bernini descubrió que ésta también se veía con su hermano Luigi. Los sorprendió en plena calle, fundidos en un íntimo y tierno abrazo. Ello provocó la ira de Bernini, quien persiguió a su hermano por media Roma hasta darle alcance. Con una barra de hierro le llegó a romper dos costillas, dejándolo maltrecho. No contento con ello, hizo que uno de sus criados fuese a casa de Costanza y le rajase la cara con una navaja. Así lo hizo, y el rostro de Costanza, con una profunda cicatriz en la mejilla izquierda, quedó desfigurado para siempre.

Por añadidura, logró que sus esbirros la denunciasen por adúltera. Costanza, además del trauma y de sus heridas, hubo de sufrir condena por ello. Fue recluida en la Casa Pía, una casa conventual destinada a alojar y encauzar “ovejas descarriadas” (mayormente prostitutas). Allí permaneció hasta abril de 1639, cuando el Gobernador, tras sus desgarradoras súplicas, accedió a “devolverla al marido”.

El criado, autor material del navajazo, fue desterrado de Roma. Su hermano Luigi (1612-1681) huyó a Bolonia, donde permaneció poco más de un año. Cuando las cosas se calmaron, regresó a Roma y continuó con su actividad.

Bernini, amparado por la Curia, no llegó a pisar la cárcel. Todo se solventó con una multa de 3.000 escudos. Nada como ser “Il Cavaliere Bernini” y permitirse cubrir las costas del proceso.

 

LA FAMILIA BERNINI

Según relata uno de sus biógrafos, su hijo menor Domenico Stefano (1657-1723), al poco tiempo de estos sucesos Bernini cayó enfermo. Resultó aquejado de extrañas fiebres, supuestamente por frecuentar mujeres que no debía. El mismo Urbano VIII acudió a visitarlo y le recomendó encarecidamente que se casase. Es más, se dice que fue el mismo Papa quien concertó su boda con la hija de un abogado conocido. Así fue como Bernini, en 1639, contrajo matrimonio con Caterina Tezio, una hermosa joven de 20 años.

Y parece que funcionó: cesó la ira de Bernini y jamás regresó la extraña fiebre. El matrimonio Bernini-Tezio fructificó, llegando a tener 11 hijos, si bien tan sólo 9 de ellos alcanzaron la madurez.

Gracias a su incansable vitalidad pudo mantener holgadamente a toda su familia. Tallaba el mármol durante horas, y se resistía a abandonar sus trabajos. Nunca quedaba satisfecho de ellos, y cuando le obligaban a descansar, respondía: “Lasciatemi star qui, ch́io somo inamorato” (Déjarme estar aquí, que estoy enamorado).

Cuantas alabanzas recibió por sus obras siempre las rechazó. Aducía que eran “obras de Dios, pues de ÉL había surgido la idea”.

 

BERNINI SALVATORE MUNDI
Salvatore Mundi – Bernini (1679)

 

Por su taller desfilaron multitud de discípulos y colaboradores. Entre muchos, destacaron, además de su propio hermano Luigi, los siguientes: Ercole Ferrata, Andrea Bolgi, Antonio y Giuseppe Giorgetti, Girolamo Lucenti, Domenico Guidi, Lazaro Morelli, Antonio Raggi, Giuliano Finèlli, Paolo Naldini, Giulio Cartari y Cosimo Fancelli.

 

EL ETERNO DESCANSO DE BERNINI

Gian Lorenzo Bernini falleció en Roma el 28 de noviembre de 1680. Unas fiebres y un ataque de apoplejía que le paralizó el lado izquierdo se lo llevaron, a la edad de 82 años. Fue una gran pérdida, y toda Roma le tributó su postrero adiós acompañándolo, con gran pompa, hasta la sepultura.

 

SEPULCRO DE BERNINI
Sepulcro de Bernini

 

Sus restos reposan en la Basílica de Santa María la Mayor, de la que su hijo Pietro Filippo (1641-1728) era canónigo desde 1663. Yace en el panteón familiar (a la derecha del Altar Mayor), bajo el suelo de la Basílica. Allí, una simple losa de acceso la identifica con la siguiente inscripción:

 

“NOBILIS FAMILIA BERNINI HIC RESURRECTIONEM PECTAT”

(AQUÍ ESPERA SU RESURRECCIÓN LA NOBLE FAMILIA BERNIN).

 

Sobre ella, un sencillo epitafio grabado en el primer escalón inmediato ante el Altar recuerda el eterno descanso de tan insigne artista. En él, se lee:

 

“IOANNES LAURENTTIUS BERNINI DECUS ARTIUM ET URBIS HIC HUMILITER QUIESCIT”

(AQUÍ DESCANSA HUMILDEMENTE GIAN LORENZO BERNINI GLORIA DE LAS ARTES Y DE LA CIUDAD).

 

 

 

EL BARROCO

A Gian Lorenzo Bernini se le considera uno de los primeros artistas con los que surgió el arte Barroco en Roma. Tomado del portugués, el término “barroco” era empleado en joyería para describir una perla salvaje o una rudimentaria piedra preciosa sin tallar. En Roma, el Barroco fue la corriente artística que rompió los moldes del arte renacentista (inspirado en el clásico), principalmente en arquitectura, decantándose por lo desmesurado y excesivamente ornamentado. En escultura se evidenció en los efectos dramáticos de las tallas, logrados jugando con los contrastes de luz y creando perspectivas ilusorias.

Y, en escultura, Bernini no tuvo rival: fue la excelencia del barroco. Demostró una habilidad asombrosa al impregnar emoción y movimiento a sus obras, así como en la forma de tallar las diferentes texturas (piel y vestiduras). De él se dijo que nadie antes que él (ni siquiera «El Divino» Miguel Ángel), había conseguido hacer el mármol tan carnal. Su influencia, un referente artístico en los siglos posteriores, aún perdura en nuestros días. Y, prácticamente, sigue siendo “insuperable”.

Al parecer fue Sixto V (Felice Peretti, Papa de 1585 a1590) su impulsor, al iniciar la renovación urbanística y arquitectónica de la ciudad para atraer más peregrinos. Sus sucesores lograron transformar Roma en una ciudad-teatro con que la Iglesia Católica logró expresar su Universalidad e imponer su Poder. Todo un éxito que propició que el Barroco se extendiera por el resto de Italia a todo el continente europeo, llegando incluso a América y a China.

 

LAS HUELLAS DE GIAN LORENZO BERNINI EN ROMA

De las muchas obras realizadas por Bernini, a continuación reseñamos una selección de las más destacadas que pueden verse en Roma. Están referenciadas cronológicamente, bajo su localización y ubicación actuales:

 

-Basílica de Santa Práxedes (Via di Santa Prassede, 9):

  • Tumba del obispo Giovanni Battista Santoni (1613-1616).

 

-Galería Borghese (MUSEO, Piazzale Scipione Borghese, 5):

  • “Cabra Amaltea” (1615-1616).
  • “Eneas, Anquises y Ascanio huyendo de Troya” (1618-1619).
  • “Rapto de Proserpina” (1621-1622).
  • “Apolo y Dafne” (1622-1625).
  • “David” (1623).
  • “La Verdad revelada por el Tiempo” (1645 y 1652).

 

-Embajada de España ante la Santa Sede (“Palazzo Monaldeschi”, Piazza di Spagna, 57):

  • Anima beata” y “Anima dannata” (Alma bendita y Alma maldita) (1619).

 

-Basílica de Santa Maria sopra Minerva (Piazza della Minerva, 42):

  • Busto sobre la tumba de Giovanni Vigevano (1620).
  • Monumento conmemorativo a Sor María Raggi (1643-1647).
  • Tumba del cardenal Domingo Pimentel (1653).

 

-Iglesia del Jesús (“Il Gesú”, Via degli Astalli, 16):

  • Busto de la tumba del Cardenal Roberto Belarmino (1621-1624).

 

-Basílica de San Crisógono (Piazza Sidney Sonnino, 44):

  • Capilla del Santísimo Sacramento (1641), o “Capilla Poli”, a la derecha del ábside.

 

-Iglesia Nacional Española de Santiago y Montserrat (Via di Monserrato, 115):

  • Tumba de Monseñor Pedro de Foix Montoya (1622).

 

Iglesia de Santa Bibiana (Via Giovanni Giolitti, 154):

  • Fachada de la iglesia y escultura de “Santa Bibiana” (1624-1626).

 

-Basílica de San Pedro (Vaticano, Piazza San Pedro, 120):

  • Baldaquino de San Pedro (1624-1633).
  • Tumba del papa Urbano VIII (1627-1647).
  • San Longinos” (1629-1638).
  • Tumba de la Condesa Matilde de Toscana (1634-1637).
  • Escultura ecuestre “Visión de Constantino” (1654 y 1668).
  • Cátedra de San Pedro (1656-1666).
  • Remodelación de la Plaza de San Pedro y Columnata Vaticana y (1656-1667).
  • Scala Regia (1663-1666).
  • Tumba de Alejandro VII (1671-1678).
  • Tabernáculo” y “Ángeles adoradores” de la Capilla del Santísimo Sacramento (1673-1674).

 

-Piazza di Spagna:

 

-Basílica de Santa Maria in Aracoeli (Scala dell’Arce Capitolina, 12):

  • Monumento conmemorativo a Carlo Barberini (1630).

 

-Galería Doria Pamphilj (MUSEO, Vía del Corso, 305):

  • Busto del Cardenal Scipione Borghese (1632).

 

-Iglesia de San Giacomo alla Lungara (Via della Lungara, 141):

  • Monumento conmemorativo a Ippolito de Merenda (1640-1641).

 

-Iglesia de San Pietro in Montorio (Piazza di San Pietro in Montoro, 2):

  • Capilla Raimondi (1640-1647).

 

-Iglesia de San Lorenzo in Damaso (Piazza della Cancelleria, 1):

  • Tumba de Alessandro Valtrini (1641).

 

-Piazza Barberini:

 

-Iglesia de Santa María de la Victoria (Via XX Settembre, 17):

  • Capilla Cornaro, que incluye el “Éxtasis de Santa Teresa” (1647-1652).

 

-Museos Capitolinos, en “Sala de las Ocas” del Palacio de los Conservadores (Piazza del Campidoglio):

  • Busto de Medusa (1644-1648).

 

-Piazza Navona:

  • Fuente de los Cuatro Ríos (1648-1651).

 

-Basílica de Santa Maria del Popolo (Piazza del Popolo, 12):

  • Esculturas de los profetas “Daniel” y “Habacuc y el Ángel” (1655-1661), en Capilla Chigi.

 

-Basílica de San Andrés del Quirinal (Via del Quirinale, 29):

  • Iglesia de San Andrés del Quirinal (1658-1670).

 

-Iglesia de San Isidoro de los Irlandeses (“Sant´Isidoro a Capo le Case”, Via Ludovisi, 60):

  • Capilla conmemorativa de la familia Da Silva (1663).

 

-Piazza della Minerva:

 

-Basílica de San Lorenzo in Lucina (Piazza di S. Lorenzo in Lucina, 6):

  • Busto funerario de Gabriel Fonseca (1668), en Capilla de La Anunciación.

 

-Basílica de Sant’ Andrea delle Fratte (Via Sant’Andrea delle Fratte, 1):

  • Ángel con corona de espinas” (1668-1671).
  • Ángel con inscripción” (1668-1671).

Ambos decoraron originalmente el Puente de Sant’ Angelo; aquí desde 1729.

 

 

-Iglesia de San Francesco a Ripa (Piazza di San Francesco d’Assisi, 88):

  • Capilla de la beata Ludovica Albertoni (1671-1674), en Capilla Altieri.

 

-Basílica de San Sebastián Extramuros (Via Appia Antica, 136):

  • Busto del Salvador, “Salvatore Mundi” (1679).

 

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