ABATE LUIGI (ESTATUAS PARLANTES)
La estatua del Abate Luigi (Abbate Luiggi en romano original) se trata de una escultura de época tardo-romana del siglo III d.C. Probablemente representa a un orador o a un alto magistrado, posiblemente un cónsul.
Forma parte del Congresso degli Arguti (congregación de ingeniosos), es decir, de las llamadas «estatuas parlantes» de Roma: Pasquino, Marforio, Madama Lucrezia, Facchino y Babuino.
Frente al silencio de tantas piedras de Roma y el permanente “mirar sin decir nada” de las estatuas, es bueno escuchar a éstas que, aunque pocas, representan muy dignamente al pueblo más sincero que aprendió a expresarse en los foros, pero que tuvo que buscar un resquicio para dejar oír su voz cuando la censura, el poder o la tiranía trataban de cerrar su boca.
La estatua fue hallada en los cimientos del Palazzo Vidoni, en el área del Teatro Pompeo, pero adornaba el Hecatostylum, el Pórtico de las Cien Columnas del Templo de Juturna, en el Área Sacra de Largo Argentina, también conocido como Porticus Lentulorum por el nombre de sus constructores, los Léntulos.
Hay quienes también la llaman “estatua viajera”, porque a lo largo de su historia, para evitar actos vandálicos sobre ella, cambió varias veces de ubicación hasta retornar, en 1924, a su original y actual emplazamiento, en la pared izquierda de la basílica de Sant’ Andrea della Valle.
Tantas mudanzas acabaron por destruir su cabeza original. Así, en una de sus mudanzas cayó al suelo y perdió la cabeza. Pese a que las autoridades mandaron colocarle la cabeza de alguna otra estatua que no tuviera cuerpo, los mensajes colgados en el Abate Luigi hicieron referencia a la locura, provocando un pasquín (escrito anónimo colocado en un lugar público) donde el mismísimo abate se autoacusaba de “haber perdido la cabeza”.
Otro caso nefasto acaeció en 1966. La estatua, recurriendo al vándalo desconocido que por enésima vez le había robado la cabeza, le sentenció, en un italiano preciso, así:
«Oh, tú que me robaste la cabeza, intenta devolverla de inmediato;
de lo contrario, ¿quieres ver cómo me envían al Gobierno? Y eso me molesta.»
En los años 70 se hicieron copias de la cabeza y se guardaron en el Museo de Roma, en Trastévere. En 2013 unos desaprensivos la robaron, amaneciendo decapitada. Gracias a que había copia, pudo ser reemplazada, recuperando así su aspecto habitual, aunque nunca más el original.
A falta de una identificación precisa sobre su nombre, el topónimo parece derivar de la unión aleatoria de dos palabras:
- Abad: para indicar algo que «está y no está» definido (como el abad, que «es y no es» sacerdote).
- Luigi: sólo porque era uno de los más comunes y populares nombres en la Roma de entonces.
Otros, sin embargo, apuntan que ese sobrenombre se lo asignó la fantasía popular, que, con la agudeza habitual, encontraba al personaje bastante parecido con Abad Luigi. Éste era un deforme, malhablado, de lengua suelta, e infeliz sacristán de la cercana Iglesia del Sudario.
En él se han depositado numerosos pasquines en verso, anónimos y a menudo irreverentes, con los que el pueblo se mofaba de los personajes públicos de la Roma de los siglos XIV y XV. De esta locuacidad característica dan testimonio los versos que, tras ser retirada de su emplazamiento original y colocada en el vestíbulo del palacio Vidoni para evitar los vandalismos contra ella, se inscribieron, en latín, en su base. Éstos rezan:
“Fui de la antigua Roma ciudadano;
Ahora Abate Luigi se me llama.
Conquisté, con Marforio y con Pasquino,
en las sátiras urbanas eterna fama.
Tuve ofensas, desgracias y sepultura,
pero aquí nueva vida y, al fin, segura”