ACUEDUCTOS DE ROMA
El término acueductos proviene del latín aquaeductus (aquae = agua y ductus = conducción), y se tienen por los canales creados por el hombre para abastecer de agua a sus poblaciones.
El agua fue un recurso vital para el desarrollo de los primeros asentamientos humanos. Ninguna ciudad, país o cultura pudo prosperar sin ese elemento natural. Antiguas culturas como la china, mesopotámica, egipcia o griega, realizaron ingentes obras hidráulicas para garantizar su abastecimiento. Sin embargo, ninguna llegó a igualar en destreza a la alcanzada por los romanos para captar el agua, tratarla, distribuirla y desecharla una vez usada.
Durante siglos, el Tíber, los manantiales y los pozos fueron suficientes para satisfacer las necesidades de agua de la antigua Roma. Sin embargo, el desmesurado desarrollo urbano y el crecimiento de la población que alcanzaron ya en el siglo IV a.C. les obligó a recurrir a otras fuentes. Con su ingenio e industria lograron captar nuevas fuentes de abastecimiento y llevar, mediante acueductos hábilmente construidos, esa agua a Roma.
Desde entonces, como en ninguna otra ciudad en el mundo antiguo, gran cantidad de agua potable fluyó a Roma, lo que le valió el título de “Regina Aquarum” (Reina de las Aguas).
El historiador Dionisio de Halicarnaso (60-7 a.C.), en su obra “Historia Antigua de Roma”, lo constató así:
“Al menos yo, entre las tres construcciones más magníficas de Roma, por las que principalmente se muestra la grandeza de su poder, coloco los acueductos, los pavimentos en los caminos y las obras de las cloacas”.
Pocos años más tarde, el insigne historiador Plinio el Viejo (23-79 d.C.), en su obra “Historia Natural”, matizó:
«Quien quiera considerar cuidadosamente la cantidad de agua pública utilizada para balnearios, piscinas, fuentes, casas, jardines, villas, la distancia desde la que llega el agua, los conductos que se han construido, las montañas que se han perforado, los valles que se han superado, tendrán que reconocer que nada en el mundo entero ha existido jamás más maravilloso». Y, en la misma obra, añadía: “si alguien se tomara la molestia de calcular con precisión la cantidad de agua que lleva la red de acueductos …, entonces habría que admitir que nunca ha habido nada más admirable sobre la faz de la tierra”.
Así lo corroboró también Sexto Julio Frontino (40-103 d.C.) en el inconmensurable informe “De Aquaeductibus Urbis Romae”, que, como comisionado de las aguas de la ciudad (curator aquarum), elaboró para el emperador Nerva. En él, tras describir los nueve acueductos que entonces abastecían Roma, cuestionaba:
“¿Con las imponentes estructuras, numerosas y a la vez imprescindibles, de tantos y tantos canales acaso vas a querer comparar las pirámides, manifiestamente inútiles, o las demás construcciones de los griegos, de fama más renombraba, pero baldías?”.
Para Frontino, la construcción de acueductos fue «la más alta manifestación de la grandeza de Roma». En su construcción, los romanos fueron exigentes y metódicos. Tan perfecto fue el sistema que desarrollaron, que, con pequeños ajustes y modificaciones, aún lo seguimos utilizando para abastecer de agua nuestras ciudades.
Los romanos fueron muy escrupulosos en captar las mejores aguas para abastecer la urbe. Además de calidad, abundancia y regularidad en el flujo, debían de hallarse a una altura suficiente para que el agua transcurriera por su propia inercia hasta el punto de distribución.
De ahí que sus ingenieros se esmerasen en garantizar que llegara a la ciudad en idénticas condiciones a las de origen. Para ello, tuvieron muy en cuenta:
- La minuciosa elección del terreno y del itinerario más idóneo, óptimo y rentable.
- El flujo de agua había de ser constante (nunca estancarse).
- La velocidad había de ser suave y continua, evitando que pudiera arrastrar cualquier tipo de sedimentos. Para ello el trazado requería, aproximadamente, un desnivel medio de 1 m. por Km.
- El agua debía de discurrir en conductos cubiertos, para evitar contaminaciones (polvo, heces de animales, …). Además, así se evitaba su exposición a la luz, propiciadora del crecimiento de algas y bacterias.
Por ello, para mantener la frescura y la calidad de las aguas, procuraron, siempre que ello fue posible, canalizarla por conductos subterráneos. Además, así se reducía al mínimo el impacto ambiental, tanto en campos de cultivo como en áreas pobladas.
TÉCNICAS DE CONSTRUCCIÓN DE LOS ACUEDUCTOS DE ROMA
El acueducto se iniciaba en el caput aquae (depósito de cabecera), el punto de captación del agua. Podían ser de fuentes en superficie (manantiales, ríos, lagos o embalses creados exprofeso) o aguas subterráneas. En este último caso se precisaba un sistema articulado de pozos y túneles para canalizar el acuífero hasta un solo canal.
Para eliminar las impurezas se intercalaban, tanto al principio como al final del acueducto, piscinae limariae. Eran albercas de decantación donde el agua, a su paso, se sometía a un proceso de purificación gracias al depósito de las impurezas más gruesas.
El specus era el conducto, generalmente de mampostería (piedra) por el que fluía el agua. Como promedio, tenían una profundidad de 1,8 m. y 90 cm. de ancho, la suficiente para permitir el paso a las tareas de mantenimiento. Para impermeabilizarlo, era revestido interiormente con opus signinum, un mortero de cal y ladrillos (reciclado de baldosas o ánforas rotas) que evitaba las pérdidas de agua.
No obstante, en ocasiones utilizaron tuberías de plomo (fistulae), o de cerámica (tubuli fictiles). Sin embargo, su empleo fue mínimo, pues los procesos de fabricación los hacía costosos y poco seguros. Además, el plomo, en contacto con aire y agua, creaba una sustancia nociva para la salud: el “albayalde”, un carbonato básico de plomo, tóxico. Por añadidura, no resistían las altas presiones que abocaban en los sifones que empleaban para salvar áreas depresivas. De ahí que los ingenieros se vieran obligados a adaptarse estrictamente a la morfología del terreno con trazados largos y sinuosos.
El canal del specus era mayormente subterráneo. Sólo cuando habían de cruzarse crestas de montañas, ríos o valles el specus discurría en superficie. En estos casos lo hacía por subtructio (entre muros de contención), o sobre arcuatio (tramo elevado sobre arcos), y, en cuanto fuera ello posible, era nuevamente soterrado.
En su trayecto, para facilitar la localización superficial del acueducto, se colocaban cippus. Eran pilares numerados colocados a intervalos de 70 m., llamados jugeral (a lo largo del camino) o terminatio (al final). Indicaban, a ambos lados del acueducto, la llamada “banda de respeto”: separados 1,45 m. si el canal era subterráneo y 4,5 m. si lo era en superficie. Estos pilares informaban del nombre de la conducción, de su promotor, del número de esa señal y de la distancia (en pies) hasta la siguiente señalización. Así se facilitaba la dirección del acueducto y el perímetro que lo protegía, delimitando este espacio, excluido de cualquier otro uso.
A lo largo del todo el recorrido subterráneo del canal disponían puteus. Eran pozos verticales de acceso, construidos para la excavación de los túneles y ventilarlos. Luego sirvieron para poder inspeccionar su interior y realizar labores de mantenimiento. Normalmente permanecían cubiertos con una losa de piedra, con un agujero central cerrado por otro bloque de piedra.
El punto terminal era el castellum aquae (castillo terminal), una vasta construcción que recibía las aguas del acueducto. En ocasiones se recreaba en un ninfeo, una fuente monumental creada como “exposición de agua” para solemnizar el punto de llegada del acueducto. Un ejemplo representativo de ello es el monumental castellum aquae terminal del Aqua Iulia: el Ninfeo de Alejandro Severo.
Su principal función era garantizar, ante caídas de presión o variaciones de velocidad, un flujo continuo de agua. Para ello disponía de cámaras decantadoras y un tanque distribuidor. Desde él, conductos específicos distribuían el agua a las diferentes conducciones urbanas, que solían constar de un castellum divisorium. Eran depósitos secundarios, generalmente circulares, con conductos de distribución.
El agua se distribuía por medio de partidores que, por un entramado de tuberías de diferentes diámetros, hacían llegar el agua a sus destinatarios. Inicialmente, estos partidores funcionaban de manera que el agua se distribuía según un orden de prioridad: primero a las fuentes públicas, después a los edificios públicos y, si había agua suficiente, a casas particulares.
En líneas generales, el agua en la Roma Imperial se distribuyó de la siguiente manera:
- 17 % – Emperadores y servicio imperial.
- 39 % – Uso privado (particulares).
- 24 % – Edificios públicos.
- 13 % – Fuentes públicas.
- 4 % – Teatros.
- 3 % – Acuartelamientos e instalaciones militares.
Para regular cuánta agua iba a cada destino, las tuberías de salida de los partidores tenían diferentes diámetros, según el destinatario final.
Gracias a Frontino conocemos cómo estaba organizado el personal que intervenía en estas construcciones. Los más destacados eran los siguientes:
- Curator aquarium.– Designado directamente por el emperador, era el funcionario público encargado de la administración y el buen funcionamiento de los acueductos. Dirigían la numerosa familia aquaria, velando por la vigilancia y conservación de los sistemas de abastecimiento de agua de la ciudad. En época republicana su función fue ejercida por un censor.
- Familia aquaria.– Era el servicio oficial de aguas de la ciudad. En tiempos de Augusto se conformó como servicio público, encomendado a contratistas, con plantillas fijas de esclavos.
- Architectus.– Ingenieros encargados de diseñar, calcular y estimar el coste del acueducto.
- Libratores.– Como los topógrafos actuales, eran los encargados de calcular el recorrido y la óptima nivelación de las conducciones de agua.
- Villicius.– Responsables técnicos de la construcción y mantenimiento de cada tramo de la conducción.
- Villicius plumbo.– Responsables de la construcción y mantenimiento del sistema de agua en el interior de la ciudad.
- Tectores.– Eran los encargados de impermeabilizar los canales (con opus signimum).
- Plumbarii.– Especialistas en la fabricación de tuberías de plomo.
- Aquarii.– Similares a fontaneros, eran los encargados de reparar las averías que surgiesen en la red de abastecimiento.
La administración de las aguas (cura aquarum), era ejercida por los Curator aquarium desde la Statio Aquarum. Esta “oficina” estaba ubicada en el antiguo Pórtico Minucia Vetus (en actual Área Sacra de Largo di Torre Argentina). Desde ella se controlaba el eficiente funcionamiento de las plantas, su limpieza, la regularidad de los suministros y la correcta distribución del agua.
Pese a la alta cualificación de los ingenieros romanos, hoy se observan discrepancias en cuanto al término caudal. Éstos no definieron claramente ese concepto asociándolo con una medida de superficie en lugar de la de superficie en relación a la velocidad.
Las unidades de medida utilizadas por los romanos de entonces eran:
- Longitud
- Pie (pes) = 29,64 cm.
- Paso (passus/doble paso) = 5 pies (148,2 cm.). Lanciani asignó al passus una medida de 147,9 cm.
- Milla (Miliarus) = mil pasos = 1482 metros.
- Capacidad
- 1 Quinaria = 41,73 m3/día (0,483 litros/seg.). Lanciani le asignó un valor 63,18 m3/día.
- Tuberías/Conductos.- Entre otras, las secciones de las canalizaciones más utilizadas fueron:
- Digitus = 1,85 cm. (1/16 de pie).
- Uncia = 2,47 cm. (1/12 de pie).
Lo que se tradujo en considerar “aproximaciones” a las mediciones realizadas por Frontino cuando ejerció de curator aquarum. Además, debido a pérdidas, conexiones autorizadas y tomas fraudulentas, el caudal en origen siempre era superior al que llegaba al terminal (castellum aquae).
Las captaciones clandestinas y fraudulentas fueron muy habituales en la época. Ya las advirtió Frontino cuando inspeccionó los acueductos, calificándolas como fraus aquariorum (fraude de los fontaneros). Las tuberías de suministro tenían diferente sección en función del caudal contratado. Los defraudadores cambiaban el calibre de esa tubería sobornando a los aquarii. Para evitarlo, se ideó el calix, una tubería unida a una carátula que, decorada y empotrada en la pared de acceso, evitaba su falsificación o manipulación.
Además, los acueductos construidos en la antigua Roma podían intercambiar agua, según fuese necesario. Ello complicaba aún más estas mediciones:
- El Aqua Alseatina (Aqua Augusta) alimentó al Aqua Marcia, y podía ser desviado hacia el Aqua Claudia.
- Los Aqua Julia y Aqua Claudia solían alimentar el escaso Aqua Tepula.
- El Aqua Claudia también abastecía al Aqua Julia.
- El Anio Novus podía, en caso de necesidad, alimentar tanto al Aqua Claudia como al Aqua Marcia.
El cuadro adjunto muestra, en orden cronológico, los acueductos construidos en la Antigua Roma, así como los añadidos, restaurados o ampliados posteriormente.
Los nueve primeros acueductos construidos en la antigua Roma la abastecieron con algo más de unos 1.100.000 m3 diarios. Teniendo en cuenta que, en tiempos de Trajano, la ciudad rondaba el millón de habitantes, cada uno podía disponer de casi 1.000 litros diarios de agua para su consumo.
Ello da idea de la perfección alcanzada por los romanos en el sistema de abastecimiento de su ciudad. Fue una empresa tan colosal, que Roma pudo abastecer de suficiente agua a sus ciudadanos y, además, a:
- 11 grandes termas.
- Unos 930 baños públicos.
- Más de 1.200 fuentes monumentales y piscinas privadas.
Sin embargo, la degeneración social y la llegada de los bárbaros puso fin a la Regina Aquarum.
En el año 546, Totila, rey de los ostrogodos, llevó a cabo un segundo asedio de Roma. Los romanos, al frente de Belisario, no pudieron evitar la toma de la ciudad. Los bárbaros derribaron sus murallas y destruyeron sus acueductos. Roma quedó sin su agua corriente: las tierras altas se quedaron sin agua y las bajas se convirtieron en marismas plagadas de malaria. Y durante casi un milenio los romanos se vieron forzados a usar otra vez las aguas contaminadas del Tiber.
No obstante, su legado sigue estando presente. Cuantos formaron parte de su Imperio muestran hoy orgullosos las titánicas obras realizadas por los romanos (prácticamente en ruinas).
Lo anteriormente relatado es prueba testimonial de su ingenio y capacidad. Todo con la pretensión de no dejar “caer en el olvido” las imperecederas obras de la insigne Roma, la … ¡Roma Infinita!