PUENTE PALATINO
El Puente Palatino fue diseñado por el ingeniero milanés Angelo Vescovali (1826-1895). Se proyectó para reemplazar al cercano Puente Roto (Ponte Rotto).
Construido entre los años 1886 y 1890, el puente toma su nombre del cercano monte Palatino. Según Tito Livio, allí se asentó, antes de la guerra de Troya (hacia 1.200 a.C.), el arcadio Evandro, quien le dio el nombre de Pallantium (Palanteo) por su ciudad de procedencia, Palancia. Y de ésta (Palacia, Pallancio…) derivó finalmente el nombre en Palatino.
No obstante, para otros autores el nombre derivaría de la diosa Palas, protectora de los pastores. Allí cuidaban sus rebaños los antiguos pobladores, y, en su honor, denominaron así al monte, Palatium.
Este puente permite salvar el río Tíber, conectando el Foro Boario (Lungotevere Aventino) con el barrio del Trastévere (Piazza Castellani). Pero desde su construcción, por necesidades de ordenación viaria, los vehículos que por él circulan han de hacerlo en sentido contrario al habitual europeo. Por ello es también conocido como Puente Inglés.
Fue inaugurado en 1891, y para su construcción fue necesario demoler parte de los arcos del antiguo Puente Roto, cuyos restos aún perduran en sus inmediaciones.
Su emplazamiento coincide con el lugar donde estuviera enclavado el antiguo Puerto Tiberino (Portus Tiberinus), el primer puerto fluvial de Roma.
Está construido sobre marcos de hierro que descansan sobre cuatro inmensos pilares, recubiertos con sillares de travertino. Tiene 155’50 m. de longitud y 15’40 m. de ancho.
Cerca de su cabecera izquierda está la salida por donde la Cloaca Máxima (hoy obstruida, pero aún visible) arrojaba sus vertidos al Tíber.
Como curiosidad, un accidente de tráfico causó serios daños en la mampostería del puente, junto al Lungotevere Pierleoni (en la parte del Trastévere). Tras más de dos años sin que se reparase, en marzo del pasado 2010 parte de la corporación local de entonces (Partido Democrático) decidió denunciar el abandono, la degradación y la ineficiencia municipal. Y lo hicieron colocando allí una corona funeraria junto a un cartel que rezaba: “MONUMENTO AL DEGRADO” (monumento a la degradación).
Además, sustituyeron la señal viaria identificativa por otra, en la que se leía: “VIA DEL DECORO PERDUTO” (vía del decoro perdido).
Una iniciativa que, aparentemente, “despertó” al Ayuntamiento, quien reparó, por fin, los desperfectos. Lástima que gran parte de Roma siga “abandonada”, y que iniciativas como ésta tarden años en prosperar…
¡Una penita!