PERSONAJES

APIO CLAUDIO

Era hijo del dictador Cayo Claudio Craso, quien, partidario de la paz, había emigrado desde Regilo a Roma durante las guerras sabinas. Nacido como Atio Clauso (340 a.C.-273 a.C.), de origen sabino, fue en Roma cuando tomó el nombre de Apio Claudio. De esta forma adoptó el cognomen de sus ancestros, la gens Claudia (algunas de las ramas familiares también se conocieron como Clodia), que eran patricios descendientes de las sabinas raptadas en la temprana historia de Roma.

Ha pasado a ser conocido por la historia como Apio Claudio «el Censor» o Apio Claudio «el Ciego». En cuanto a ese último sobrenombre, entre los antiguos se creía generalmente que su ceguera era real, pero es casi seguro que no se quedó ciego hasta su vejez.

La tradición de su ceguera se debe a Tito Livio, quien refiere que, pese a ser un hombre muy perspicaz, en los años de éxito se dijo que “había perdido su visión” (en sentido figurado), y por ello se le apodó caecus (ciego), siendo popularmente conocido como Apio Claudio Caecus (o sea, “el ciego”).

Aunque se desconoce su completa biografía, en el Foro de Augusto se le erigió una estatua en cuyo pie se reseñaba su elogium: ostentó las magistraturas menores de Tribuno militar, Pretor en tres ocasiones, Cuestor, Edil Curul y, elevado al cargo de Censor. Luego fue Dictador, Cónsul en dos ocasiones  (en 307 y 206 a.C.) y al menos en tres ocasiones ostentó la máxima magistratura de Interrex.

 

Placa conmemorativa de Apio Claudio en el Museo della Civiltà Romana

VIDA DE APIO CLAUDIO

En el año 312 a.C. fue nombrado Censor, cargo que desempeñó durante 4 años consecutivos. Para poder acceder a ese puesto en aquella época, había que haber sido cónsul con anterioridad, según el Cursus Honorum (carrera política).

El puesto de cónsul (jefe de gobierno) era el último escalón al que se podía aspirar en dicha carrera política. Quienes llegaban a él gozaban de popularidad y prestigio entre la sociedad romana.

Los censores eran elegidos entre los senadores que habían desempeñado el cargo de cónsul con anterioridad. Sus principales funciones eran: revisar la lista de ciudadanos y senadores, controlar las cuentas del Estado y promover proyectos de obras públicas.

En el caso de Apio Claudio, llegó a ser censor sin haber sido cónsul con anterioridad. En su magistratura apoyó a las clases bajas y a la burguesía comercial. Permitió que los ciudadanos ricos, incluso los hijos de libertos entrar en el Senado. Con libertos nos referimos a hombres libres de la aristocracia de otras ciudades itálicas, no a esclavos que adquieren la libertad.

Sin embargo, esa lista se dejó de lado al poco tiempo debido a que su compañero, Cayo Plautius, renunció a su puesto. Se queda Apio entonces en el puesto como Censor único los próximos 4 años.

Procedió entonces a elaborar las listas de las tribus, e inscribió en ellas a todos los libertos, a quienes distribuyó entre dichas tribus. De esta manera se aseguraba su influencia, cosa que también consiguió con la redistribución de tierras públicas. Desde entonces fue conocido como Apio Claudio “el Censor.

LEGADO DE APIO CLAUDIO

Era un populista, un abogado del pueblo que no esperó a que otros realizaran los trabajos de estado que precisaban ser hechos. Así, la cumbre de su censura la alcanzó con la construcción de la Vía Appia (313 a.C.)

 

Vía Appia

 

Partiendo del mismísimo Foro, unía Roma con Cápua. Era una ruta militar y estratégica, y resultó tan recta y perfecta que por primera vez un gran camino tomó su nombre, no de su función (vía Salaria, vía de la sal) o del lugar donde se dirigía (vía Ostiense, hacia Ostia) sino de su constructor. Y fue tan apreciada que se la conoció como la Regina Viarium, “la reina de los caminos”.

Igualmente, al estar el agua del Tíber demasiado contaminada y siendo insuficientes los pozos de la ciudad para abastecer a la creciente población, construyó el primer acueducto de Roma, el Aqua Appia (312 a.C.)

Plano por donde discurría el Aqua Appia en la ciudad de Roma
Imagen: Wikipedia

 

Era una enorme obra de ingeniería, alimentada de los manantiales que estaban entre las millas VIII y IX de la via Prenestina, con algo más de 16 Km. de longitud  (casi toda soterrada, salvo un corto tramo a la altura de Porta Capena). Tenía capacidad para transportar más de 75 m3 de agua al día, solucionando así el problema del abastecimiento de agua en la ciudad.

TRAS SU ÉPOCA DE CENSOR…

En 307 a.C. fue elegido Cónsul tras renunciar a su censura, que en vano había tratado de mantener, y se mantuvo en Roma con el fin de fortalecer sus intereses.

En 298 a.C. fue nombrado Interrex, cargo que ocupó tres veces. La función principal de esta magistratura temporal era la de celebrar comicios en ausencia de los cónsules.

Durante la Segunda Guerra Samnita promovió la fundación de colonias en el Lacio y en Campania, a fin de que sirviesen de bastiones contra los samnitas y etruscos.

En 296 a.C., elegido Cónsul por segunda vez y junto a su colega Volumnio, consiguieron derrotar a etruscos y samnitas. En esta guerra prometió un templo a Belona, promesa que finalmente cumplió.

Al año siguiente continuó en el mando, como Pretor (administrador de justicia), pero el cónsul Fabio lo envió de vuelta a Roma. Posteriormente, en conjunción con Volumnio, obtuvo otra victoria sobre los samnitas.

En 287 a.C. ó 286 a.C. ejerció de Dictador (se desconoce el año exacto). Éste era un cargo extraordinario que sólo se ejercía cuando había amenazas externas o desordenes internos graves. El cónsul elegido para el puesto tenía plena autoridad militar y civil mientras estuviera en el cargo, pero limitado a un máximo de 6 meses. Si se cumplía ese plazo y la situación no ha había vuelto a la normalidad, se elegía a otro dictador.

En su vejez, cuando Pirro envió a Cineas para proponer la paz tras la batalla de Heraclea, y estando el Senado predispuesto a acceder a ella por las continuas derrotas romanas, Apio, ya completamente ciego, se levantó impulsivo de su asiento e imprecó un solemne discurso. Éste se conservó hasta tiempos de Cicerón y, al parecer, empezaba así:

 

“Hasta aquí romanos, soportaba penosamente la suerte de mis ojos, pero ahora me duele no ser sordo además de ciego y escuchar en cambio vuestros vergonzosos decretos y resoluciones que demuelen la gloria de Roma…”

 

Recreación de la entrada de Apio Claudio el Ciego en el Senado.

 

Consiguió así que el Senado rechazase la paz y fue entonces cuando se dio por primera la arrogante respuesta que, en lo sucesivo, se convertiría en máxima del estado romano: «La República no hace tratos mientras quede un extranjero en el suelo de Italia».

LEGADO LITERARIO

A finales del siglo IV a.C. tuvo la iniciativa de redactar y publicar el Legis Actiones («métodos de práctica jurídica”). Es la primera obra de Derecho Civil  (según Livio, «encerrado hasta entonces en los santuarios de los pontífices”) y que puede considerarse como la primera obra literaria romana (descartadas como tales las anteriores Ley de las XII Tablas y Anales de los Pontífices). Elaboro  un Calendario legal de los Tribunales (facultad hasta entonces reservada a los Pontífices) que expuso en los alrededores del Foro con el fin de “que el pueblo pudiera saber qué día se podía administrar justicia». Esta medida contribuía a la igualdad jurídica, arrebatando a los patricios uno de sus privilegios (el más celoso medio de presión sobre la plebe) y facilitando el acceso del pueblo al sistema jurídico. 

Compuso una serie de sententiae (aforismos en verso de influencia pitagórica) de los que sólo unos pocos han llegado hasta nosotros. Entre ellos destaca el famoso: “faber est suae quisque fortunae (“cada uno es artífice de su propia fortuna”).

Dejó cuatro hijos y cinco hijas. …Y un legado eterno.

 

 

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