CASA DE LAS VESTALES
ROMA ARCAICA

LA CASA DE LAS VESTALES

La Casa de las Vestales era la residencia (domus) de las Vírgenes Vestales. Estaba ubicada ​en el extremo oriental del Foro Romano, entre la Regia y la colina del Palatino, en paralelo con las antiguas vía Sacra y vía Nova.

Junto con el Templo de Vesta, formaba parte del Atrium Vestae: un único complejo de uso exclusivo de las Vestales. Todo él estaba rodeado de una arboleda sagrada, conocida como Carmenta. De éste bosque hoy no queda rastro alguno, pues fue paulatinamente ocupado por el propio crecimiento urbano. Acabó destruido por las invasiones e incendios que se sucedieron a lo largo de los siglos.

El acceso principal a la domus se hallaba al Este del Templo de Vesta. A la derecha de esta entrada, adosado al muro exterior, se encuentra un pequeño templete, conocido Edículo de Vesta.

 

EDÍCULO VESTA

 

Se piensa que en él estuvo la estatua de la diosa Vesta, toda vez que el templo, según la tradición, estaba desprovisto de imágenes. De las dos columnas jónicas que originalmente lo conformaban, tan sólo se conserva una (reconstruida); la otra se reemplazó, en tiempos de Adriano (emperador del 117 al 138 d.C.), por un pilar de ladrillos. Así lo atestigua una inscripción que consta en su friso, que refiere que se construyó con dinero público, por Decreto del Senado.​

El edificio constaba de tres plantas y de hasta 50 diferentes estancias. Un panel explicativo ubicado en el Foro informa de la distribución del Atrium Vestae:

 

PLANO CASA VESTALES

 

El interior se distribuía a través de un vasto y elegante patio porticado (de unos 3 x 69 m.), ajardinado y con tres fontanas o estanques centrales: uno cuadrado en cada  extremo (menor el del lado Este), y, entre ellos, otro mayor rectangular. Éste último se cubrió en tiempos de Constantino I (emperador de 312-337), si bien se ignora el uso que se le dio entonces. Tan sólo se sabe que era una construcción octogonal de ladrillo (hoy retirada).

En torno al patio, bajo el pórtico, se alineaban las estatuas de las supremas sacerdotisas (Virgo Vestalis Maxima), colocadas sobre sendos podios en los que se detallaban sus virtudes, con fechas y dedicatorias de los cónsules.

Muchas de esas estatuas aparecieron cuando se excavó el Foro, en época napoleónica. Estaban apiladas junto a sus bases, probablemente preparadas para transformarlas en cal. Las más bellas pasaron a formar parte del Museo Nacional Romano, y hoy se exhiben en el Palazzo Massimo Alle Terme (Largo di Villa Peretti, 2). Las demás, al desconocerse su original emplazamiento, fueron reubicadas aleatoriamente en el lugar: son las que podemos contemplar al visitar tan venerables ruinas.

 

 

En el lado oriental del patio, tras la fuente cuadrada menor, se abría una gran sala abovedada. No está claro el uso que pudo tener, si bien en un principio se la consideró un tablinum (sala de recepción de las antiguas domus romanas). Estaba flanqueada por seis salas, tres a cada lado. Éstas, por su estrechez, se presuponen reservadas para guardar los efectos personales de las seis vestales ejercientes. Una escalera conducía al desaparecido tercer piso, previsiblemente reservado para las sirvientas (el personal auxiliar al servicio de las Vestales).

El lado occidental está ocupado en gran parte por una gran sala rectangular que ha sido identificada como un triclinium: un comedor, así llamado por los tres “divanes” sobre los que se recostaban los comensales para comer, dispuestas en tres lados de una mesa. Se supone que ocupó el lugar donde estuvo originalmente la primera Casa de las Vestales.

Frente al edículo, otra gran sala abovedada contenía varias estatuas de Vestales. Estaban amontonadas junto a restos de lo que pudo ser un “sacellum de los dioses Lares” (pequeños santuarios de los dioses del Hogar). También allí se encontró una escultura del barbudo rey Numa Pompilio, el mítico fundador del culto a Vesta, que hoy se conserva en el Antiquarium: el museo “Parque Arqueológico del Coliseo” (Piazza Santa Maria Nova, 53).

En el lado Sur, un largo pasillo daba acceso a tres salas: la primera estaba destinada a servir de horno, seguida de otra destinada a molino, y una tercera como cocina.

Una escalera junto a este acceso Sur conducía al piso superior (con acceso a la vía Nova, que discurre al pie del Palatino). Allí se encontraban las habitaciones propias de las sacerdotisas, con numerosos baños equipados con calefacción. No obstante, según las describen los historiadores, las habitaciones de las Vestales carecían de ventanas y su interior era austero: un escritorio, una cama, un tiesto con una planta, ganchos para colgar ropa, y dos quinqués.

Al final del ala Sur, otras dos escaleras conducían al piso superior. Aquí había una sala absidal que se supone fue el santuario llamado «Aius Locutius«. Estaba dedicada al misterioso dios (posiblemente Rediculus, el antiguo dios latino protector del retorno –del latín redire=volver) que en el 390 a.C. había advertido a los romanos, sin que nadie lo escuchara, del inminente asalto de los galos.

Un epígrafe rememora hoy en el lugar esos hechos, transcritos de la obra “De la Adivinación”, de Cicerón.

 

CASA DE LAS VESTALES

 

Está escrito en italiano y, traducido, reza:

 

“…Justo antes de que los galos conquistasen Roma, oirás del bosque sagrado de Vesta, que desciende de los pies del Palatino hacia la calle Nueva, una voz que advierte asegurar los muros y las puertas; si no se hace, también podría suceder que Roma fuese conquistada…”.

 

Las dependencias dispuestas en el ala Norte están mal conservadas, y no han permitido discernir los usos que tuvieron.

Cerca del Atrium Vestae, a un costado de la vía Sacra, junto a la Regia, se encontraba la Domus Publicae, hogar del Pontifex Maximus. En el año 12 d.C. Augusto, en calidad de Pontifex Maximus, al trasladarse a la nueva residencia imperial del Palatino, la cedió para uso de las Vestales. Los sucesivos emperadores, que ostentaron el mismo cargo pontifical, continuaron residiendo en el Palatino, y jamás reclamaron esta residencia. No obstante, con la reconstrucción efectuada tras el incendio de Nerón (64 d.C.), que asoló el complejo, quedó integrada definitivamente al Atrium Vestae.

Posteriormente fue reconstruido en hormigón, con ladrillo, por Adriano. No obstante, tras otro incendio, se restauró en tiempos del emperador Trajano (del 98 al 117).  El último incendio conocido acaeció en 191, siendo restaurado en el año 193 por Julia Domna (esposa del emperador Septimio Severo).

Con la abolición del culto pagano tras la derrota de sus últimos defensores en Aquileya (en 394), y la introducción del cristianismo, obligatorio por Teodosio I (en 391), el Colegio de las Vírgenes Vestales fue disuelto. La casa de las Vestales se abandonó y pasó a convertirse en residencia de los funcionarios de la Corte Imperial. Más tarde acogió a personal de la Corte Papal. Como curiosidad, allí se halló una gran fortuna en monedas de oro (del siglo V), así como 830 monedas anglosajonas de los siglos IX y X.

Sin embargo, los continuos incendios y terremotos, unidos a las guerras y saqueos que se sucedieron en el ineludible transcurrir del tiempo, acabaron por destruir todo el complejo del Atrium Vestae. Y la Casa de las Vestales, como todo el Foro Romano, quedó en ruinas y enterrada.

 

CASA DE LAS VESTALES VISTA PALATINO
Casa de las Vestales vista desde el Palatino

 

Los restos que hoy podemos contemplar se corresponden, mayormente, con la última reconstrucción efectuada en 193, en tiempos de Septimio Severo.

Se conservan restos del solar y del patio interior, en el que se exhiben algunas de las estatuas recuperadas de las Vírgenes Vestales (la mayoría están en los museos). También puede verse una rueda de molino, que empleaban para obtener la harina con la que elaboraban la molla salsam: una torta salada, no comestible, considerada sagrada y de uso estrictamente ritual.

Pese a estos escasos vestigios, sus ruinas aún desprenden ese “aroma sacrosanto” de la antigua y noble religión romana. Todo un acervo cultural que nos ha legado la Infinita Roma.

 

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