EL COLOSO DE NERÓN
ROMA ARCAICA

EL COLOSO DE NERÓN

Colossus Neronis, así fue conocido en la antigüedad el famoso Coloso de Nerón. Era, como su nombre indica (del latín colossus, y éste del griego kolossós), una gigantesca estatua del emperador Nerón.

Nerón  (Lucius Domitius Ahenobarbus, emperador romano del 54 al 68), la hizo erigir en el vestíbulo de su suntuosa mansión, la Domus Áurea.

LA DOMUS AUREA

El historiador y biógrafo romano Suetonio, contemporáneo de Nerón, dijo de él:

Consideraba que el único placer que podían deparar las riquezas y el dinero era derrocharlos”.

Así lo refiere en su obra “Vidas de los doce césares”, donde, a continuación, añade:

“Pero en ningún asunto gastó tanto como en sus construcciones, pues edificó una casa que llegaba desde el Palatino hasta las Esquilias y a la que llamó primero Transitoria y luego, después que fue consumida por el fuego (el gran incendio que devastó Roma en el año 64 d.C.) y restaurada, Dorada. Para hacerse una idea de sus dimensiones y esplendor bastará con referir lo siguiente. Tenía un vestíbulo en el que se alzaba una estatua suya colosal, de 120 pies de altura; era tan espaciosa, que albergaba pórticos de tres filas de columnas y mil pasos de largo, un estanque tan grande como un mar, rodeado de edificios que parecían ciudades, y, además, grandes extensiones de terreno, que incluían campos, viñedos, pastos y bosques, con una multitud de animales domésticos y salvajes de todo tipo.

PLANO DE LA DOMUS AUREA
Plano de la Domus Aurea

 

Todas sus habitaciones estaban forradas de oro y adornadas con piedras preciosas y conchas de perlas; sus comedores estaban cubiertos por unos paneles de marfil movibles y perforados por tubos, para que se pudieran esparcir desde el techo flores o perfumes; el comedor principal era redondo, y giraba continuamente sobre sí mismo, de día y de noche, como el mundo; sus baños tenían agua corriente del mar y de los manantiales de Álbula (de aguas sulfurosas, y ubicados entre Roma y Tívoli). Cuando inauguró semejante mansión, una vez acabadas las obras, le dio su aprobación exclamando que por fin había empezado a vivir como un hombre”.

 

EL COLOSO DE NERÓN (COLOSSUS NERONIS)

Nerón concibió esta estatua para representarse ante el pueblo, no como el simple, aunque insigne, magistrado romano que era, sino a la fastuosa manera de los soberanos orientales. Pretendía, pese a no llevar a cabo ninguna campaña militar, asemejarse al mismo Alejandro Magno. Así, con sus 120 pies de altura (unos 35’52 m.), el Colossus Neronis sobrepasaba, para mayor grandeza del emperador, como éste pretendía, al famoso Coloso de Rodas: su fuente de inspiración, considerada “una de las siete maravillas del mundo antiguo”.

COLOSO DE RODAS
Recreación del Coloso de Rodas

Recordemos que el Coloso de Rodas era la mayor escultura de una representación humana de toda la Antigüedad. Había sido erigida en Rodas tras el asedio al fue sometida por las tropas macedónicas de Demetrio I Poliorcetes (en 305 a.C.), sin que lograsen conquistarla. En conmemoración de tal evento, sus habitantes decidieron dedicar una monumental estatua de bronce a Helios (el dios del Sol griego), la deidad tutelar de la isla. La estatua, erigida entre el 304 y el 293 a.C. y derribada por un terremoto en 228 a.C., fue realizada por el escultor local Cares de Lindos. Según Plinio “el Viejo”, se alzaba imponente a la entrada del puerto de Rodas y medía 70 codos de altura (unos 32 m.).

Nerón encargó la construcción de su estatua al griego Zenodoro, el escultor más afamado de la época. Según Plinio “el Viejo”, éste la esculpió en bronce dorado fundido conjuntamente (tal como hiciera el escultor ateniense Silanione en el siglo IV a.C.), con abundante oro y plata proporcionados por el mismo emperador. La escultura se ubicó en el atrio de acceso a su suntuosa mansión, centrado en el espléndido pórtico de entrada de la Domus Aurea. Además, se erigió sobre un enorme pedestal de toba de 11 m. de altura, también recubierto de bronce, basamento éste que realzaba, para mayor esplendor del emperador, su imponente escultura.

En este emplazamiento, el Colossus Neronis superaba los 46 m. de altura, y fue la escultura de bronce más grande de cuantas se habían levantado hasta entonces. Además, ante el inmenso estanque de la Domus Aurea, imponía sobre toda Roma inusitadas ilusiones ópticas generadas por el espectacular cromatismo que irradiaban las aleaciones que lo conformaban. En suma, debió de ser lo más fascinante y maravilloso para quienes tuvieron el privilegio de contemplarlo.

DOMUS AUREA CON COLOSO DE NERÓN
Recreación de la Domus Aurea con el Coloso de Nerón

En ella, Nerón se mostraba ataviado con la toga imperial, asentado sobre la pierna derecha y con la izquierda levemente retrasada y flexionada. En su semblante, el Colossus Neronis reproducía al detalle las facciones del emperador, presumiblemente caracterizado como el dios Sol-Apolo, con corona radiada (símbolo imperial de prosperidad, seguridad y libertad).

Con su mano derecha exhibía una rama de olivo, símbolo de Paz, mientras que la izquierda sostenía una esfera de plata en representación del globo celeste: esto es, el orbis (el orbe = el cosmos).

Icónicamente, el orbis, como motor primario del orden universal, estaba casi siempre unido a las representaciones del Sol (Apolo). Su presencia era símbolo de dominación e indicaba, como emblema imperial de potencia universal, que Roma era su centro. Esto se recalcaba aún más con la presencia de un icono de la Victoria que, sobre el orbis, se exhibía como la personificación simbólica del éxito militar romano (tal como lo fue la diosa Nike para los griegos).

Así aparece representado en las monedas de la época, como en los aureus acuñados en Roma entre los años 64 y 65 d.C.

COLOSO DE NERÓN EN DENARIO

Sin embargo, Nerón apenas pudo disfrutar del esplendor de tan gloriosa escultura. El entonces gobernador de la Hispania Citerior se rebeló en el 68 a.C. Su revuelta tuvo éxito, pues el 8 de junio de ese mismo año el senado romano declaró a Nerón “hostis publicus” (enemigo público), proclamando a Galba emperador. A consecuencia de ello, sabiéndose perdido y sin apoyos, Nerón acabó por suicidarse el 9 de junio del año 68, a la edad de 30 años.

Tras su trágico final, la Domus Áurea fue ocupada por los emperadores que le sucedieron. Incluso Otón, sucesor de Galba, la completó, empleando en ello la elevada suma de 50 millones de sestercios. Y, pese a que su sucesor Vitelio lo criticó por ello, también éste residió allí hasta sus últimos días. No obstante, todo lo construido por Nerón cambiaría con la llegada al poder de Vespasiano (diciembre del año 69).

 

EL COLOSO DE  HELIOS

Vespasiano (Titus Flavius ​​​​Vespasianus, emperador del 69 al 79) había llegado al poder tras sofocar la rebelión judía. Con él trajo una inmensa fortuna y una ingente cantidad de esclavos, botín de guerra de Galilea. Para afianzarse en el poder reconstruyó el Imperio, instaurando la paz y reestructurando toda la administración.

Además, para ganarse al pueblo, decidió devolver a los romanos el espacio público ocupado por Nerón, la Domus Áurea, hasta entonces de exclusivo uso del emperador. Tan sólo se reservó una pequeña parte de ella para vivienda personal. Destruyó el resto de edificaciones, incluso las que conectaban con el vestíbulo, e hizo desecar el inmenso estanque central, con cuyos escombros lo rellenó. Sobre ellos erigió, en ese mismo lugar, la más gloriosa edificación de Roma: el Anfiteatro Flavio, cuya construcción inició en el año 75. Y, aprovechando un incendio en el que había resultado afectado el Coloso de Nerón, Vespasiano, aplicando una damnatio memoriae a Nerón por sus crímenes, decidió modificarlo.

La estatua de Nerón fue transformada y, en lugar de mostrar las facciones del nuevo emperador, éste la dedicó a Helios, el dios del Sol griego. Para ello, aparte de eliminar las facciones de Nerón, Vespasiano transformó también sus atributos:

  • Despojó a la escultura de la toga imperial, quedando ésta totalmente desnuda (en apariencia heroica).
  • Sustituyó la rama de olivo de su mano derecha por el cetro imperial (sceptrum imperii), símbolo del poder de los emperadores.
  • Sobre su cabeza portaba la corona radiada, o radiata, atributo propio del dios Sol (Helios) que, como fuente de luz y de calor, simbolizaba su potestad para cambiar el curso de la vida. Cada uno de sus siete rayos (recordemos el simbolismo mágico del número 7) tenía una longitud de 12 pies (unos 3’5 m. cada uno).
COLOSO DE HELIOS
Recreación del Coloso de Helios

La corona radiata es toda una referencia a una nueva “edad de oro” bajo el gobierno del dios Sol (Helios). Como tal, personificaba la eternidad celestial así como la propia soberanía del emperador como regidor de destinos. De ahí que los emperadores romanos, pretendiendo asemejarse al Sol como para ilustrarlo todo con el resplandor de sus virtudes, ornamentaran sus imágenes con coronas radiadas.

Con ello, Vespasiano no sólo ofrecía a Roma la tutela de un dios oriental venido del Este, Helios: el dios que iluminaba y traía la luz y sus dones al mundo. Pretendía, veladamente, asociar la estatua de este nuevo dios a su persona, pues también él había traído desde el Este (desde Judea) sus dones a Roma. Y, dada la buena acogida que el pueblo romano tributó a Vespasiano, así debió de ser.

Desde entonces, al estar dedicada a un dios, la colosal estatua de Helios se convirtió en objeto de culto. De ahí que cada 6 de junio, con motivo de su festividad, se engalanase para recibir el solsticio de verano: entonces era ornamentada con guirnaldas de flores, y se celebraban procesiones en su honor por la vía Sacra.

CAMBIO DE EMPLAZAMIENTO DEL COLOSO

Pocos años más tarde Adriano (Publius Aelius Hadrianus, emperador del 117 al 138) se vio obligado a moverla al entorpecer la edificación del Templo de Venus y Roma, iniciada en el año 121.

Se decidió reubicarla junto al Anfiteatro Flavio, en un emplazamiento próximo a la Meta Sudans. Su traslado, que corrió a cargo de Decriano (Decrianus), el entonces arquitecto imperial, no fue nada fácil debido al simbolismo de la estatua y a sus grandes dimensiones. No obstante, tras construir una rampa al efecto, consiguió moverla mediante un armazón móvil tirado por 24 elefantes, trasladándola en su original posición vertical hasta el nuevo emplazamiento.

Recreación del Coloso de Helios en Meta Sudans

En esta nueva ubicación la imponente escultura debió de igualarse en altura con el Anfiteatro Flavio, que alcanzaba unos 46’5 m. (157 pies).

 

EL COLOSO DE CÓMODO

Con la llegada de Cómodo (Marcus Aurelius Commodus Antoninus, emperador del 180 al 192 d.C.), la colosal escultura fue nuevamente reformada. Tras participar en victoriosas venationes (cazas de fieras) en el anfiteatro de Lanuvium, Cómodo llegó a considerarse la reencarnación del semidiós Hércules. Es más, se hizo llamar Hércules Romano, por lo que no es de extrañar que modificase la monumental escultura del dios Helios.

EL COLOSO DE CÓMODO

Eliminó el rostro del Sol, imponiéndole sus propias facciones, barba incluida, y añadiendo los atributos clásicos del héroe:

  • Vistió la escultura con una “leontea” de bronce (o “leonté”, la piel del león de Nemea, trofeo del primer trabajo de Hércules).
  • También sustituyó el cetro imperial por la clava (clavum, el clásico garrote hercúleo).

Es más, imbuido de todos los vicios imaginables, colocó a los pies de la estatua la siguiente inscripción:

GLADIATORIUS ET EFFEMINATUS

(GLADIADOR Y AFEMINADO)

No obstante, tras el asesinato de Cómodo (un 31 de diciembre del año 192) la estatua del Coloso recobró su anterior apariencia (la de Helios).

 

TRANSFORMACIÓN DEL COLOSO

Desde entonces, el devenir del Coloso es incierto. Se sabe que en 217 d.C. el Anfiteatro Flavio resultó seriamente dañado a causa de un incendio provocado por un rayo. Tras permanecer inactivo unos cinco años, fue restaurado, volviendo a celebrarse en él espectáculos. No obstante, su definitiva restauración no se completó hasta tiempos de Gordiano III (Marco Antonio Augusto Gordiano, apodado “el Piadoso”).

Para rememorarlo, este emperador (gobernó del 238 al 244) emitió una serie limitada de medallones conmemorativos (en bronce). En ellos pueden verse:

  • En el anverso, bajo la leyenda “IMP GORDIANVS PIVS FELIX AVG”, un busto laureado y drapeado del emperador, mirando hacia la izquierda, con lanza y escudo (en éste aparece representado como jinete el mismo emperador aplastando a un enemigo).

MONEDA COLOSO GORDIANO

  • En el reverso, la leyenda “MVNIFICENTIA GORDIANI AVG” en referencia a la generosidad del emperador, que permite al pueblo romano gozar de estos fantásticos espectáculos. El centro lo ocupan:
    • el Anfiteatro Flavio, que, en perspectiva distorsionada, permite una visión aérea de la arena. Se aprecia la cavea (graderío) repleta de público presenciando una lucha entre animales (aparentemente elefante y toro). La figura del emperador está resaltada, ocupando la tribuna central.
    • En su exterior, a la derecha se aprecia el acceso monumental al Anfiteatro.
    • A la izquierda pueden verse la Meta Sudans junto a la colosal estatua del dios Helios. Ésta se muestra desnuda, con corona radiata y sosteniendo en su mano diestra un gubernaculum (o timón, símbolo del buen gobierno del Estado), apoyado sobre el orbis (emblema de dominio universal). El brazo izquierdo, ligeramente doblado, descansa apoyando el codo en una columna, presentando la mano abierta y sin atributos.

TRANSFORMACIÓN DEL COLOSO DE NERÓN

Pocas más noticias se tienen del devenir de tan colosal estatua. Algunos mencionan que el emperador Majencio (Marcus Aurelius Valerius Maxentius, emperador del 306 al 312), la consagró a su hijo Rómulo, muerto prematuramente y divinizado. Sin embargo, no hay constancia fidedigna de tal evento ni de las modificaciones a las que pudo ser sometido el singular Coloso.

 

EL COLOSO DE CONSTANTINO

Por el contrario, sí figura en el reverso de algunas monedas de Constantino I “el Grande” (Flavius ​​​​Valerius Constantinus), quien, tras la batalla del Puente Milvio, gobernó el imperio del 306 al 337. En ellas el emperador está representado como Sol estante, desnudo, tan solo cubierto con una capa sobre sus hombros. Se muestra con la mano derecha abierta y alzada hacia el cielo (típica postura de adlocutio, como un gesto de poder, bendición, o saludo), y sosteniendo el orbis en su mano izquierda.

COLOSO DE CONSTANTINO
Recreación del Coloso de Constantino

 

Es más, algunos autores apuntan que a la muerte del emperador, su hijo Constancio II cambió la fisionomía de la colosal escultura de Helios, caracterizándola con los rasgos de su padre, ya divinizado. Así adquirió el primer emperador cristiano, como en las religiones orientales, el significado más antiguo del Coloso del Sol. Y, como encarnación terrenal del Sol, el Coloso se perpetuó como símbolo eterno de Roma y del emperador (Roma Aeterna y Aeternitas Augusti).

Incluso algunos apuntan que la cabeza, la mano izquierda y el orbis de bronce que hoy se exponen en los Museos Capitolinos (Palacio de los Conservadores -Exedra de Marco Aurelio) pertenecen a este Coloso de Constantino.

Al parecer, estos restos (del siglo IV), fueron donados en 1471 al pueblo romano por el pontífice Sisto IV (Francesco della Rovere, Papa de 1471 a 1484). Sin embargo, presuntamente procedían de alguna escultura de aquel emperador que se hallaba en las proximidades del Palacio de Letrán, entonces sede medieval papal. Por eso es más que presumible que no pertenezcan al afamado Coloso que nos ocupa. Ello se evidencia claramente por las menores dimensiones de estos fragmentos, que corresponden a una estatua de unos 12 m. de altura.

RESTOS COLOSO DE CONSTANTINO

La última cita oficial del Coloso se encuentra en el conocido convencionalmente como “Cronógrafo del 354”, una recopilación de textos ilustrados, obra del calígrafo Furio Dionisio Filócalo. Éste lo menciona en su “Chronica Urbis Romae”, que abarca desde tiempos de los reyes hasta la muerte de Licinio (Valerius Licinianus Licinius), emperador romano de Oriente del 307-325.

 

LA DESAPARICIÓN DEL COLOSO DE NERÓN

Se desconoce cuál fue el fin de tan monumental escultura. Algunos apuntan que fue derribada por los galos que, comandados por Alarico I, saquearon Roma en 410 d.C. Otros refieren que fue destruida a causa de un terremoto en el siglo V. Sin embargo, la mayoría considera que su bronce fue fundido en los siglos posteriores para la fabricación de armas y monedas. Y presuntamente el responsable de ello fuese el Papa San Gregorio Magno (siglo VI), al considerarlo un símbolo pagano.

 

EL COLOSO DE NERÓN Y LA PERVIVENCIA DE ROMA

Como anécdota, el Coloso aparece mencionado a principios del siglo VIII por el monje benedictino Beda “el Venerable” (luego declarado Padre de la Iglesia y Santo). De él se sabe que nació y vivió en Inglaterra (673-735), llegando a ser el erudito más notable de su tiempo; tanto, que pasó a ser Patrón de los Historiadores (25 de mayo).

EL VENERABLE BEDA
El Venerable Beda

Al parecer se le llamó así porque sus excelsas homilías eran alabadas y leídas en todas las iglesias y, al no poder llamarle Santo entonces (en vida), lo nombraban “Venerable”. Éste, en su obra “Collectanea”, una recopilación de historias clásicas, perpetuó la siguiente profecía:

“QUAMDIU STABIT COLYSAEUS STABIT ET ROMA; QUANDO CADET COLYASEUS CADET ET ROMA; QUANDO CADET ROMA CADET ET MUNDUS”.

(MIENTRAS DURE EL COLOSO, ROMA DURARÁ; CUANDO CAIGA EL COLOSO, ROMA CAERÁ; CUANDO ROMA CAIGA, EL MUNDO CAERÁ).

Cuando Beda, que jamás estuvo en Roma, escribió esta elocuente cita, muy probablemente el Coloso ya no existiese. Lo más seguro es que se limitase a transcribirla, recopilada de algún antiguo texto que recogía este legendario vaticinio. O quizá la recogiese de los primeros peregrinos, pues de todos era conocido que los arcaicos Oráculos Sibilinos ya predecían la caída del mundo como consecuencia de la caída de Roma.

Aunque actualmente se la considera referida al Anfiteatro Flavio, en realidad esta cita lo era a la estatua: esto es, al Coloso de Helios (el anterior Coloso de Nerón). Máxime cuando sabemos que el Anfiteatro Flavio no se denominó Coliseo hasta principios del siglo X.

 

DEL ANFITEATRO FLAVIO AL COLISEO

Así aparece recogido por primera vez en una crónica de 1061, hallada en el archivo de Santa María Nova, que lo define como Amphiteatrum Colosei (Anfiteatro Coliseo). Ello se atribuye comúnmente a la proximidad entre ambas construcciones, por el hábito adquirido por la gente de nombrar “Colosei” al Anfiteatro Flavio.

De esta notoria confusión surgió que el Anfiteatro Flavio pasase a perpetuarse conocido como el Coliseo. Toda una paradoja, pues habiéndose pretendido borrar al emperador Nerón de la memoria histórica, sin embargo, su impronta aún perdura hasta nuestros días.

Posteriormente se perdió la memoria del anfiteatro, resurgiendo como el Templus Solis (Templo del Sol). Así es mencionado en el Mirabilia Urbis Romae (Maravillas de la ciudad de Roma), una guía medieval para peregrinos. En ella, la fastuosa estatua de bronce (el Coloso del Sol) figuraba ubicada en el centro del edificio.

Con todo, se barajan otras hipótesis en torno al nombre del Coliseo, destacando las siguientes:

  • Para algunos el término Coliseo deriva simplemente de las dimensiones “colosales” del Anfiteatro Flavio: unos 188 m. de largo, 156 de ancho y 48’5 de alto.
  • Otros sugieren que tal denominación procede de un templo dedicado a la diosa egipcia Isis, ubicado en la colina llamada Colle Oppio, y que acabó dando nombre al distrito (Iseo). Ciertamente allí estuvo el antiguo templo conocido como “Iseum Metellinum”, cuyos restos aún perduran en torno a la actual Piazza Iside. Erigido entre el 74 y el 62 a.C., fue llamado así por su promotor, Quinto Cecilio Metelo Pío, cónsul junto con Sila en 80 a.C. De esa asociación, el lugar fue nombrado “Collis Iseum”, de donde más tarde derivó el término Coliseum.
  • Los hay que se remontan a época medieval, cuando el anfiteatro fue denominado “Templum Solis”. Al parecer los sacerdotes que atendían su culto obligaban a sus “iniciados” a venerar la estatua del Sol preguntándoles “Colis eum?” (algo así como “¿lo adoráis?”). Y de esa práctica conjeturan, sin mayor fundamento, que proviene el nombre de Coliseum.
  • E incluso hay quien sostiene que el nombre procede de los ritos paganos que se celebraban en el interior de las ruinas anfiteatro en la baja Edad Media. El edificio se consideraba entonces una de las siete puertas del infierno, pues se creía que por entre sus ruinas vagaban por la noche las almas de los gladiadores allí muertos. Era lugar habitual para la práctica nocturna de oscuros rituales satánicos y de magia negra, donde se celebraban ceremonias de expiación. Al concluir éstos, ante la imagen de Satanás (el diablo) se interrogaba igualmente a los participantes: “Colis eum?”. Y de ahí hacen derivar también el nombre de Coliseum. Sin embargo, como la precedente hipótesis, ésta no deja de ser más que pura especulación.

No sería hasta el siglo XVI cuando Coliseo y Coloso recobran su identidad. El primero en establecer que el nombre del Anfiteatro derivó del Coloso de Nerón fue un anticuario y erudito del arte, el sacerdote florentino Francesco Albertini. Y lo hizo en su obra “Opusculum de mirabilibus novae et veteris Urbis Romae”, publicada en 1510. En ella detalló con precisión histórica ambos monumentos, afirmando que el nombre dado al anfiteatro (Coliseum) derivó del gigante de Nerón (Colossus Neronis).

RECREACION ANONIMA COLOSO DE NERÓN

LO QUE QUEDA DEL COLOSO DE NERÓN

Sea como fuere, de tan insigne monumento apenas queda vestigio alguno. Eso sí, pervive en infinidad de páginas con información dispar de cómo pudo haber sido y una ingente cantidad de imágenes que lo recrean.

Los únicos vestigios que aún perduran son escasos, y corresponden a la base que lo sustentó:

  • Los pertenecientes a su emplazamiento original se hallan hoy ocultos bajo el monasterio de Santa Francesca Romana.
  • Los de su última ubicación, ante el Anfiteatro Flavio (Coliseo), hoy están soterrados bajo la confluencia de las actuales Clivo di Venere Felice y Vía dei Verbiti.

En 1828 los arqueólogos hallaron su estructura: una base rectangular de peperino  recubierta de ladrillo de 17’60 x 14’75 m., con una altura de 2,25 m. Lamentablemente tan sólo permaneció visible hasta 1932. Entonces fue desmantelada (junto con la Meta Sudans) al reurbanizarse la zona con la construcción de las Vias dei Fori Imperiali y dei Trionfi. Una barbarie más de Musolini, pues al parecer impedía los desfiles fascistas que habían de marchar bajo el Arco de Constantino.

No obstante, para testimoniar su presencia, en 1986 el ayuntamiento preservó el lugar, protegiéndolo con un pequeño muro de hormigón. En él, una inscripción (en italiano) lo identifica:

AREA DEL BASAMENTO DEL COLOSSO DI NERONE

(ÁREA BASE DEL COLOSO DE NERÓN).

UBICACIÓN ORIGINAL DEL COLOSO DE NERON

Pese a todo, un hilo de esperanza parece estar resurgiendo de cara a Exposición Universal de 2030, en la que Roma es candidata. Hay una ambiciosa propuesta de reconstruir el Coloso de Nerón junto al Coliseo para recibir a los visitantes de tan multidisciplinar evento. ¡Ojalá prospere tan colosal iniciativa! Así lo deseamos desde nuestra Roma Infinita.

 

BIBLIOGRAFÍA:
  • Anales” (Libro I, XXXII), obra del historiador y senador romano Tácito (Publio Cornelio Tácito, aprox. 55-120 d.C.).
  • Diccionario de símbolos y temas misteriosos.” (2012), de Federico González Frías, ensayista y filósofo.
  • ROMA, la ciudad del Tíber” (2015), de Pilar González Serrano, doctora en Historia por la Universidad Complutense de Madrid.
  • Calígula, el tirano loco” (2021), conferencia de Eva Tobalina Oraá, doctora en Historia Antigua por la Universidad de Navarra.
  • TRECANI”, Enciclopedia italiana.
  • TESAURO”, Diccionario de Historia Antigua y Mitología.
  • La «corona radiata» de Helios-Sol como símbolo de poder en la cultura visual romana.” (2017), de Jorge Tomás García, doctor en Historia del Arte por la Universidad de Murcia.
  • Libro de los césares”, del historiador romano Aurelio Víctor (Sextus Aurelius Victor, del siglo IV d.C.).
  • Aurea Roma. Dalla cittá pagana alla città cristiana” (2000), de Serena Ensoli y ‎Eugenio La Rocca.
  • https://www.tesorillo.com”, Web didáctica de numismática.
  • Historia Romana” (Libro LXXII – Vita Commodi), del historiador romano Dión Casio (Cassius Dio Cocceianus, aprox. 155-235).
  • Historia Natural” (Libro XXXIV – Sobre el cobre, el plomo y los orfebres), del historiador Plinio “el Viejo” (Cayo Plinio Secundo​, 23-79 d.C.).
  • Vidas de los doce césares” (Libro VI – Nerón), del historiador y biógrafo romano Suetonio (Cayo Suetonio Tranquilo, aprox. 69-140).

 

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